Juana Díaz.- “Lo lograste. Aunque te haya costado, ya pasó. Lo importante es que saliste un triunfador. ¡Felicidades!”.

Así leía una pancarta dirigida al cadete Axel Javier Caballero Monge, uno de los 225 jóvenes participantes del programa Youth Challenge Academy de la Guardia Nacional de Puerto Rico, que ayer obtuvieron su diploma de escuela superior durante la graduación de la clase 16-01 en el Coliseo Dolores “Toyita” Martínez.

La cartulina colgaba de una baranda del segundo piso, delante de una veintena de personas que vestían camisetas con el rostro del cadete. Y como ellos, al menos una decena de núcleos familiares demostraba, con mensajes similares en el pecho, el amor y el orgullo que sienten por estos jóvenes que hace solo seis meses eran desertores escolares y presentaban conductas de riesgo.

El resto del público, igualmente eufórico, aplaudía y gritaba en celebración de este logro, que es el primer paso en la nueva vida de estas chicas y chicos de 16 a 18 años de edad. 

La ceremonia comenzó vibrante con el desfile de entrada de los graduandos y a medida que fue corriendo el protocolo afloraron emotivos testimonios de superación. 

Rebeldía y descontrol

Del origen de su rebeldía y cómo la relación disfuncional con sus padres llegó al límite de la violencia, dio testimonio Ángel Omar Rebollar Maldonado. 

“Cuando tenía cinco años, una persona les preguntó a mis padres si mi hermano y yo éramos los niños que habían adoptado. Entonces surgió  una duda. Tan solo con cinco años necesitaba saber el significado de la palabra adoptado”, expresó el joven.

“Esa noticia fue demasiado impactante para mí. Al pasar los años, las diferencias entre nosotros se  hicieron más evidentes. Ese sentimiento de no ser amado por mis padres (biológicos) perturbó mi mente. Sentía rencor ya que mi madre biológica no me había dado una oportunidad para verme crecer. Me preguntaba por qué me dejó”, continuó el graduando esforzándose en hablar español, pues su lengua materna es el inglés.

Rebollar Maldonado confesó que “esa rabia la desahogué con mi familia” y “le falté el respeto constantemente a mi padre”, al punto de que un día lo golpeó en medio de una pelea y tuvo que ser llevado al hospital.

Ese fue el clímax de su “descontrol”. Pero en vez de rechazo, lo que recibió de su madre fue “profundo amor”, y ahí llegó la determinación de ingresar a la Youth Challenge Academy.

“He visto cómo mi vida ha influenciado a otros. Actualmente, poseo un promedio de 3.67, (luego) de ser un joven que fracasó en primer grado”, afirmó orgulloso.

“Ya sé lo que significa la palabra adoptado. Ahora sé lo que significa de verdad. El ser adoptado es amar a una criatura aunque no haya salido de ti. Gracias mami, gracias papi. Los amo”, manifestó Rebollar Maldonado, arrancando sonoros aplausos.

La juventud no está perdida

Adaliz Marie Oquendo Colón, quien tuvo a cargo la reflexión, afirmó que “dejamos de ser un problema para convertirnos en la solución… para demostrar que la juventud no está perdida”.

Mientras, la representante de la clase, Aleisha Joan Ramos Ortiz, recordó que no fueron fáciles las dos semanas de aclimatación, los ejercicios, los horarios, las comidas y tomar siete clases diarias. Sin embargo, agradeció a los maestros por permitirles “descubrir habilidades que ni sabíamos que existían”.

La formalidad de los graduandos se flexibilizó según se aproximó el fin de la ceremonia. Diploma en mano, desfilaron sonrientes de regreso a sus sillas, mirando de reojo a su gente ubicada en las gradas.

Al ser declarados graduados, finalmente dejaron ver sus emociones lanzando los birretes y fundiéndose en prolongados abrazos, que los mantuvieron unidos mientras se proyectaban imágenes de su paso por el programa al ritmo de la canción El cielo es el límite, de Tercer Cielo.