Parchos, bandas, monedas de chocolate y hasta maestras disfrazadas.

Esos fueron algunos de los elementos que se utilizaron para crear una fiesta de piratas en una escuela elemental y presentar a la Pirata mayor.

Se trata de Mía Victoria Aponte Oben, quien a sus dos años y medio enfrenta un diagnóstico de hipermetropía, ambliopía y estrabismo en su ojo izquierdo.

Esta pequeña ha enfrentado sus condiciones y su tratamiento con mucha energía pero, sobre todo, con el amor y el apoyo de los que la rodean.

El apodo de la Pirata mayor, no se trata de una burla de sus compañeros hacia ella, sino de una muestra de solidaridad. Todo comenzó cuando Barbie Oben, madre de la pequeña, le explicó a los directivos de Mundo Educativo Colegio Lucé, donde estudia la menor, que había que operarla de un ojo y que antes necesitaba usar un parcho, pero que temía que la niña se sintiera incómoda o que fuera objeto de burlas.

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La preocupación de la madre era genuina y a los directores del colegio se les ocurrió organizar una fiesta de piratas y de esa forma introducirle a la niña el uso del parcho.

Así las cosas, para hacerle el proceso menos complicado a Mía Victoria, la directora del plantel, Lorca Cruz, fue por los salones escogiendo buenos piratas, que según definió, son aquellos “que se destacan por buenas acciones”.

Les explicó a los niños de los niveles más grandes (primero a cuarto grado) que había una niña en el maternal que tendría que usar un parcho para poder ver bien por un ojo. Entonces, en un acto de solidaridad, los “más grandes” fueron los que ayudaron a crear la historia de cuatro piratas grandes que estaban buscando piratas buenos y que fueran pequeños, específicamente del salón de maternal.

De esta manera, los niños fueron al salón y comenzaron a narrar el cuento que culminaba con la pregunta: ¿Quién quiere ser pirata? La gran sorpresa es que de manera espontánea Mía Victoria dijo que quería serlo. En ese momento se le colocó uno de los parchos que iba a utilizar en su proceso de tratamiento, al igual que a sus compañeros, maestra y directora.

“Ella, desde que tiene su parcho, todas las mañanas me dice que hay que ponerle su parcho de pirata. Y ella se lo pega y puede hasta dormir con su parcho toda la noche. Ella no tiene ningún tipo de problema con su parcho, pero yo creo que si no hubiésemos hecho esta actividad y no le hubiese puesto el parcho en el momento de la actividad, yo creo que el feedback no hubiese sido el mismo. La felicidad de ella y la sonrisa de ella lo dicen todo”, comentó Oben.

La forma en que la familia y la escuela han trabajado este proceso con la menor ha sido clave en que ella acepte el uso de este parcho que dificulta la vista por la costumbre de utilizar los dos ojos. De hecho, colocarse el parcho por unos minutos crea cierta desesperación que hace que el manejo del mismo por parte de una niña de su edad sea una tarea admirada.

“La manera en la que ella ha tomado este proceso ha sido como un juego. Todos los días somos piratas”, explicó Oben al tiempo que destacó que hasta el peluche favorito de la niña, una osita a la que llama Lulú, usa espejuelos como ella y hasta le pone parchos.

“Yo me quedo maravillada, como esa niña responde a los cambios tan drásticos que ha tenido que vivir en poco tiempo. Es una nena bien especial”, comentó Barbie con satisfacción.

Se espera que a principios de noviembre del presente año, Mía Victoria sea sometida a una intervención quirúrgica para comenzar a corregir que su ojo izquierdo no converja, o gire, hacia la nariz.

Corazón de madre

Dicen que el corazón de una madre no se equivoca, y en el caso de Barbie parece que este refrán le cae a la perfección. Cuando la niña no había cumplido el primer añito, a la madre le inquietaba que su hija lloraba, pero no derramaba lágrimas. La llevó a un oftalmólogo pensando que tenía el lagrimal tapado, pero éste le dijo que eso era “normal” y que se le iba a quitar.

Sin embargo, durante un viaje de fin de semana a La Parguera, la niña comenzó a converger el ojo izquierdo hacia la nariz. Al día siguiente, Barbie llevó a Mía Victoria a dos oftalmólogos que diagnosticaron “changuerías de la edad de ella”. Al buscar una tercera opinión llegó a la doctora Magda De Pool, quien le dilató el ojo a la niña para ver hacia qué lado convergía el ojo y de esa forma ver en qué lado estaba el problema. Desde ese momento comenzaron a trabajar con las condiciones para preparar el camino hacia una operación.

Se espera que aun con la cirugía, en la que se va a trabajar el músculo del ojo y el aspecto neurológico, Mía Victoria continúe utilizando espejuelos, pero sin la condición de estrabismo. El parcho trabaja la ambliopía.

Con mucha fe y positivismo la familia de Mía Victoria espera que la operación sea un éxito y que la pequeña pueda seguir disfrutando del sentido visual.