En momentos en los que la economía aprieta y la criminalidad nos agobia, el deporte ha servido como una escapatoria y nos ha dado momentos para sonreír y festejar.

En marzo, 28 peloteros se pusieron el uniforme de Puerto Rico con una misión: brillar ante los ojos del mundo y dar la mejor representación posible en el Clásico Mundial de béisbol.

Dicho y hecho. En marzo, Puerto Rico sabía a béisbol. Era un sabor que no se experimentaba hacía varios años, pero el equipo dirigido por Edwin Rodríguez cautivó a todo un pueblo. Alcanzó el subcampeonato del torneo, eliminando a gigantes como Venezuela, Estados Unidos y al dos veces campeón Japón.

Reímos y gritamos. Fueron muchos los que soltaron un eufórico “...ñeta” en algún momento de fiesta, esa expresión que se convirtió en un tipo de grito de guerra durante el torneo.

Por esas semanas inolvidables en que el béisbol nos unió como pueblo y nos hizo olvidar nuestras penurias, Primera Hora escogió al equipo de Puerto Rico en el Clásico Mundial como la Figura del Año.

“Me siento bien contento por esta elección, sabiendo que hay otras figuras que enaltecieron a Puerto Rico durante todo el año”, reaccionó el dirigente Rodríguez. “Uno se siente bien orgulloso de todo ese sacrificio que se hizo. Fue un sacrificio colectivo: del cuerpo técnico y de los jugadores”, añadió el mentor boricua.

Para los peloteros fue una experiencia que siempre atesorarán. No solo vistieron la camisa de Puerto Rico, sino que les brindaron unas semanas de alegría a un pueblo que las necesitaba.

“Estoy sumamente orgulloso de poder brindarle alegría a mi país haciendo lo que más me gusta. Al igual, fue una experiencia muy bonita recibir el apoyo de un país y todos los puertorriqueños en las ciudades que jugamos”, expresó el estelar guardabosques Carlos Beltrán a Primera Hora.

Los 28 peloteros se convirtieron en héroes de todos. Detrás del plato, el receptor Yadier Molina se vistió de mariscal y encaminó un juvenil cuerpo de lanzadores a triunfos inesperados.

“Se siente bien que el país nos diera el apoyo en aquel momento. Esas tres semanas fueron de buenas experiencias y de un buen compartir como equipo”, expresó por su parte Molina.

El pueblo tuvo la oportunidad de ver a este histórico equipo de primera mano. El estadio Hiram Bithorn se llenó a capacidad para los tres partidos de primera ronda del 8 al 10 de marzo, fase en la que Puerto Rico eliminó al favorito Venezuela en el segundo choque.

En ese partido, el querendón del béisbol invernal, Luis “Wicho” Figueroa, conectó un doble decisivo impulsor de dos carreras en la octava entrada para encaminar el triunfo, 6-3, y lograr la clasificación a la segunda ronda en Miami.

Fue uno de varios momentos mágicos que comprobaron que algo especial estaba sucediendo. No todos los grandes hits iban a ser de Beltrán, Molina, Ángel Pagán o Alexis Ríos. En ese equipo, todos estaban listos para brillar, sin importar que no hayan tenido un turno en las Grandes Ligas.

“Ese fue mi hit de Grandes Ligas. Eso fue mi todo, lo más grande que me ha pasado”, compartió recientemente Figueroa, a quien le brillan los ojos al hablar del momento.

Puerto Rico llegó a Miami a competir con República Dominicana, Estados Unidos e Italia por dos espacios en la semifinal de San Francisco.

Eventualmente, a los boricuas les tocó bailar con Estados Unidos por el último boleto a San Francisco. Contrario a la debacle del 2009, Puerto Rico aguantó. De la mano del brazo de Nelson Figueroa, Puerto Rico eliminó a Estados Unidos 4-3, desatando la locura entre los miles de puertorriqueños en el Marlins Park. Muchos de ellos viajaron la noche antes desde la Isla con la esperanza de vivir un momento histórico.

Mientras el dirigente estadounidense Joe Torre hablaba de la derrota en la sala de prensa, su voz competía con el ruido del fiestón que los boricuas habían montado afuera del estadio. Era un pedacito de Puerto Rico en Miami.

Pero lo mejor estaba por llegar. En San Francisco, en un AT&T Park repleto de fanáticos japoneses, Puerto Rico derrotó al dos veces campeón Japón, 3-1, para asegurar su espacio en la final.

En el parque, decenas de boricuas celebraban al son de plena mientras sus héroes se abrazaban en el terreno.

Finalmente, Puerto Rico cayó en el partido de campeonato contra República Dominicana, 3-0. Pero no habían reproches. Los quisqueyanos fueron los mejores y terminaron el Clásico con faja invicta de 8-0. Luego del partido, ambos equipos se fundieron en un abrazo caribeño.

Mientras, los protagonistas comenzaban a caer en cuenta de la grandeza de su gesta. A través del deporte unieron a todo un país. De repente, la gorra del equipo de Puerto Rico era la prenda de moda en la Isla, un símbolo de orgullo.

Rodríguez reconoce que nunca se imaginaron que causarían tanto furor.

“Lo que sucedió era algo inimaginable. Decir que esperaba algo así, pues te estaría mintiendo. Cuando estábamos en San Francisco, mi hermano me decía ‘Edwin, ustedes no tienen idea de lo que está pasando en Puerto Rico’. Nosotros ni sabíamos, ni queríamos saber. Estábamos concentrados. Pero de que esperaba algo así, pues no. Fue algo apoteósico. Yo nunca había vivido algo así. El pueblo se botó”, sentenció Rodríguez.