De vuelta a Puerto Rico luego de recorrer unas 1,200 millas por República Dominicana y Cuba, pedaleando a través de decenas de pueblos y ciudades, los miembros del proyecto histórico cultural “Rodando la historia: Navidad antillana en bicicleta” celebraron la parte final de este recorrido inicial con paradas en la Isla.

Antes, Rafael Juarbe y Miguel Sosa tuvieron la oportunidad de ofrecer detalles de una buena parte de su travesía de este a oeste por la Mayor de las Antillas, y que incluyó, entre otros momentos relevantes la despedida del 2016 en la ciudad colonial de Trinidad.

“Llegar a Trinidad fue como regresar a un lugar lleno de magia. Su arquitectura colonial intacta provoca una relación un tanto desconocida de nostalgia y alegría”, explicó Juarbe.

Para esperar el fin de año fueron a la Casa de la Música, pero ante la gran cantidad de turistas de Europa y Norteamérica, decidieron buscar una celebración tradicional de los locales. Así llegaron a la casa de un matrimonio que disfrutaba con música que animaba su hogar y los de los vecinos. Según el dúo, los elementos religiosos inundaban la casa con rituales que abundan por toda Cuba.

“Frente al hogar había un muñeco hecho de diversos materiales que esperaba la medianoche para ser prendido en llamas. Tenía papeles que decían lo que cada cual quería olvidar del 2016. Nosotros aprovechamos y también escribimos lo que queríamos dejar en el olvido”, contó Juarbe sobre los momentos previos al final del año. “Dieron las 12 y no hubo fuegos artificiales, pero si vimos al pueblo confundirse en abrazos y buenos deseos. Entonces le dan candela al muñeco y lo observan como un momento de esperanza. También echan agua a la calle para sacar lo malo del año que se despide. Lo hacen con una olla tirando tres veces el agua que contiene”.

Otro elemento notable es que prácticamente no se escucha música navideña, sino que bailan salsa y reguetón. “Es una celebración agrandada de lo que se hace el resto del año”.

El 2 de enero viajaron a la sureña localidad de Cienfuegos, cuyo casco urbano exhibe una arquitectura de corte francés. Para el 3 de enero corrieron escoltados por cultivos de arroz hasta llegar al pequeño pueblo de Girón, “un lugar de gran relevancia revolucionaria por la batalla librada en 1961”. El 4 de enero “cruzamos de sur a norte, del Mar Caribe al Océano Atlántico”, hasta la ciudad de Matanzas, donde además de música callejera y coloridas actividades se encontraron con el fervor de la celebración de las semifinales de la liga de béisbol cubano entre los equipos de Matanzas y Granma. 

El día de Reyes, ya en La Habana, “visitamos la Plaza de la Revolución, donde nos detuvimos y celebramos el cumplimiento de la meta en Cuba”, dijo Juarbe sobre el emocionante momento, añadiendo que fue el único lugar en Cuba donde el tráfico lució algo peligroso. En cuanto a celebrar el Día de Reyes, “no sentimos nada vinculado al festejo. Era un día normal de trabajo”.

De regreso a Puerto Rico, tuvieron que hacer una parada no prevista en República Dominicana, pero para su fortuna coincidió con el festejo allá del Día de Reyes, que fue movido para el lunes 9. 

“Era un día de fiesta, sin trabajo. Pero no había un festejo como los de aquí. Aunque sí había alguna gente vendiendo algunos juguetes en la calle”, comentó Juarbe.

Ya en Puerto Rico, corrieron el día 10 desde Santurce a Salinas, pasando por el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, donde está el monumento a Eugenio María de Hostos, y luego por Trujillo Alto y Humacao. El día 11, fecha del natalicio de Hostos, corrieron a Guayanilla. Ya el 12, en la última fecha, fueron hacia el museo Hostos en Mayagüez, pasando por Cabo Rojo, donde está la plaza con los restos y el busto conmemorativo de Ramón Emeterio Betances. En Río Cañas, en Mayagüez, se encontraron con el reto final de una empinada cuesta “de 1,200 pies con una pendiente en ascenso constante”. 

La experiencia, aseguran Juarbe y Sosa fue sumamente enriquecedora, al punto que no solo pretenden continuar haciéndola para beneficio de otros cicloturistas, sino hasta extenderla a otras naciones.

“En 21 días pudimos acumular un conocimiento que de otra manera no habríamos podido tener. No es algo que puedas aprender en libros. Estuvimos en casa de la gente, que vive, que sufre, que disfruta las cosas de su país. Eso no lo puedes aprender de ninguna otra forma”, dijo Juarbe con evidente emoción. “Soy una persona distinta hoy del que era el 15 de diciembre cuando salí. El legado es que me siento más antillano que puertorriqueño. Siento que somos un mismo pueblo dividido por agua”.

De hecho, agrega, hubo ocasiones en Cuba en que fueron confundidos con personas oriundas de allí, y tan solo las ropas de ciclistas los delataban como extranjeros.

Juarbe admite que por momentos pensaron que el proyecto era demasiado ambicioso y hasta “pensamos que no podíamos lograrlo. Pero lo hicimos”. 

“Vimos gente en Dominicana que conoce la historia y resalta la figura de sus próceres. Vimos gente en Cuba que vive agradecidos de la Revolución. Aprendimos mucho de gente estudiosa, de académicos, de gente que trabaja en los museos para conocer más de la historia. Una cosa que me percaté es que son dos pueblos que conocen mucho de su historia”, afirmó Juarbe.

Ante tan exitosa experiencia, el proyecto ya tiene fecha para coordinar su próxima experiencia. Los ciclistas interesados en sumarse podrán hablar con los protagonistas en la orientación que ofrecerán el próximo 25 de enero, a las 6:00 p.m., en el negocio Tequila’s Bar and Grill de Santa Isabel, como miras a hacer un viaje similar a Cuba en mayo próximo.