La joven sobreviviente del abuso sexual al que fue sometida por su padrastro desde que tenía nueve años en Río Grande es solo una de cientos de víctimas cuyos agresores están por ser procesados.

En el citado caso, en los pasados días César Correa Suárez, padrastro de la víctima, resultó convicto por los atroces ataques contra la niña, pero todavía están pendiente de juicio otros ocho hombres imputados de abusos similares contra la menor que, contrario a otras pudo denunciar  y testificar en corte sobre las agresiones sufridas.

Esa adolescente, que hoy tiene 15 años, y quedó embarazada de uno de sus agresores, se convirtió en la voz de esas víctimas que sufren en silencio las consecuencias de ese tipo de abuso y demostró que es posible alcanzar la justicia.

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Así lo afirmó Luz Cristal Vázquez, otra sobreviviente de abuso sexual durante su niñez y adolescencia, quien elogió el valor de la víctima en el caso contra Correa Suárez al contar a Primera Hora su historia para crear mayor conciencia sobre este terrible mal social.

“El hecho de que sí se pudo hacer justicia en ese caso, me quita un peso de encima porque estoy más que segura de que hay miles de casos que pasan desapercibidos”, dijo Vázquez.

“(Hay) muchos casos (en los) que la víctima trata de decirlo (y) se nos callan las voces, pero hay una voz que sí se pudo hacer justicia. Eso nos brinda esperanza y le podría brindar esperanza a otras víctimas de agresión sexual de que, si hablo, puedo no solamente alejar a esta persona de mí, sino que también lo puedo meter bajo prisión”, sostuvo".

“Esta persona va a pagar por lo que hizo y no solamente eso, sino que va a estar alejado de otras posibles víctimas. Así que me llena no de alegría, sino más bien de esperanza”, puntualizó.

Según la sicóloga  Gilda Rodríguez, terapeuta de Vázquez en el Centro de Servicios Integrados a Menores Víctimas de Abuso Sexual (CIMVAS), solo “una porción  pequeña” de estos casos llega al tribunal.

Dijo que es así por diversos  factores que incluyen el silencio de la víctima, la no presentación de querellas en la Policía y  casos no sometidos por Fiscalía por diversas causas, como profesionales que no promueven el debido proceso de ley.

Dura cadena

En el caso de Vázquez, universitaria de 22 años, denunciar el abuso sexual le ha generado una cadena de eventos agridulces que ponen en evidencia la complejidad de estos delitos y su procesamiento en la Isla.

“Para mí era algo común”, narró al explicar que los hechos argumentados por Vázquez se descubrieron porque ella reflejó “conductas no apropiadas” en la escuela, cuando tenía  11 o 12 años.

La situación propició  una evaluación con una sicóloga, a quien eventualmente le contó el abuso. Una querella siguió a la revelación y luego, durante una citación al tribunal, se enteraron de que la persona imputada se había suicidado.

Por segunda ocasión, un familiar se convirtió en segundo agresor, pero a este no le presentaron querella, solo lo alejaron de ella, según indicó. 

“Esto ocurría cada vez que mis papás me tenían que dejar en la casa, pues no había nadie más con quien me pudieran dejar”, contó. El abuso estuvo ocurriendo por alrededor de dos años.

Por un lado, la terapia sicológica  le permitió mejorar la relación con sus padres, alejó al segundo agresor, le ayudó a lograr metas académicas, le permitió desahogarse en un espacio empático con su experiencia y pudo comenzar a trabajar con el trauma. 

“En el momento que tú hablas de la experiencia, en cierto modo te quitas un peso de encima… liberas esos sentimientos. Puedes decir: ‘Yo tengo coraje porque me pasó esto”, contó Vázquez. Y “sanar, si es que uno sana”, agregó.

Por otro lado, Vázquez confesó que en muchas ocasiones se dijo a sí misma “me hubiese quedado callada”. Explicó que pensó así porque su adolescencia giró en torno a este agrio suceso y muchos profesionales de la salud mental tomaron decisiones desacertadas.

Explicó que previo a llegar a los CIMVAS sintió vergüenza por pensar que ella era la culpable y tuvo que lidiar con el que no le creyeran y enfrentar señalamientos como “yo soy la mala”, “tú tienes la culpa” y “por qué tú no lo dijiste antes”.

“Mi adolescencia giraba en torno a eso..toda mi vida adulta temprana como que ha girado en torno a eso. En esos momentos yo no era Luz Cristal solamente, yo era Luz Cristal la nena a quien violaron, so, ya te ponen como que el tag y tú pasas de ser una persona, a tú ser una víctima”, compartió.

Actualmente, la estudiante de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Cayey -donde participa en el Senado Académico y el Consejo de Estudiantes, además de ser pintora y realizar trabajo comunitario a favor del acceso universitario- se considera una persona funcional, aunque confiesa que todavía “no he superado esta experiencia¨.

“Es un capítulo que siempre va a estar conmigo. No creo que cerrado. Estas experiencias nunca se olvidan. Tú las llevas contigo como llevarías cualquier otra memoria...Pero uno aprende a vivir con esto. Uno aprende a ‘me pasó esto, pero no me tengo que enfocar en esto solamente’. Hay otras cosas. La vida continúa”, sentenció.