Miles de perros cuyos dueños y dueñas ya no los quieren como mascotas son llevados a centros de control de animales donde, por falta de quien los adopte o porque los entregaron demasiado enfermos, acaban eutanizados.

Los albergues de animales no son hogares permanentes y el ritmo con el que llegan supera, por más de un 80 por ciento, el ritmo con el que salen hacia un nuevo hogar.

En el Centro de Control y Protección de Animales de Ponce, por ejemplo, semanalmente reciben unas 200 mascotas y el 85 por ciento son entregadas por sus dueños o guardianes.

Personas que probablemente se ilusionaron con el animalito al principio, pero que cuando les dio garrapatas o alguna enfermedad en la piel, optaron por salir de él.

“Los entregan por razones médicas, condiciones de la piel, porque se tienen que mudar; otras personas se cansan del animal”, expuso William Quiñones, administrador del centro que tiene contrato con el municipio ponceño.

Según Quiñones, “la mayoría llega en unas condiciones que ya no podemos hacer mucho por ellos”.

Un veterinario evalúa el nivel de “adoptabilidad” y es quien también decide cuándo la mejor opción es la eutanasia.

El año pasado rescataron 17 mil animales, pero adoptables resultaron entre 1,500 y 2,000.

“En las condiciones en que llegan tomaría demasiado tiempo y dinero poner en condiciones a unos animales que la posibilidad de adopción es bien mínima. La adopción solamente es un dos por ciento”, indicó.

Aunque el albergue que administra Quiñones se paga con fondos municipales, allí reciben animales de otros pueblos porque si no, de todas manera los van a dejar en la calle.

“Si no lo aceptas, ahí mismo lo dejan. Los dejan en sitios turísticos, en La Guancha, en el Castillo Serrallés. Buscan sitios solitarios, no lo hacen donde la gente los vea porque eso es un delito”, señaló Francisco Nieves, director de Control Ambiental de Ponce.

Acostumbrados a vivir con sus dueños, algunos de los animales que llegan a los albergues se enferman de tristeza. Otros, no pasan la cuarentena de las vacunas.

Cuando vienen a dejarlo, ¿no tratan de convencer a la persona de que se quede con la mascota?

Si la persona demostró que no es guardián responsable y no tiene espacio, dinero, mejor dejarlo aquí y hacerle un favor al mismo perro. La persona que decidió traer su mascota a un albergue, que sacó su día, ya tomó la decisión”, afirmó al añadir que hasta se los han dejado amarrados frente al centro.

Si los tiran en la calle, además de que es un problema de salud y seguridad, la expectativa de vida del perro tampoco es larga.

“La cantidad de animales atropellados en las calles se ha duplicado porque en las autopistas ya no hay vallas de metal, ahora lo que hacen son estos muros de cemento y todo perro que pasa por la autopista termina muerto”, explicó al señalar que, solamente en las calles de Ponce, recogen 15 o 20 animales muertos cada mes.

De los animales que rescatan de la calle, los salvables también son pocos. Quiñones ha recibido perros con perdigones, quemados con agua y aceite caliente, perros con alambres en la boca y con varillas enterradas.

“Son perros que sufren. Cuando salió lo del perrito con ácido a nosotros no nos sorprendió porque eso pasa aquí todos los días. Yo puedo recibir cuatro animales igual o peor que ese”, afirmó sobre una dolorosa realidad.

Las mascotas que se adquieren por impulso muy probablemente terminen en un albergue o en la calle.

“A las dos semanas, el perro está molestando”, expuso Quiñones, quien lo comparó con aburrirse de un juguete, pero con la gran diferencia de que el perro necesita atenciones y no se puede tirar debajo de la cama.