El niño se mostró tímido ante las cámaras, pero una mirada y un beso de sus padres fueron suficientes para que una sonrisa se dibujara en el rostro. La noticia del secuestro del menor pareció pasar a un segundo plano ante las muestras de cariño entre la familia dominicana que continúa depositando toda su fe y esperanza en Puerto Rico.

Alfry Infante Pérez, de seis años de edad, fue raptado por cuatro sujetos el pasado martes por la mañana en una esquina de la avenida Borinquen, en Barrio Obrero, en presencia de su hermano pequeño de cuatro años, su padre, José Alberto Infante, y un amigo de este último que se encontraba en un viaje de placer en Puerto Rico.

El niño fue recuperado horas más tarde al ser encontrado en Hato Rey por una profesora de la Universidad de Puerto Rico luego de activarse la alerta Amber y una movilización masiva por parte de las agencias estatales y federales. Pero la historia del secuestro ahora se comenzará a conocer con muchos más detalles provistos por sus propias víctimas.

“Le dije que yo estoy solo. Quería ver a papá”, dijo el menor al describir el momento en que fue asistido por la profesora de historia y de música luego de ser abandonado frente al Mercantil Plaza por sus secuestradores.

Infante, el padre del pequeño, aseguró que el secuestro se efectuó por una banda “profesional”. El comerciante, que había sido secuestrado en el 2004, descendió las escaleras de su apartamento, el cual colinda en los altos con su negocio, El Canasto del Caribe, cuando fue sorprendido por los individuos armados que transitaban en una guagua Cherokee.

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“Siempre las personas especulan cosas que no son verdad. Nunca he estado envuelto en drogas ni armas. Yo nunca he sido arrestado por nada”, sostuvo el comerciante al ser preguntado directamente si el rapto de su hijo se pudo haber dado por algún negocio turbio o ilegal.

No obstante, la historia de Infante es similar a la de muchos otros inmigrantes que entraron a Puerto Rico en yola y que han podido sobrellevar prejuicios y dificultades económicas para progresar. “Yo nunca hubiese tenido estas oportunidades en mi país. Estoy agradecido”, dijo el ciudadano estadounidense.

La pareja recibió a los medios en su apartamento. Subrayó la necesidad de estar más vigilantes ante el alto nivel de criminalidad en el país y se afianzaron en sus creencias religiosas para explicar el desenlace del reencuentro con el pequeño, aun cuando 10 a 15 minutos de registrarse el rapto un tío del padre de los niños recibió una llamada de los secuestradores en que se le indicaba que “matarían a todos” si se contactaban a las autoridades.

“Dios es grande. Nunca perdí la fe. Tenía la paz en mi corazón”, sostuvo la madre del menor, mientras abrazaba a sus hijos de seis y cuatro años. Ambos niños cursan estudios en la prestigiosa escuela Cupeyville.