Jamás pensé que compartir por Instagram un sencillo vídeo donde mi hija Miranda, de dos años, usa sus encantos para evitar el regaño de su madre, me llevaría a escribir una columna semanal en el periódico. Conociéndola me lo sacará en cara cuando esté más grandecita.

Lo último que escribí mayor a 140 caracteres fue una cartita de amor a mi marido cuando cumplimos cinco años de casados. Por cierto, buen momento para recordarle que le conviene no olvidar que falta un mes para el sexto aniversario.

Aunque disfruto escribiendo algunas cositas para mi familia, nunca pensé en hacerlo de esta manera. Solo recuerdo haber escrito formalmente  para un certamen de escritura en séptimo grado. Llegué en tercer lugar, posición que puede ser buena o mala dependiendo de la cantidad de participantes. En esa ocasión éramos solo tres.

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Cuando recibí la llamada de Primera Hora pensé que me preguntarían sobre mi salida de “Dando Candela”. Debido al consumo de altas dosis de radio AM no fue difícil preparar la típica respuesta de un político en aprietos o de un funcionario del FBI: “No tengo comentarios por el momento y no puedo negar ni confirmar nada”. Sin duda Rosa Emilia debe estar orgullosa de mi respuesta.

Tremenda sorpresa la mía cuando en vez de preguntarme por “Candela” me invitaron a escribir. En momentos en que miro al futuro con apertura e intriga, surge una interesante alternativa de comunicación que, aunque diferente a lo que siempre he hecho, es afín con lo que más disfruto: entretener comunicando.

Los que trabajamos en  el ambiente artístico nos acostumbramos a un abrir y cerrar de puertas. Vivimos con la perilla en la mano,  lo que nos obliga a evaluar cada oportunidad. 

Cuando miro atrás y repaso el camino que me llevó a la televisión, veo casualidades, pero también gestiones que produjeron resultados. Algunas tan sencillas como una buena actitud.

Siempre con la mano flaca arriba disponible para los “talent shows” de la escuela y los café teatro de universidad, así como en audiciones para lograr algún espacio en pasos de comedia de programas como “Sálvese quien pueda”.

Por pequeña que sea la tarima debemos hacer siempre lo mejor posible, pues todo trabajo previo sirve de referencia para el futuro. Fue así como logré una oportunidad en “Pa’ que te lo goces”, producido por Tony Mojena. Recuerdo que en una ocasión llevó un ilusionista al que se le ocurrió apagarme un cigarrillo en la lengua. Por poco vomito en vivo, mientras Mojena se arrancaba los tres pelos que le quedaban en la coronilla. Aunque duré poco y gracias a Dios sin vicio de cigarrillo, esa oportunidad me abrió las puertas en  “Anda pal cará” y “Dando Candela”, producidos por Soraya Sánchez.

Igual a mi primera columna, todas estas oportunidades fueron precedidas por un oportuno instagram, una gestión sencilla que se encontró con la casualidad.

¡Que para bien sea!