El pueblo boricua estaba sumido en la incertidumbre, el dolor, la desesperanza y la angustia. Habían pasado 13 días del catastrófico y mortífero huracán María por Puerto Rico.

La mayoría de los residentes carecían del servició eléctrico y de agua potable. Las telecomunicaciones colapsaron. Muchos se enfrentaban a shock de perder sus hogares, de no tener nada, otros lloraban la muerte de un ser querido.

Sin embargo, el 3 de octubre de 2017 había un halo de esperanza. Puerto Rico se paralizaba –lo poco que se movía– pues el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, arribaba a suelo borincano para palpar de primera mano, en una agenda de poco más de cuatro horas, las penurias de su territorio.

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A las 11:41 de la mañana, aterrizaba el avión Air Force One en la base aérea Muñiz, en Carolina. Era su primera visita como oficial máximo del país norteamericano. Lo acompañó su esposa, Melania Trump, la comisionada residente en Washington, Jenniffer González, y varios jefes de agencia, asesores y periodistas internacionales.

A eso de las 12:05 de la tarde, el magnate recibió por parte del gobierno un resumen de todo lo sucedido y los esfuerzos realizados para ayudar a los damnificados que dejó el huracán categoría 4.

Allí, con varios alcaldes presentes, en su mayoría del Partido Nuevo Progresista, Trump lamentó que el presupuesto estadounidense se hubiera descuadrado con la ayuda enviada a Puerto Rico. Además, comparó lo sucedido en el archipiélago con el huracán Katrina en Nueva Orleans.

El presidente de Estados Unidos llegó a la Isla tras la devastación causada por el huracán María.

- "Cada muerte es un horror, si miras una verdadera catástrofe como Katrina y te fijas en los cientos y cientos de personas que murieron y luego miras lo que pasó aquí con una tormenta que era dominante, nadie ha visto nunca nada de eso… ¿Cuántas muertes hubo?", preguntó Trump.

- "16", contestó Rosselló.

- "Debes de estar orgulloso", le replicó Trump en aquel entonces, mientras el gobernador asentía.

Tras esas agridulces palabras, a la 1:15 de la tarde, Trump y Melania se dirigieron a la urbanización Muñoz Rivera, en Guaynabo, para visitar a supervivientes.

El lugar escogido causó reacciones contrapuestas en los boricuas. Si bien algunos agradecían la visita, otros entendían que no era una zona representativa de la magnitud del desastre ocurrido.

Posteriormente, 1:50 p.m. los dignatarios visitaron Calvary Chapel, en Los Jardines Shopping Center, en el mismo municipio, donde repartirían suministros.

Para sorpresa e indignación de muchos, el presidente republicano lanzó papel toalla a los presentes como si fueran pelotas de baloncesto, mientras sonreía.

La imagen fue difundida a nivel mundial y recibió fuertes críticas nacionales e internacionales al catalogar su acción como una broma o burla en medio del dolor. Incluso, lo compararon con otras emergencias como Harvey en Texas e Irma en Florida donde no realizó el mismo acto.

Donald Trump en la iglesia Calvary Chapel. (AP / Evan Vucci)
Donald Trump en la iglesia Calvary Chapel. (AP / Evan Vucci)

A las 3:00 de la tarde, Trump se dirigió al USS Kearsarge para tener una reunión con el gobernador de Islas Vírgenes, Kenneth Mapp.

Cuarenta minutos más tarde, el presidente norteamericano sostuvo una reunión con los militares, el gobernador Ricardo Rosselló y el gobernador de Islas Vírgenes.

Y, 25 minutos después –una hora y cinco minutos antes de lo programado-, Trump y la primera dama partieron de San Juan a la capital federal, Washington D.C., dejando un mal sabor en la vida de algunos y apagando las esperanzas de una pronta recuperación en otros.