No ha llegado el mes de octubre y ya los precios de la gasolina están que meten miedo.

Ante el inevitable aumento en el precio del combustible, que durante el último mes se ha disparado a consecuencia del incremento en el costo del barril de petróleo y de medidas impositivas como la presentada por el Gobierno central para recaudar fondos para la Autoridad de Carreteras y Transportación (ACT), los puertorriqueños hacen malabares para mantener el tanque lleno y el bolsillo contento.

Ante este panorama, muchos ciudadanos han recurrido a métodos alternos de transportación, como utilizar la bicicleta o caminar a pie. Otros, como Alejandro Robles Rivas, han puesto en acción su creatividad y han encontrado la inspiración necesaria para construir sus propios carros ecoamigables. ¿Que cómo?

Se ha dicho que la necesidad es la madre de la invención y para este ex militar, residente del barrio Mavilla, en Vega Alta, esa inspiración llegó hace cuatro años cuando decidió ensamblar un carro “verde”, que no necesita ni una sola gota de gasolina -o cualquier otro combustible- para funcionar.

Todo comenzó con un accidente, según relató. El ingenioso hombre contó que para el año 2009 había comprado un sistema de energía eólica que por un error fue a parar al piso luego del paso de una tormenta.

De las piezas que quedaron de aquella inversión pudo recuperar el motor, con el que rápidamente se puso a “traquetear” hasta lograr hacer que produjera energía.

“La idea me vino a la mente mientras veía cómo funcionaba ese motor. Cuando vi que podía producir energía pensé en las posibilidades de poder poner a funcionar un carro con ese mismo mecanismo”, relató.

De inmediato, adquirió una pequeña Suzuki Forsa, del año 1985 (las famosas “tres potes”), a la cual le extirpó todos sus componentes de combustión, que fueron reemplazados por las piezas que la energizarían de manera innovadora.

De seguro sus 12 años sirviendo a la Marina de Estados Unidos, en donde se destacó, entre otros cargos, como analista de inteligencia, le sirvieron como punto de partida para poder materializar algunas de las invenciones que mueven el auto.

Debajo del bonete de la Forsa no se encontrará ninguna de las piezas originales que una vez le dieron fuerza. En cambio, un motor de corriente directa, una computadora especializada y una especie de abanico de aspas paralelas (blower wheel) son algunos los componentes que ponen en marcha a esta pequeña maravilla.

Precisamente, esto último fue el invento de Robles Rivas y la base de todo este proyecto.

A diferencia de otros vehículos eléctricos que están siendo fabricados por grandes compañías automotrices, la tecnología en esta “tres potes” no requiere de algún cargador especial para reabastecerse de energía ni mucho menos de una reserva de combustible.

El abanico adaptado es la parte que se encarga de tomar el aire que sopla contra el carro, para así activar un complejo mecanismo que recarga las seis baterías de ciclo profundo que ponen a funcionar al motor. Una versión más pequeña de este aparato se utiliza para controlar otros componentes como las luces y limpiaparabrisas.

Alejandro aseguró que con esta ingeniería su carro logra alcanzar una velocidad máxima de 62 millas por hora (mph), mientras que puede mantener un promedio de entre 48 a 53 mph en un terreno llano.

Más impresionante aún, una prueba de rendimiento que realizó recientemente le permitió recorrer una distancia de 21.5 millas consumiendo únicamente 1.5 voltios. Con cifras como estas, ¿quién necesita una gasolinera?

De hecho, Alejandro mencionó que el uso de esta tecnología boricua podría representar ahorros en combustible de sobre $4 mil anuales para el consumidor promedio.

“Esta alternativa, además de ser amigable con el ambiente, no representa un gasto mayor para las personas, que ya no van a tener que usar nada de gasolina para que su vehículo funcione”, manifestó.

Asimismo, dijo que la inversión inicial para poder llevar a cabo esta conversión de un sistema de combustión a uno eléctrico ronda los $6 mil y estima el mantenimiento rutinario en unos $300 cada tres a cinco años.

“Aun así, los ahorros son significativos”, aseguró.

Mientras continúa perfeccionado su sistema hasta el más mínimo detalle, Alejandro espera por algún auspiciador que lo ayude a pintar y tapizar el auto, a la vez que intenta completar los trámites de registro de patentes para sus inventos en la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU.

Su sueño, según confesó, es poder comercializar este sistema y algún día poder producir su propia línea de autos ecoamigables.

“No solamente he probado que un carro completamente eléctrico es una alternativa viable para nosotros, sino que he demostrado que mi invento puede regenerar la energía para poder extender la vida de las mismas baterías que prenden el carro”, señaló el hombre que, curiosamente, completó estudios universitarios en contabilidad.

“En Puerto Rico tenemos el potencial de hacer todas estas cosas. Yo sé que esta es una idea que tiene mucho potencial y que puede ser el nacimiento de una industria que crearía muchos empleos a nivel local”, sostuvo.