Es una lista de necesidades larga y costosa que pretende garantizar los derechos de una de las poblaciones vulnerables del país.

Por un lado, el piso, el techo, las ventanas, los equipos médicos, las luces, los aires acondicionados y el mobiliario del Hospital del Niño, en Guayabo, delatan una construcción de ya casi nueve décadas de existencia –89 años– que amerita ser renovada. Por el otro lado, la ausencia de equipo adicional como máquinas de signos vitales y desfibriladores –solo hay uno para emergencias– acentúa igualmente la necesidad de nuevas fuentes de ingresos para viabilizar esa renovación.

Pero la meta es costosa. Anualmente esta institución sin fines de lucro sobrevive con un presupuesto de $5 millones, cuya mayoría se usa para costear una nómina de 190 empleados, que incluye a un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud que buscan garantizar la integridad física y mental de 32 niños, niñas y adolescentes –entre las edades de cero a 21 años– que no tienen otro lugar a donde ir debido a sus múltiples condiciones sociales y de salud, que son severas, crónicas y permanentes.

La mayoría de estos pacientes-residentes llegan aquí referidos por el Departamento de la Familia porque se encuentran en un estado de indefensión que requiere que el Gobierno cumpla con su responsabilidad de velar –a través de este ente no gubernamental– por sus derechos, específicamente, los relacionados con la salud, la recuperación y reinserción social, la recreación, la educación y el seguimiento médico.

“No solo se trata de ventanas y pisos, aquí hay que remodelar más allá, todo lo que es la iluminación; los aires de estos nenes tienen que estar los 365 días prendidos; las unidades de aire ya son viejas”, expone María A. López, directora ejecutiva de la institución, regida por la Ley de Hospitales de Puerto Rico.

“Es hora de que este sitio, que es su hogar (...), sea alegre, sea iluminado, que esté bonito”, agrega.

En particular, la entidad necesita impactar tres de las cuatro salas donde residen 22 varones, féminas y pacientes encamados, lo que se estima sobrepase los $250,000, cantidad que aspiran recaudar a través del Radio Maratón All Stars, el próximo 18 de septiembre. Las fuentes de ingreso de la entidad incluyen asignación legislativa (5%), facturación al paciente (75%) y donativos o actividades de recaudación (20%).

“(Me gustaría una sala) más grande, con más cosas. Yo empezaría por el aire de aquí (sala de féminas), porque el aire de aquí enfría pero no como tiene que enfriar como los demás (...), que se pasa la mayoría del tiempo caliente”, comparte a este diario una de las internas del hospital, de 17 años.

De acuerdo con la directora médica, la doctora Elizabeth Pagán, las necesidades médicas, no estructurales, incluyen nuevas camas de posiciones y de camillas o sillas de baños, así como la adquisición de balanzas digitales y oxígeno de pared, que son más seguros y de mayor rendimiento. “Parte de estos equipos los tenemos (...) pero no para todas las salas”, subrayó Pagán.

“Se comparte mucho porque cada equipo es costoso”, agrega, por su parte, López.

Ya sea la adquisición o renovación del equipo, la misma impactará positivamente a una población que está bajo la custodia del Departamento de la Familia ya sea porque fueron abandonados o removidos por algún tipo de maltrato, por lo que pasaron del hogar familiar, el Hospital Pediátrico, hogares sustitutos de Familia o, incluso de ancianos, al Hospital del Niño, único lugar en el país donde pueden servir servicios integrales, incluyendo los educativos y recreativos, mientras otros semejantes a ellos y ellas esperan por un espacio.

Las condiciones de salud incluyen perlesía, hidrocefalia, convulsiones, autismo, discapacidad intelectual, distrofia muscular, así como anomalías múltiples, condiciones cardiacas y otras situaciones médicas que les hace depender de una gastrostomía para alimentarse. “El pronóstico de cada uno pasa a ser reservado (...). Muchos de ellos, si no recibieran todos los cuidados que reciben ahora, realmente no estarían vivos”, sostuvo Pagán.

“Es una realidad triste y difícil (...), todos los pacientes tienen condiciones crónicas y severas, pero lo más triste no es la condición crónica severa de salud sino la condición social que los acompaña”, añade.

Para López, no obstante, el Hospital del Niño deja de ser un lugar triste porque “llegaron a un sitio donde reciben todo lo que necesitan, no solo lo material”.