Las Piedras. ¡Qué mucho querían a ese perro!

Tyson, un can mezcla de pit bull y labrador, conquistó los corazones de los Ortiz Mojica y desde entonces pasó a formar parte de la familia al punto que el lunes lo enterraron junto a Irma Mojica y uno de sus hijos, Saymen Ortiz Mojica, en el cementerio Valle de Paz, en Las Piedras.

El can, que vivió 14 años con la familia, era de Saymen pero se convirtió en el querendón de todos al punto de que cruzó líneas fronterizas en Estados Unidos, e incluso el océano, para pasar temporadas en alguna de las casas que tenía esta familia puertorriqueña en la diáspora.

Y es que aunque nació en Boston, Massachusetts, los cambios en la vida de su amo lo llevaron a vivir en Virginia, Carolina del Norte y Puerto Rico.

“Ese perro era demasiado de bueno e importante para la familia”, recordó Mary L. Ortiz, hija de doña Irma y hermana de Saymen.

Pero los años siguieron pasando y Tyson enfermó de epilepsia; murió en el 2008. Tiempo después -el 17 de febrero de 2012-, el cáncer le arrebató la vida a doña Irma y en enero Saymen, de 42 años, falleció en Orlando, Florida.

De vuelta a la Isla

Entonces, una idea comenzó a calar en la mente de Mary: enterrar las cenizas de Saymen y Tyson, que ella guardaba en su casa en Carolina del Norte, junto a los restos de su madre en Puerto Rico.

Le pareció que era la mejor forma para honrar la memoria de madre e hijo y el querido Tyson, a quien Saymen nombró en honor a uno de sus boxeadores preferidos, Michael G. “Mike” Tyson.

Así las cosas, el padre de Mary y Saymen, Samuel Ortiz, el resto de los hermanos y otros familiares visitaron esta semana el cementerio Valle de Paz, en Las Piedras, para colocar las cenizas de ambos dentro de la tumba de doña Irma. “Ahora tengo a Tyson y a mi hermano y los voy a poner a toditos juntos”, contó Mary a Primera Hora.

Las cenizas del perro están guardadas en un jarrón azul y las de Saymen en una caja marrón.

“Dios te bendiga y acompañe”, se escuchó decir a alguien mientras guardaban ambas cenizas dentro de la tumba.

Mary explicó que decidió colocar los restos juntos porque el can era de él y doña Irma “se lo llevaba a donde quiera que ella iba” durante esos periodos que vivió junto a la mascota.

“Donde quiera que mami iba, ese perro estaba ahí. Si mami estaba trabajando en el jardín, el perro estaba ahí, al lado de ella; si ella estaba cocinando, no estaba muy lejos de ella; si a mami se le olvidaba algo que estaba arriba, ese perro era tan inteligente que lo iba y lo buscaba”, recordó la mujer.

“Tyson siempre estaba ahí con ellos, era bien inteligente... Mami le podía decir: ‘Tyson, se me olvidaron los espejuelos, ve y búscame los espejuelos’, y ese perrito iba arriba, buscaba los espejuelos y se los traía a mami”, mencionó.

¿Cuán significativo era este animal para la familia?

Era como un hijo... Ellos siempre querían a ese perro como si fuera un hijo de ellos, donde quiera que iban se llevaban al perro. Tyson estaba con ellos siempre. Era parte de la familia. Todo el mundo... quería a ese perro demasiado de mucho.

A Mary se le ocurrió la idea, además, porque para ella los animales son muy importantes, un amor que heredó de su madre.

La mujer, por ejemplo, cuenta que cuando se retiró del Ejército de los Estados Unidos se convirtió en jefa del albergue de animales de Fort Bragg, en Carolina del Norte.

“Si podía salvar animales los salvaba, los llevaba a casa, los cuidaba y le buscaba familia. Los animales para mí son bien importantes”, destacó.

Ahora, Mary se consuela con la idea de que su madre, desde el cielo, dice: “Tengo al perro que me está velando todavía”.