Cocó, la querida e inseparable esposa de nuestro Cheo Feliciano, le ha robado el corazón al pueblo puertorriqueño. Su ternura y forma de expresar el amor hacia su Cheo nos ha llevado a quererle y admirarle sin la necesidad de conocerle.

En los actos fúnebres, el día del homenaje en el Coliseo Roberto Clemente, la veía en la pantalla de la televisión tarareando las canciones y siguiendo la percusión con sus manos sin borrar la sonrisa de su cara. Nadie en aquel coliseo estaba viviendo el momento más que ella. No era para menos, fueron 56 años de matrimonio y, como ella le dijo a la prensa, “en los momentos más difíciles de Cheo Feliciano yo estuve allí a su lado. Conocí a Cheo cuando yo tenía 15 años y él 19. Me robó de la cuna, como él decía”. Para esos momentos difíciles es que existen los matrimonios, para hacerle frente, unidos, a los retos de la vida.

Cuando más frágil se encuentra la institución del matrimonio en términos de duración, es bueno conocer uno que superó todo lo que apareció en el camino durante 56 años. El ajetreo de vida de un artista del nivel de Cheo puede resultar suficiente para acabar con un matrimonio, pero Cocó encontró la fórmula que seguramente incluyó tolerancia, desprendimiento y solidaridad pa’ echar pa’lante.

Los mismos ingredientes los necesitó para posiblemente su prueba más fuerte, la drogadicción del cantante. De aquí sí que muy pocas parejas salen, pero Cheo y Cocó le metieron el pecho, sufriéndolo juntos, pero sin soltarse de la mano. Superada la difícil prueba, el cáncer tocó a sus puertas y nuevamente la adversidad se las tuvo que ver con Cocó, quien acostumbrada a las grandes batallas no le dio break ni un solo instante, evitando su propagación en el maltrecho cuerpo del sonero.

El capítulo final de la vida de Cheo no fue distinto. Su Cocó aconsejándole y tratando de cuidarlo pero, como cristiana, es consciente que contra la voluntad de Dios nada podemos hacer, sino confiar en mejores cosas después de la vida terrenal.

Ese amor y admiración eran mutuos y Cheo lo deja clarísimo en una de sus última expresiones públicas. “Estoy como coco y con Cocó”, le contestó a la prensa a una pregunta de cómo se sentía. Quedaba claro en su respuesta que tener salud y a Cocó a su lado era suficiente para sentirse feliz. A eso yo le añado el amor de su pueblo, que nunca faltó.

Socorro Prieto León -su nombre de pila- fue pieza fundamental en la exitosa carrera de Cheo Feliciano, y por eso merece el respeto y agradecimiento de todos los que hemos disfrutado de su música.

Cada vez que Cocó escuche en un rincón de Puerto Rico “Amada mía”, recordará la pasión con que Cheo le cantaba, e igualmente se sentirá feliz por haber sido su amantísimo esposo quien plasmó para la historia, con su inigualable voz, una de las canciones más emblemáticas de la música romántica puertorriqueña.