Isabela-Su casita de madera en una tonalidad verde agua, junto a un precioso flamboyán y el mar de fondo a lo lejos, lo era todo para Robert Díaz Serra.  La linda y humilde vivienda hasta inspiró un cuadro paisajista que se vendía en una conocida tienda de decoración.

Pero de aquella estampa que muchos se paraban a contemplar en el sector Bajura, barrio Jobos, en Isabela, el huracán María solo dejó un piso de cemento y cachivaches retorcidos por la tempestad.

Robert durmió muchos días a la intemperie hasta que una iglesia le llevó una pequeña caseta, pero la lluvia podía más y se mojaba. En días recientes, una fundación de Denver, Colorado le trajo una casa de campaña más grande, donde pasa los días y noches, acompañado por Lobo, un perro sato que rescató de la calle.

En el barrio ya hay luz, pero Robert no tiene casa y la pérdida de su hogar lo ha sumido en una depresión severa, que lo ha llevado a atentar contra su vida. El pasado mes estuvo recluido en un hospital psiquiátrico en Cabo Rojo, luego que recibió una carta de la Agencia Federal para el Manejo de Desastres (FEMA) denegándole la ayuda, pues no tiene título de propiedad.

“Me da pena ver mi casa así. No hace mucho me traté de ahorcar porque pasan los días y uno sigue igual y ya mismo viene la época de temporales”, dijo con voz tenue. Cuando Primera Hora lo encontró estaba descalzo, pensativo y sin camisa, al pie de lo que fue su casa.  Sobre una mesa plegadiza había un empaque desechable de comida y un pequeño radio de baterías prendido en una emisora con música de salsa. Ese dijo, es su único entretenimiento.

El hombre de 60 años nació y se crió en la casita en la que cuidó de su madre hasta que falleció de cáncer. Después, él se dedicó a embellecer la estructura a la que le hizo una chimenea con piedras, que el ciclón no se pudo llevar.

Ya han pasado seis meses de aquel azote que lo llevó a dormir 10 días en un pequeño baño de concreto, fue lo único que quedó en pie, aunque sin techo.

Narró que el alcalde Charlie Delgado Altieri lo ha visitado en dos ocasiones y le dijo que el Municipio lo ayudaría a reconstruir la casita, pero la ayuda no llegado. Lo más que lo ha perturbado, dice, fue la carta de inelegible de FEMA.

“Cuando vi la carta quedé como loco. FEMA no me ha dado un centavo y el Alcalde dice que me va a hacer la casa, pero no se sabe cuándo. Aquí tenemos un problema con la dirección porque dicen que esto es playa Jobos, pero es Bajura y tuve que llevar la dirección exacta, pero FEMA no me dio nada”, describió. Añadió que el solar es una herencia y “aunque tengo las escrituras de mami, tengo que sacar permiso de los hermanos míos”.

“Es bien difícil la vida aquí, principalmente cuando llueve porque todo esto se me llena de agua y lo que estoy comiendo son potes de sopa (sin calentar). Cuando oscurezca me encierro y para mí es más malo. porque yo no tengo vicios. Si estuviera borracho o endroga’o me tiraba ahí y no me importaba, pero estoy pasándolo más malo”, sostuvo el isabelino.

-¿Cuál es su mayor necesidad?, le preguntamos.

-“La casa. Si tuviera la casa, aparece to’, después, poco a poco. Como yo lo que quiero es la casa no me importa dormir en el piso o dondequiera después que la tenga. Hay mucha gente que me ha dicho que si tengo los materiales me ayudan a hacerla”, afirmó.

Robert está desempleado. Trabajó 20 años en una fábrica de ensamblaje de piezas electrónicas. “Sobrevivo con $130 de los cupones y con lo que me ayuda la gente. A veces talo patios por ahí”, narró para agregar que le faltan dos años para coger el Seguro Social.

Tiene familia, pero vive solo. Relató que tiene un hermano que vive en San Sebastián y otro, que reside en otro barrio en Isabela. También tiene un hijo de 20 años que vive con la mamá en el pueblo y agregó que a veces “viene por ahí”.

Para su condición emocional recibe tratamiento en la clínica APS Healthcare en Aguadilla. “Este miércoles tengo cita”, sostuvo. Contó que en una ocasión anterior pasó por otro episodio depresivo, pero dijo que esta vez ha sido más fuerte.  “Ahora me ha atacado más, demasiado. No duermo y estoy triste, pensando cuando saldré de esto”, lamentó.

“Oigo voces y cosas, pero la mano de Dios está aquí. Hace mes y medio estaba trepándome en el palo ese (señalando al flamboyán) pa’ guindarme con la soga y pasó una gente y no me dejaron. Llamaron a la línea PAS y hasta que no vino una ambulancia a recogerme no me dejaron y me ingresaron”, relató el atribulado hombre.

“Cuando tenga la casa me siento mejor, aunque no tenga nada. Y con un trabajito sería mejor porque así distraigo la mente y, manejo también. Cuando tenía la casa yo cocinaba to’ los días”, expresó.

“Espero tener la casita, porque ya mismo vienen los temporales y eso fue el Diablo lo que pasó por aquí, eso era muy fuerte. Lo pasé (el huracán) en una escuela, en un edificio grande y quería tumbarla, pero me tumbó la vida a mí…, se llevó la casa mía y eran recuerdos de mami… acabó conmigo”, añadió el isabelino que sólo completó el octavo grado.