Hablar con los padres y las madres del Centro de Aprendizaje del Niño (CAN) del Hospital del Niño, en Guaynabo, lleva al que escucha a aprender una lección de amor, acción, perseverancia y esperanza. Los progenitores llegan allí buscando terapias que ayuden a sus vástagos a lograr el máximo potencial en su desarrollo.

Dos de estas familias lo han hecho por dificultades en la comunicación verbal de sus pequeños.

Al principio, la incertidumbre y la frustración inquietaron a Aidyl Meléndez, de 36 años, y al matrimonio de Francheska Ortiz, de 25 años, y José Laporte, de 27 años, al identificar que sus vástagos tenían problemas para hacerse entender.

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“LO QUE HACÍA ERA LLORAR”

La inquietud era manifestada en las preguntas sin respuesta: ¿Por qué no hablaba? ¿Crecerá bien? ¿Qué tendrá?, contó Francheska. 

“Ella lo que hacía era llorar, llorar todo el tiempo… Tú no sabías lo que ella quería porque lo que hacía era llorar”, añadió sobre lo desesperante que era tratar de entender a su hija Abdianis Laponte, de tres años de edad, a quien le diagnosticaron rezago en las destrezas del lenguaje.

Pero mientras ella y su esposo se sumergían en el proceso de terapias del habla, al que acceden a través de referidos del Departamento de Educación, iban acariciando la tranquilidad.

La familia, a partir de los dos años de la niña, comenzó a buscar información que arrojara luz sobre lo que tenía la menor que incluyó pruebas de audición y servicios gubernamentales. “De verdad, ha sido un reto”, confesó.


Finalmente fueron referidos al CAN, donde se le brinda al niño o la niña, de entre dos a seis años de edad, servicios pre-educativos y terapéuticos para que logren adquirir herramientas para su desarrollo y funcionamiento integral. En el caso de Abdianis, las terapias del habla eran su alternativa.

Ahora, seis meses después de iniciado el proceso, Abdianis ha mejorado su comunicación con sus padres. “Mamá dame jugo” y “Dame leche” son algunas de las frases que la pequeña ha logrado expresar.  “Se está aprendiendo a comunicar más con nosotros”, agrega.

Y es que “lo que era una frustración ya es algo más manejable”, dijo José, contento con los resultados. “Si uno se lo propone por sus hijos, uno puede luchar y batallar”, afirmó.

En el proceso también descubrieron que debían vestirse de paciencia porque de lo contrario no podían “seguir  fluyendo con esta experiencia”, destacó José.

Por su parte, Francheska destacó que “al principio pensé que esto iba a ser cuesta arriba, pero al ver el fruto que mi nena tiene ahora me siento satisfecha porque de verdad aquí ella ha aprendido mucho. Y yo sé que esto no se va a quedar aquí, vamos a seguir con ella en el proceso hasta que esto termine, yo sé que ella va a estar mucho mejor”.

“¡DILO OTRA VEZ!” 

Al igual que Francheska, Aidyl Meléndez se dio cuenta de que su hijo, de tres años, tenía un problema de comunicación al comparar su desarrollo con el del resto de sus hijas ya que no se le entendía lo que intentaba expresar, por ejemplo, no podía decir su nombre ni edad. “Pensaba que era porque al ser varón era más lento”, mencionó. 

Aidyl optó por darle tiempo al menor e intentar estimularlo con información que encontraba en internet, pero su esfuerzo era insuficiente. Eventualmente le diagnostican rezago del habla y el Departamento de  Educación lo refirió al CAN.

“Ahora dice: ‘Tengo hambre’ ‘Dame comida’”, comentó. 

“Y cada vez que dice una palabra, pues es una fiesta, es un gozo, es una emoción. Es aplaudir. ‘Dilo otra vez’. Hasta que nos cansamos de escuchar”, agrega.

Aidyl asegura que continuará ayudando a su hijo –siempre están practicando–  aunque vaya a varios pasos más lentos que el resto de los niños y las niñas de su edad.

“Todos los niños son diferentes y, obviamente, aunque yo quería ayudarlo, no podía, tenía que hacerlo un especialista. Me siento tranquila, feliz y confiada en que yo sé que con un poquito de más de terapia, pues vamos a seguir cayendo en lo que él se supone que haga… y saber que vamos en camino y que esos logros los vamos cogiendo aunque vayamos tres pasos detrás de los de su edad, pues eso no me quita el sueño porque sé que él lo va haciendo y que lo vamos a lograr aunque se tarde un poquito… lo vamos a lograr”. 

Las terapias son posibles gracias al presupuesto del Hospital del Niño, una institución sin fines de lucro compuesta por un personal multidisciplinario –200 empleados entre regulares, contratos y servicios profesionales– que ofrece servicios de hogar, de salud y terapéuticos a 28 pacientes entre cero a 21 años de edad, referidos por Familia y que tienen condiciones crónicas de salud como perlesía cerebral, anomalías congénitas y rezago en el desarrollo. Adicional a estos, alrededor de 3,000 son impactados con las terapias que loa institución ofrece en su sede en Guaynabo o de manera ambulatoria en la Isla. 

Para ello, la institución, fundada en el 1924, busca constantemente forma de autosustentabilidad  como la tercera edición del Radio Maratón All Star de Primera Hora y SBS, que se celebrará el próximo 7 de octubre. En las dos ocasiones anteriores, el dinero recaudado ($161,000) fue invertido en la remodelación de las salas del hospital, donde residen los 28 menores; ahora, los recaudos irán destinados al desarrollo de una clínica de médicos subespecialistas pediátricos en las instalaciones de Guaynabo, a donde llegan a recibir las terapias.