Evelyn perdió una pierna, a su esposo y la casa que habitaban luego que una avalancha de tierra destruyera las paredes de la estructura de cemento y la expulsará por una pendiente de más de 150 pies, dejándola sepultada en el lodo. Todo ocurrió mientras azotaba el huracán María.

Lo que para muchos puede ser una pesadilla, para la maestra de educación especial se ha convertido en una nueva vida con  propósito.

Evelyn  Rivera labora en la escuela Antonio Romero Muñiz, de Jayuya, y hoy está viva para contarlo. No así su esposo José Antonio Rivera, de 59 años, que pereció el pasado 20 de septiembre cuando el fenómeno atmosférico  estremeció al país.

“Fue como a las 9:30 a.m. que mi esposo y yo salimos expulsados de la casa debido a la magnitud del derrumbe que bajó detrás de la casa. Rompió la ventana del cuarto mío. En ese momento yo estaba sentada en la cama. Algo me dice: ‘levántate y sal’, pero sólo me pude levantar”, narró Evelyn a Primera Hora. Lo próximo que recuerda es su inmovilidad del pecho hasta las piernas, al quedar semienterrada.

Es que Evelyn y su esposo cayeron a unos 150 pies de profundidad, en el barrio jayuyano Caricaboa.

“Despierto a las 11:30 a.m. y es que me percato de la situación, porque me encuentro fuera de casa, en la calle abajo y cuando veo todos los escombros, la ropa de cama, entonces comienzo analizar poco a poco qué fue lo que pasó. Miro hacia arriba y lo único que puedo observar de la casa es el techo…”, mencionó.

“Desconocía que a mi esposo le había pasado algo. Lo llamo porque sé que él me va ayudar… no me contesta, no lo veo”, sostuvo la educadora.

Cuando quiso liberarse de la montaña de lodo que la cubría, y por donde bajaban escombros de la quebrada que pasaba prácticamente encima de ella, se percató “que el brazo izquierdo se va para atrás y regresaba… porque tenía una fractura... Sólo tengo el brazo derecho y pensé: ‘me voy a impulsar para arrastrarme… cuando me percato que la pierna tenía como una especie de fuente, entrando bache, agua, y salía y entraba”. Sufría de una fractura  expuesta.

El hijo de Evelyn, José Jonuel, de 20 años, estaba junto a sus padres cuando fueron  expulsados. Él quedó cubierto de lodo contra una pared, pero pudo salir corriendo a casa de su abuela, que estaba vacía. Siempre pensó que ambos padres habían muerto. Al joven se le dificulta hablar de lo sucedido.

Pensó que no saldría

En medio de tanta incertidumbre Evelyn se confesó con Dios y le pidió perdón por las cosas que pudo haber hecho y no hizo. “O sea, la preocupación me entró”, aceptó a este diario.

Allí, bajo la intensa lluvia dijo que estaba preparada para que Dios se la llevara “con la corriente, los vientos, la lluvia que estaban cayendo… ya yo estoy resignada…”.

Sin embargo, tuvo tres episodios donde se quedó dormida y tras pedirle al Señor una visión, en la tercera ocasión ve un cielo gris pero entremedio un cielo azul con dos nubes blancas.

El mensaje fue que si ponía de su parte saldría de allí. “De momento bajó un pedazo de manera y dije, ‘esto es una señal’. Con la mano que tengo buena tomé el pedazo de madera y me sirvió de apoyo para no irme para atrás”, sostuvo.

Se quedó más tranquila aunque seguía escuchando “la intensidad de los vientos, del zinc, el agua; escucho, todo, todo lo que está pasando. Los vientos cuando se intensifican, el ruido este espantoso que producía ese huracán”.

Luego “hubo una pequeña calma” que aprovechó su vecino Eliezer para mirar por la ventana y vio la casa de Evelyn destruida. Luego la vio a ella pidiendo ayuda.

“Evelyn está enterrada allá abajo”, gritó y todos los que estaban allí bajaron.

“Intentaron rescatarme, pero no pudieron. Yo le dije, ‘mira, tienen que buscar un pedazo de madera porque yo me siento esbaratá, no pueden arrastrarme. Me limpiaron un poquito la cara y consiguieron un pedazo de madera, me acuestan en esa tabla y me llevan a la casa más cercana”, recordó.

La educadora estuvo allí hasta el otro día, en la mañana, mientras el huracán seguía azotando.

¿Me imagino que usted no aguantaba el dolor? 

“No, yo estaba completamente tranquila y sin dolor”

¿Que la sostenía para estar tan tranquila? 

La presencia de Dios en mi vida, no había otra explicación”, dijo. 

Llevarla al CDT de Jayuya fue un suplicio, porque todo quedó destruido y los caminos llenos de escombros. El alcalde de ese pueblo, Jorge González, intentó conseguir ambulancias aéreas o un helicóptero del Army, pero era imposible. En el CDT solo pudieron limpiarle la cara del lodo porque no tenían los recursos.

Luego, para llegar hasta el Hospital San Cristóbal de Ponce fue la misma odisea. 

Allá llegaron a las 8:00 p.m. del jueves, donde la tratan de estabilizar “porque eran muchas cosas rotas a la misma vez”.

Evelyn fue rescatada con tres heridas abiertas en la cabeza, fractura en las costillas, brazo y cadera; un pulmón colapsó y tenía un hombro dislocado y huesos expuestos en la pierna izquierda, la que perdió. También perdió el talón de la pierna derecha. Además sufrió hipotermia y ya tenía fallo renal.

“Me dijeron que me tenían que amputar la pierna y yo le dije que sí… Es que cuando voy al hospital ya mi pierna estaba negra y tenía mal olor… De ahí no supe más nada hasta que desperté en intensivo”, narró.

La maestro de educación especial estuvo 37 días en el hospital, 12 en intensivo.

“El proceso de recuperación ha sido bastante efectivo, muy rápido, un éxito… menos tiempo del que se supone”, explicó al aceptar que “Dios me dejó con un propósito”, aunque aun no lo revelará.

Mientras, su primer deseo es “volver al salón de clases”.

“Nunca le reclamé a Dios por nada. Hasta el día de hoy no me enojé, no me estuvo malo, porque yo le dije: ‘mira, no voy a reclamar porque yo tuve 54 años las dos piernas. A partir de hoy tengo una nueva vida porque no todo se va a acabar aquí. Ahora va a ser de otra forma pero yo voy a seguir luchando. En cuestión de mi vida pase la página y tengo unos nuevos propósitos. Cada día tratar de ser mejor ser humano, escuchar a las personas que me hablan, ayudar al prójimo incondicionalmente; ser una persona nueva”, confesó.

La presidenta de la Asociación de Maestros de Puerto Rico, Aida Díaz, inició un esfuerzo para ayudar a los 297 maestros que perdieron sus casas. En el caso de Evelyn, la meta es recolectar $100,000, porque el terreno donde ubicaba la casa ya no es seguro.

“Yo encuentro que esta iniciativa es perfecta. Ahora mismo estoy en el hospital, pero cuando salga voy a casa de mi hija. Mi casa no tiene arreglo, está 100% destruida… Como todo ser humano, lo que uno quiere es estar en su casita tranquilo”, indicó. 

A los que pasan por situaciones difíciles les recomendó “tranquilidad, paciencia y resignación. Hay que buscar ayuda entre los vecinos y mucha oración a Dios…”.

Su hija, Yeilizet Rodríguez, quien dejó su trabajo de terapista del habla para estar con su madre, dijo que “ella siempre ha sido una mujer bien fuerte en todos los aspectos, pero ahora la situación fue diferente y dejó ver más lo que Dios ha hecho en su vida. Tenerla viva es nuestro milagro de vida… Esto puedo haber sido peor”, agregó.

Si usted quiere ayudar a Evelyn, puede hacerlo a través de www.gofundme.com/aujvp-evelyn