Cada cual tiene su propia motivación, pero todos tienen algo en común: abandonan las comodidades y la seguridad de sus hogares para ayudar a los demás, perfectamente extraños en la inmensa mayoría de las ocasiones.

Muchos voluntarios trabajando en la emergencia provocada por el huracán María se agrupan bajo La Cruz Roja Americana. Son alrededor de 100 y su nivel experiencia varía enormemente, desde novatos que debutan en este campo con María hasta la delegación de Costa Rica, donde sus cuatro integrantes todos superan los 20 años de voluntariado.

Para el tico José Campos son varias las motivaciones y no lo niega: ama la aventura. 

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“Luego es el espíritu humanitario de venir a ayudar las personas y poner en práctica y las habilidades en que has entrenado por tanto tiempo. Sentirte útil”, dijo Campos, instructor de búsqueda y rescate y con 32 años de experiencia como voluntario de La Cruz Roja.

Su compatriota Marvin Portugués aplica otro razonamiento: “En el día de mañana pudiera ser yo (el necesitado) y quisiera que aparecieran personas de otros países a ayudarme”, dijo.

Así se expresó también Pam Faubion, quien llegó a Puerto Rico con su esposo Joe. Ambos son residentes de Florida y son veteranos de otras misiones como los huracanes Sandy y Katrina y destrozos provocados por tornados en la ciudad de Kansas City, Missouri.

“Quisiera que si me pasa algo a mí, otros vinieran a ayudarme’, dijo. 

GFR Media habló con estos voluntarios en una iglesia de la urbanización Floral Park, que se ha convertido en una especie de hospedaje para los voluntarios de La Cruz Roja. La entidad opera desde hoy en la Fundación Angel Ramos tras organizar su operación desde un hotel en Isla Verde.

El miércoles, por ejemplo, visitaron Naguabo, Bayamón y Vega Alta. Solamente en Naguabo repartieron 4,032 litros de agua y 1,020 libras de comida en varias comunidades. El Nuevo Día los acompañó en el recorrido.

Juan Carlos Espinosa Chárriez, del liderato de La Cruz Roja en Puerto Rico, explicó que el operativo de La Cruz Roja en Puerto Rico se divide en varias “misiones” como lo es la distribución de alimentos en hogares de envejecientes, orfanatos y comunidades particularmente devastadas por el huracán. También colaboran en la reconexión de individuos utilizando ‘hot spots’ para el uso de internet en comunidades particulares y listas de nombres entrados en la página de Internet de La Cruz Roja de personas de quien se desconoce su paradero. 

Karry Anderson se considera “retirada” a los 49 años y llegó el martes proveniente del estado de Minnesota. La misión en Puerto Rico es apenas su segunda, tras haber sido activada a la Islas Vírgenes estadounidenses tras el paso del huracán Irma.

“Quizás la próxima vez sea yo quien necesite la ayude”, dijo para explicar su motivación para acivarse. “Además, tengo el tiempo”.

Entre los voluntarios de La Cruz Roja, que se nutre de donaciones, aportaciones de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) y recursos propios, figuran boricuas como Usama Hamid y Nicole Vidal. 

Hamid, de 27 años, vio como María dio al traste con sus vacaciones en Islandia cuando el huracán provocara la cancelación de su vuelo.

“Tengo los días, así que voy a aprovechar y me uno a la Cruz Roja la mayor cantidad de tiempo que pueda”, dijo el carolinense al contar que dos hermanas menores también se han unido a la Cruz Roja. 

Nicole Vidal se unió a la Cruz Rojas tras el paso de Irma por Puerto Rico en la fase de evaluación de casos de afectados por la tormenta. Ahora distribuye alimentos de pueblo en pueblo y ya ha visitado Cataño, Río Grande y Toa Baja.

Hamid ha ido a Cataño, Toa Baja, Adjuntas y Toa Alta.

“Estoy tratando de contribuir a la situación de una manera positiva, hacer algo de manera organizada. Quiero sentir que los esfuerzos no son en vano”, dijo Vidal, quien ya trabajó como voluntaria en un santuario de animales en Africa del Sur.