Desde los 13 años de edad lo une un gran amor y lealtad a su más fiel acompañante: su saxofón, instrumento que Eddie “la Bala” Pérez ,uno de los fundadores e integrante de El Gran Combo de Puerto Rico, asegura que dejará de tocar el día que muera.

No hay duda de que así cumplirá su deseo, porque ni el enfisema pulmonar que le aqueja desde hace 15 años ha podido minar su enamoramiento con el saxofón. En total, cuenta con 63 años de experiencia en el pentagrama musical.

El veterano salsero, que goza de un buen sentido del humor y espontaneidad, estudió en la Escuela Libre de Música y fue a través de su profesor Luis González Peña que se enamoró del clarinete y luego del saxofón.

Curiosamente, el salsero santurcino, criado en cuna humilde –su madre era costurera y su padre, chofer–, optó por no emprender una carrera en ingeniería tras haber sido aceptado en el Recinto Universitario de Mayagüez porque asegura que “Dios me puso en la música”.

Tras ganar experiencia en varias orquestas del patio, Eddie Pérez conformó la agrupación Cortijo y su Combo, de Rafael Cortijo, pero debido a diferencias en el conjunto, decidió con Rafael Ithier, Roberto Roena, Héctor Santos, Tito Vélez, Martín Quinones y Miguel Cruz salir del grupo, emprender un nuevo viaje en la música y funfdar en 1962 con sus colegas El Gran Combo de Puerto Rico, actualmente la principal institución musical de este país.

¿A qué obedece el éxito de El Gran Combo para celebrar este noviembre sus 50 años en la música?

Por su calidad de gente y por la humildad, porque a la gente le gusta compartir con nosotros y a nosotros con ellos, retratarnos y conversar, y a nuestros fanáticos les gusta eso. Siendo humildes ganas más que siendo pedante.

¿Cómo han mantenido la armonía entre todos?

Es como en el matrimonio, tiene que haber una pelea para que la cosa camine y no es que nos vamos a los puños, pero discutimos para que la agrupación siga su norte. Esa es una de las cosas que Dios nos ha dado. Esperamos cumplir cinco u ocho años más.

¿Cuán sacrificada es la carrera de un músico?

Mucho, porque hay que estar fuera de la casa (en fechas importantes y hasta velatorios de familiares) y eso uno lo siente. Aunque esté en un hotel de cinco estrellas, no hay nada como la cama de uno.

¿La paga de un músico es justa?

En ese sentido, esta agrupación es la mejor que paga en el mundo entero. Es que Ithier, si hay mucho, nos lo repartimos y, si hay poco, nos lo repartimos también. Ithier cobra doble por su posición y desde el principio ha sido así. Ithier es el más negocios que hace y tiene gastos de llamadas.

¿Se puede vivirde la música?

¡Si! Pero hoy día se han perdido mucho los bailables. Imagínate, para esos bailables se cobraría mucho y la situación económica está mal. No hay taller en Puerto Rico, no hay lugares para tocar. La gente que no está trabajando no va a botar $15.

¿De dónde viene su apodo “la Bala”?

Soy un atleta frustrado. En el barrio que me crié hacían field days y yo era ligerito corriendo y me decían: ‘Ese muchachito es una balita’. Con el Combo de Cortijo yo hacía que me sacaba un ojo y lo tiraba al público y decía: ‘La Bala Brother’ y por eso me quedé la Bala.

¿Qué le parece el Puerto Rico de hoy?

Yo lamento mucho lo que está pasando Puerto Rico. Cuando yo me criaba, en la casa de nosotros dormíamos con las ventanas abiertas aunque se podía escuchar una pelea (en la calle). Nosotros hoy en día somos los presos que estamos encerrados por la rejas. Es lamentable ver los tiroteos en los expresos, malls y en la calle.

¿A qué atribuye tanta violencia?

A cuando nos quitaron (a los padres) el poder de regañar a los hijos, porque era maltrato infantil. Le doy gracias a Dios que mis tres hijos (Eddie, Miredys y Mariel) me han salido responsables.

¿Cómo fue su infancia?

Muy bonita, la disfruté de rabo a cabo. Claro, (si para esa época) existiera la Ley de Maltrato de Menores, papá hubiese estado preso de por vida porque fue fuerte conmigo. Papá me daba un set de azotes y un speech. En una ocasión me hincó (las rodillas) en unos guayos y con dos planchas de acero y yo decía para mí: ‘Ay Dios mío’, pero no decía nada porque, si decía algo, me pegaba más. Una vez se le cayó la placa de la correa con la que me daba y se la di pensando que no me daría más por habérsela encontrado, pero no fue así. Le agradezco que me dio una educación y gracias a eso he sido un buen muchacho sin ninguna cosa mala, aunque me doy mi trago socialmente.

¿Ha contemplado el retiro?

Por lo pronto no, hasta que Dios diga. Y ese día daré las gracias allá arriba por el cariño que tuve de todo Puerto Rico, por lo que me siento satisfecho.

¿Cómo quiere que lo recuerden cuando muera?

No sé, como ‘la Bala Brother’, aunque me refiero a una de salvavava (ríe).