Pocos hablan del tema y quienes son parte de esa población muchas veces también prefieren callar.

Hace seis años, la Encuesta de Alfabetización reflejó que la tasa de analfabetismo en la Isla era de 8.0 por ciento y la cifra al revelarse se tomó como alentadora porque demostró una reducción de 2.4 puntos porcentuales, al compararse con el documento de 1990.

De lo más reciente que se sabe es que en el periodo fiscal 2015-2016 un grupo mayor de analfabetas en la Isla procuró librarse de las limitaciones que supone no saber leer ni escribir, al matricularse en el programa de alfabetización del Departamento de Educación (DE).

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En el citado año fiscal, un total de 398 personas se registró en el programa de Educación Básica y Alfabetización Primaria del DE. Esa cifra representó un aumento sostenido al observar los registros de los dos periodos previos.

Según el DE, en 2014-2015 hubo 281 personas en el programa y en 2013-2014 se matricularon 268. 

“No saber leer ni escribir no se nota, pero esto es un problema que tiene mucha gente”, expuso Ana Luisa Baca, coordinadora del programa de alfabetización de adultos del Centro de Acción Urbana, Comunitaria y Empresarial de Río Piedras (Cauce).

“Tal parece que esto ya no existe y hay que darlo a conocer porque todavía existe y es un problema grave, y es posible que se agrave”, sostuvo la sicóloga especialista en aprendizaje.

“Vives en un mundo donde todo está escrito… y eso no te dice ningún mensaje, no te dice nada. Es un asunto bien marginante”, agregó Baca en entrevista con Primera Hora. 

Según la educadora, el proceso de alfabetización de adultos es “muy retante” tanto para los alumnos como para los maestros.  

Explicó que además de las responsabilidades diarias que enfrenta un adulto, al reto de aprender se le añade que el cerebro del adulto es muy distinto al de los niños. 

“El adulto aprende más lentamente que un niño”, apuntó. “La escolarización facilita herramientas cognitivas que hacen que aprendamos, pero en un adulto que nunca ha ido a la escuela, estas destrezas no están desarrolladas”, abundó.   

En la década del noventa, el DE desarrolló una campaña por televisión y otros medios para promover la alfabetización de adultos, pero en tiempos recientes, debido a limitaciones presupuestarias, entre otras razones, la agencia no fomentó con tanto énfasis ese importante programa, a pesar de que las cifras de deserción escolar son preocupantes.

Sobre las razones del analfabetismo, expertos exponen que, a pesar del auge del internet y otros avances de la vida moderna, la  situación de pobreza y la violencia de género son factores que frenan el aprendizaje básico que supone leer y escribir. 

Así lo señala también Baca, quien, además, aludió a la inmigración y a otros factores.

Si las iniciativas gubernamentales son insuficientes, entidades de base comunitaria brindan alternativas alfabetizadoras, como es el caso de Cauce, que ha desarrollado desde 2005 un modelo curricular único para adultos, basado en la experiencia de un programa que ha servido de modelo para otros como el Proyecto Peces, en Humacao.

En este caso, la mayoría de sus participantes han sido inmigrantes dominicanos provenientes de los campos, gente de origen pobre o de familias en las que tenían que trabajar desde temprana edad.

Sin embargo, hace aproximadamente tres años que han identificado un aumento en el número de participantes puertorriqueños menores de 30 años de edad.

Antes, solo personas mayores de 60 años era la población generalmente atendida.

“Un asunto que nos está preocupando es que estoy recibiendo cada vez más puertorriqueños menores de 30 años”, manifestó Baca.

Entre otras situaciones de estos adultos jóvenes que no saben leer ni escribir, mencionó, por ejemplo, que algunos “no saben distinguir la e de la a”.

Son personas que abandonaron la escuela por razones diversas, pero desde el nivel elemental”, argumentó.

Agregó que la mayoría de los boricuas que están llegando al programa de Cauce son referidos por agencias de gobierno como el Departamento de la Familia y la Administración de Vivienda Pública (AVP). 

“De la AVP viene un montón de gente referida”, comentó.

La profesora destacó que estas personas, una vez se sumergen en el proceso de aprendizaje, sienten que “aprender a leer es como despertar de un sueño”.

Leer el menú de un restaurante y los letreros de la calle son algunas de las primeras grandes  satisfacciones que reciben estas personas, según confiesan.

“El asunto del empoderamiento es increíble, les cambia la vida, porque entonces ya pueden insertarse mucho más en sus comunidades o la sociedad”, destacó Baca.