Ante la noticia de que no podrán volver a habitar sus residencias, las diez familias perjudicadas directamente por el derrumbe del mogote Santa Ana, comenzaron ayer a retirar sus permanencias de los inmuebles.

Mientras, aún están a la espera por saber a dónde serán ubicados y a qué ayudas tienen acceso tras perder sus casas. Las pertenencias, por el momento, permanecerán en unos almacenes, cuyo costo está cubriendo el Municipio de Bayamón.

El alcalde Ramón Luis Rivera indicó ayer que tendrán que esperar la evaluación de los daños que hará la Agencia federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) para determinar cómo será recuperado el valor de las viviendas o si se le dará un dinero por expropiación o relocalización.

Por el momento, dijo, el Estado le dará un voucher para que alquilen una residencia mientras se resuelve finalmente el asunto. “Los gobiernos ayudan a sus ciudadanía a través de distintos programas”, sostuvo al añadir que está evaluando la posibilidad de solicitar que se decrete un estado de emergencia en el área perjudicada.

Las labores de remoción se realizaron ayer durante todo el día, aunque se vieron interrumpidas por periodos a causa de la lluvia y de nuevos deslizamientos que continuaron ocurriendo en el área.

Fue en los momentos de lluvia cuando más tensa se tornaba la situación ante el miedo de los residentes de que esto provocara nuevos derrumbes.

Personal del Municipio ayudó a las familias a cargar los camiones. Algunos salían emocionalmente afectados, luego de ver cómo dejaban, quizás por última vez, lo que fue su hogar.

Ojo experto

Personal del Servicio Geológico de Estados Unidos visitó el área y coincidió en que la mejor determinación, ante la situación que allí se vive, es el desalojo de las familias.

Sobre qué se debería hacer en el terreno, sí algo, una vez se cierren las casas, el geólogo Jesús Rodríguez le sugirió al estado llevar al lugar ingenieros geotécnicos para determinar qué procede.

“Yo lo veo como un área de alto riesgo, obviamente no hay que ser geólogo, sino tener sentido común. Me preocupa que se vaya a extender la zona de fallamiento hacia los lados”, sentenció.

Respecto a qué pudo haber causado el desprendimiento, comentó que, en ocasiones, la inherencia del humano acelera el proceso y lo convierte en algo más peligroso. “A veces se toman decisiones respondiendo a ciertos intereses, pero es cuestión de minimizar las probabilidades de que esto ocurra, haciendo los trabajos debidos”, sostuvo.