“¿Cuál es la risa?”.

Esa fue la interrogante que le lanzó Klaudia Martínez a un grupo de jóvenes que murmuraban sobre ella mientras hacía compras, recientemente, en un centro comercial.

Ese es el reto con el que prácticamente Klaudia, de 22 años, se enfrenta a diario: las burlas o murmuraciones de los demás. La joven mide tres pies y siete pulgadas, y es una de las 400 personas con enanismo que se estiman que hay en la Isla a pesar de no haber estadísticas precisas.

“Ellos se abochornaron y se fueron... Hay que educar a los adultos que todos somos iguales, que no hay que burlarse”, recordó Klaudia de ese incidente, uno que ocurre más de lo que ella quisiera.

También tiene que enfrentar innumerables barreras arquitectónicas, como los counters altos en tiendas y bancos, los estantes en los supermercados, los cajeros de retiro de dinero y hasta los inodoros en los baños.

De la ropa, ni hablar: desde cortar prácticamente la mitad de la pata del pantalón hasta tener que visitar la sección de niñas, donde no siempre encuentran piezas apropiadas para su edad.

Klaudia atendía ayer un exhibidor en el centro comercial Plaza Las Américas de la organización Little People of America, cuyo capítulo en la Isla es dirigido por su mamá adoptiva, Brenda Martínez.

“La ley ADA nos agrupa a todos, pero la realidad es que, cuando vamos a la construcción de un edificio, no se toma en consideración la población”, aportó Martínez, quien, al igual que su hija, mide tres pies con siete pulgadas de estatura.

“Yo tengo gríngolas permanentes. Yo ni oigo ni veo... pero mi hija todo lo percibe”, dijo la mujer, que siempre tuvo claro que, si no podía tener hijos biológicos, adoptaría a un niño con la condición.

Antes de llegar Klaudia Martínez, perdió dos embarazos.

Klaudia estudia para ser técnica veterinaria. Contó que es natural de Rumanía y que llegó a la Isla con 11 años. Fue aquí donde se enteró de que era una persona de baja estatura, pues en el orfanato nunca le habían hablado de su condición. Brenda sí tenía conocimiento.

“Yo me enteré en Puerto Rico, yo pensaba que era pequeña pero que en algún momento iba a crecer.. cuando llegué fue que me explicaron... que yo recuerde, no me dio coraje... cuando la gente me empezó a mirar en los sitios fue que empecé a reaccionar”, comentó.

Klaudia, quien utiliza ropa tamaño 10 a 12 de niña, tiene acondroplasia, enfermedad que consiste en que sus extremidades son más cortas y el torso es de tamaño de una persona de estatura promedio. Se estima que existen más de 200 tipos de enanismo. La población mundial se promedió en 651,700.

Su mamá, por el contrario, tiene las extremidades más largas y el torso más pequeño.

Contrario a lo que se podría pensar, es más común que un niño con enanismo nazca de padres de estatura promedio que de parejas con enanismo. La condición es consecuencia de una mutación genética que ocurre en el momento de la concepción.

Ese fue el caso de Eivianne Muñoz, quien hace tres años tuvo a Marly, quien tiene la condición y hoy mide 25 pulgadas.

Muñoz se enteró de que su tercera hija venía con la condición cuando tenía cinco meses de embarazo al practicarse un sonograma. “Fue un momento de mucha incertidumbre porque no sabía qué iba a pasar... no conocía del tema”, comentó.

De inmediato, contactó al grupo para recibir ayuda. “Al principio pensé que era algo genético, algo que hice mal, pero después supe que no”, reconoció.

Para Eivianne, como mamá, lo más difícil ha sido conseguirle ropa y zapatos a su pequeña. “Hasta los otros días ella usaba ropa de 18 meses, y la ropa era de muy bebé, y ella no quería porque ya ella escoge”, señaló sobre la niña, que ahora calza tamaño cinco.

Marly es una niña picoreta, a la que le encantan los perros, y no pierde oportunidad para apoderarse de un celular o una tablet para jugar.

“Ella es una niña bien viva, incansable... y bien terrible. Ella es la que quiere mandar, tiene un carácter bien fuerte”, dijo al destacar que es típico de esta población.

Perplejos

En la exhibición, la organización ubicó una silla, construida con foam y cartón, de ocho pies de estatura, para ejemplificar los retos arquitectónicos que enfrentan a diario.

Aunque tímidas, fueron varias las personas que se acercaron al área para ver la enorme silla. No se podían subir a ella por el material en el que fue confeccionada, pero tampoco lo hubieran podido hacer sin la ayuda de una escalera.

Dos de ellas fueron María Santana y Abigail Isaac. “Wow, wow, wow...”, repetía Isaac mientras observaba la silla color azul. “Tendría que hacer malabares para poder subirme a ella”, añadió.

“Tendría que ubicar una escalera o una silla para poderme trepar”, expresó, por su parte, Santana al reconocer que a estas personas “se les hace incómodas muchas tareas”.

Santana preguntó sobre la población y compartió historias de éxito de personas con enanismo que ha tenido la oportunidad de conocer a través de la televisión.

“Pero para ellos no hay imposibles, porque yo los he visto y desarrollan unas destrezas para desenvolverse increíbles”, mencionó Santana al decir “siempre tienen que mirar para arriba, pero eso quiere decir que su límite es el cielo”.