Son la última fila en el frente de la batalla entre la vida y la muerte, y en las condiciones más adversas -a veces alumbrados con una linterna-, los profesionales de la salud del Centro Médico en Río Piedras atendieron el doble de los pacientes diarios tras del paso del huracán María. 

El Dr. Carlos Gómez, director de la Sala de Emergencias de la Administración de Servicios Médicos de Puerto Rico (ASEM), analiza el desempeño de los profesionales que atendieron la emergencia y concluye que fue un proceso traumático, pero de mucho aprendizaje.

Los mayores retos, al igual que para el resto de la Isla, fueron la falta de energía eléctrica, el colapso de comunicaciones y el complicado suministro de combustible para los generadores eléctricos.

“Se tuvo que improvisar todo y esto es una escuelita. Cuando las cosas no están óptimas uno tiene que utilizar su ingenio e improvisar. Gracias a Dios que gran parte de los equipos que tenemos, por ejemplo los resucitadores, tienen baterías y se cargan, y en ese sentido no tuvimos ningún problema. Pero en ocasiones que se iba la luz, y por alguna razón la planta tardaba en entrar (en funcionamiento), en esos minutos se tuvo que improvisar y alumbrar como se podía”, detalló Gómez. 

El 21 de septiembre, ya había en la sala de emergencia 244 pacientes. Eso, pronunció el médico, es “una cantidad exagerada”, casi el doble de un día regular.

Por más de un mes estuvieron atendiendo sobre 160 a 170 pacientes diarios, entre ellos numerosas personas de edad avanzada sin familiares que los cuidaran.

“Como Irma había pasado unas semanas (antes) y algunos días teníamos pacientes de Isla Vírgenes, Saint Thomas, Santa Cruz y Saint John (islas afectadas por dicho huracán), pues se fueron acumulando porque estas islitas también carecían de servicios y la Guardia Costanera nos traía esos pacientes después de María a nuestras facilidades. Así que todas estaban a su capacidad, pero siempre se hace espacio”, contó reviviendo el momento.

El Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos colocaron carpas y hospitales móviles en la rotonda de la sala de emergencias y les ayudaron a atender pacientes ambulatorios que no requerían de hospitalización con un promedio de 80 casos diarios.

“Aquí llegó de todo, fueron por etapas. El primer día se vio mucho trauma producto de cortaduras, de caídas. Por el hecho de que no hubiese luz en las residencias teníamos mucha persona mayor con traumas en la cabeza, con hemorragias cerebrales. Posteriormente, empezamos a ver pacientes con pulmonía, con diabetes descontrolada”.

¿Cómo evitaron una epidemia

“Dios es grande, aquí no pasó nada, unos poquitos casos de leptospirosis y otros de gastroenteritis y eso es todo, aquí pudo haber habido una catástrofe y a Dios gracias, no ocurrió”.

Para ese período, el índice de mortalidad se elevó en un 10% a 20% del promedio regular por las condiciones tan graves en las que llegaban las personas.

“Llegaban muy deterioradas, si eran hipertensos y había un sangrado en la cabeza o se habían caído y habían sufrido traumas en la cabeza, quizás un 10% a un 15% más de lo usual en nuestro ámbito”, aseguró.

También confrontaron problemas con la acumulación de cadáveres en las morgues, porque como no había comunicación era difícil su transportación.

“Con un 10% adicional de mortalidad más, sin poder sacar los cadáveres, (las morgues) se va llenando. Para eso se tomaron en consideración los vanes-neveras y se pudieron vaciar en cierta forma, pero sí hubo dificultad para trabajar los cadáveres”, admitió el funcionario.

Recordó que el cuadro de salud de muchas personas se afectó porque no tenían acceso a sus medicamentos para condiciones de hipertensión y diabetes, entre otras, ya que las farmacias estaban cerradas y las pocas abiertas solo aceptaban dinero en efectivo debido a que ningún sistema de pago electrónico funcionaba.

El barco hospital USNS Comfort también alivió la carga de pacientes, ya que atendió alrededor de 800 personas, en su mayoría casos de ortopedia que requerían de intervenciones quirúrgicas. Además, el personal del barco donó prótesis y realizaron muchas operaciones que hubieran sobrecargado todavía más el Centro Médico.

En un momento, cuando se activaron los servicios de transportación aérea, se usaron helicópteros militares, del Negociado de la Policía, de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), la empresa privada y del barco hospital para transportar pacientes. “Esto parecía una zona de batalla, aquí había dos helicópteros en tierra y había dos esperando que salieran allá arriba, esperando para aterrizar y traer o llevar más pacientes. Aquí vivieron muchas personas, no solo como pacientes, sino como inquilinos, porque no había cómo retornarlos, como por ejemplo los residentes en las Islas Vírgenes y otra cantidad alta que utilizó al Centro Médico de puerto para ser transportados a otras partes de Estados Unidos en los mismos aviones utilizados para traer suministros”, manifestó el galeno.

Gómez agradeció la dedicación y el compromiso de su personal que, prácticamente, se mudó al hospital y convirtió a los pacientes en familia.

“Trabajaban turnos de 12 horas o de 20 horas. Se quedaban aquí todo el tiempo, dejaron a sus familias. Hay personas que estuvieron aquí 60, 90 días sin llegar a sus casas y que estas personas hayan dado el sí por tanto tiempo fue lo que hizo que se pudiera trabajar con los pacientes bajo estas circunstancias terribles que tuvimos con (el huracán) María”, sostuvo, al indicar que fueron muy pocos los empleados que necesitaron tratamientos médicos por agotamiento u otras condiciones.

El huracán Irma, que pasó el 6 de septiembre del 2017, fue un ensayo que los preparó para abastecerse de comida para el personal y cubrir las necesidades básicas.

Gómez narró que hubo un momento en el que comenzó a escasear el agua potable, ya que ese complejo consume 600,000 galones diarios. Sin embargo, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) y otras agencias con camiones cisterna llenaron su tanque y optaron por limitar su consumo.

Como no había comunicación telefónica encontraron en un vagón que se utiliza en casos de emergencia un radio portátil de los que son utilizados por los radioaficionados (KP4). También idearon un sistema de “runners” o mensajeros que iban de un hospital a otro dentro de la misma institución y eso ayudaba mucho a que dentro del mismo Centro Médico se mejorara la efectividad de los tratamientos.

“El único medio de comunicación que tuvimos fue el KP4 y ese medio de comunicación nos permitió comunicarnos con algunos pueblos, con emergencias médicas, con el USNS Comfort, hasta que llegaron unos radios que nos trajeron y entonces se estableció una mejor comunicación. Pero el estar incomunicado es terrible. Nada es infalible, porque luego del paso del huracán María nos facilitaron unos radios satelitales que dependían de que tuviera un buen tiempo y si hay muchas nubes y no tiene la capacidad de que esa señal pase al satélite, las comunicaciones no son muy buenas tampoco. Así que uno tiene que tener plan A, plan B y plan C”, observó. 

Grupos de psicólogos y psiquiatras, trabajadores sociales y pastores de todas las denominaciones les ayudaron a manejar la situación de la salud mental en esa institución, ya que el llamado estrés post traumático que experimentó el País todavía se detecta con el paso de cualquier vaguada.

No fue hasta ocho meses después que regresaron a su nueva normalidad, aunque todavía les falta acondicionar su infraestructura.