Ponce. Unos sonreían de oreja a oreja; otros no lo podían creer. A algunos se les quebraba la voz por la emoción. No era para menos.

Después de una intensa batalla de siete años tanto la facultad como los estudiantes de la Escuela Superior Lila Mayoral Wirshing y los vecinos del barrio El Tuque celebraban ayer el cierre de los dos polígonos de tiro, el privado y el de la Policía, que tantos dolores de cabeza les han dado.

En la escuela entraban y salían padres con sus hijos que acudían a hacer gestiones de matrícula y el alivio en sus rostros era evidente.

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“Está bien que los cierren. Me preocupaba que algún amigo se lastimara. Ahora es mejor porque no tenemos la preocupación de que algo pase”, reaccionó la estudiante Tashira Ruiz, de undécimo grado.

“Gracias a Dios, en realidad eso era un peligro. Ellos no podían salir al al patio ni sentarse en la mesa de recreo”, añadió la madre de Tashira, Omayra Ruiz.

Otro estudiante de undécimo, Jimmy Miranda, también estaba súper contento. “Caminábamos con miedo de que cayera una bala”, dijo el joven, quien ahora se apuntará en baloncesto. “Yo lo dejaba a él en un lugar que se supone que sea más seguro y las balas caen como si fueran dulces. Me alegro que hayan tomado esa decisión porque la educación es primordial”, indicó su mamá Verónica Muñiz.

Otra madre, Debora Torres dijo que más contenta no podía estar. “Estoy superfeliz. A cada rato oía una sirena me daba miedo de que una de esas balas le diera a un estudiante”, dijo la mujer residente de El Tuque.

“Estamos bien contentos y satisfechos porque es un ejemplo de que cuando las comunidades se unen se logran cosas positivas y ahora por fin vamos a tener un año escolar en paz, sin ruidos y sin miedo de que los plomos vayan a caer aquí en la escuela”, expresó el maestro de historia, Ernie Rivera.

La directora del plantel, Cristina Torres indicó que la comunidad necesita saber que el cierre es definitivo. Su escepticismo lo atribuyó a que “han sido tantos años de lucha” que de momento es difícil de creer que todo sea como debió ser siempre.

“Dentro de la calma, de la alegría, me siento esperanzada, espero que esto sea un incentivo para que los padres se decidan a matricular a sus hijos en la escuela, que bastante nos ha bajado la matrícula por esas causas”, sostuvo Torres.

Dijo que ahora el horario de la escuela será normal y no tendrán que cerrar los portones a las 3:00 para dar paso a las prácticas de tiro. “Esperamos poder llevar a cabo actividades en horario extendido. Los más contentos que van a estar son los maestros de educación física y los estudiantes que son parte de los equipos”, sostuvo la principal.

Teresita Sánchez, maestra asistente del Head Start, que ubica en el sector dijo también que recibían contentos la noticia porque ahora los nenes pueden descansar. “Ese ruido tan fuerte de las balas los despertaba”, dijo para agregar que encontraban pedazos de plomo en el estacionamiento.

“Cuando vi la noticia en Primera Hora me alegré. Tengo el periódico guardaíto. Esa noticia me alegró el día a mí y a muchos por aquí. Hablo a nombre de mis vecinos porque todos estamos contentos”, exclamó don Ángel Báez Lugo, quien reside hace 35 años en la Calle Lorencita Ferré. En el 2008 el ciudadano radicó una querella porque una bala le rompió el cristal del carro que su esposa había recién comprado.

“Estamos felices porque aquí no había tranquilidad. Aquí esto es un peligro. Casi todos los vecinos han encontrado balas en sus casas y en los alrededores”, sostuvo don Ángel, quien agradeció a “Primera Hora y a todos los que nos han ayudado en esta lucha”.

“Estoy contentísima. Nadie sabe lo que nosotros pasamos aquí. Siento cuando caen las balas encima del zinc”, dijo otra vecina, Sara Vélez.

El que no festejó y estaba en negación era el presidente del Ponce Experts Shooting Club, William Rodill. “El gobernador (Alejandro García Padilla) está muy mal asesorado”, dijo para agregar que “todos son cuentos de camino”.

“Si usted mira esto (el pote de cristal de la escuela lleno de balas), estos plomos tienen más 30 años de haber sido disparados, son plomos viejos, oxidados”, dijo.

“Un bonche de plomo, eso no es evidencia de ninguna clase. Los plomos salen de detrás de la escuela, los desentierran y luego los tiran allí”, añadió.

Alegó Rodill que un desarrollador rompió un monte en el polígono de la Policía y “regó todo e l plomo” cuando se estaba construyendo la escuela.

“Mi proceder los abogados lo determinarán. El Gobierno tendrá que probar que esos plomos vienen de aquí”, dijo.

“De aquí no puede salir una bala de esas. el Polígono de la Policía es el que va directamente hacia ellos (la escuela), alegó.

Indicó que tiene una inversión de $1.5 millones en las 14 canchas de tiro del club, pero negó que se trate de un negocio con fines de lucro. Dijo que el club tiene 1,200 miembros y una junta de directores.

¿Usted pone su mano en picador de que esos huecos en las paredes de la escuela no son de balas que salen de aquí?

No solo pongo la mano, yo pongo el pescuezo mío.