“Empezar de nuevo es difícil para mí por mi edad”.

De esta manera, Rafaela Marrero, de 84 años, reconoce que reconstruir el hogar que le tomó 30 años levantar en los altos de una residencia de cemento, ubicada en el barrio Palmarejo de Corozal, es un trabajo demasiado fuerte para alguien que ya no cuenta con las circunstancias para hacerlo.

Con evidente tristeza en su mirada, la mujer hoy caminaba con dificultad entre los elementos que le daban calor a su residencia, hoy convertidos en escombros. Intentaba encontrar entre la pila de desechos dejados por el huracán María en la estructura, hoy sin techo ni ventanas, alguna pieza que aún sirviera. 

“No es la pérdida, porque mientras no te ha pasado nada a ti, no hay por qué sufrir, pero tú te traumatizas de ver algo así, y oír lo que está pasando (afuera) parte por parte, cómo se movían las columnas de la casa, como un temblor de tierra. Nos fuimos al pasillo y esperamos que terminara”, relató la mujer sobre el día en que el ciclón tropical arrasó con la residencia de madera y techo de zinc. 

“Fue horrible. Tan pronto llegó la noche bajamos con todo lo que podía ser importante para nosotros. Nos trajimos los muebles, cosas como las escrituras de la casa, papeles bien importantes. Todavía estamos mudando (cosas). Horita bajamos esa nevera, no sé si está buena, si sirve o no sirve, hay una cama que no se ha podido bajar”, añadió.

(teresa.canino@gfrmedia.com)
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Por un lado, le consuela haber podido salvar de la furia del fenómeno atmosférico algunas de sus pertenencias, pero a su vez, se le hace duro no tener ya su espacio, ocupar el espacio de la casa de su nieta y la incertidumbre de si volverá a tener su casa aparte. 

“No te voy a decir que no estoy agradecida de tener otro techo donde yo me pudiera ubicar de momento, pero como que le afecta a uno porque tú no estás acostumbrada a ver una situación así, a tener todas tus cosas así viradas. Yo estaba acostumbrada a tener todo organizadito. Es bien difícil porque donde tú vas a poner las cosas que son tuyas, que tú necesitas. Tú no las puedes regalar. Es difícil acomodarse”, expresó. 

“No esperaba un desastre así porque yo pasé Georges, que era más fuerte que Hugo, y ahí no pasó nada. Simplemente, una columna donde va el contador de agua, y eso me lo arreglaron. Nada más. Yo no lo esperaba. 

Las estructuras de madera sin techo son una imagen que se repite a través de las montañas de Corozal. Allí también, el desprendimiento de terreno amenaza la permanencia de algunos hogares, y más importante aún, la vida quienes las habitan.

(teresa.canino@gfrmedia.com)
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Cerca del río Cibuco, en el mismo barrio, Javier Lozada, de 56 años, colocaba unas planchas de zinc en el borde de casa, localizada en el mismo barrio, para evitar que el agua causara más daños a la propiedad. El terreno había cedido significativamente, pero a pesar de eso, el hombre aseguró no temer a que la vivienda de madera se fuera barranco abajo.

“Lo único que sufrimos fue que se metió agua por las ventanas y abajo, el derrumbe. Lo que se bajó fue eso el día del huracán, pero para mí que tiene arreglo. Lo que hay que hacerle es un muro a lo hondo, firme, y repararlo, hacerle los desagües para que no se valla a virar”, explicó. 

“No creo (que siga cediendo) porque eso es terreno firme acá, donde está la construcción adentro tiene terreno firme. Eso fue un poco de relleno que se había tirado ahí mismo, y se fue”, agregó.

(teresa.canino@gfrmedia.com)
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El sujeto amarró con cables de tensión la estructura, que soportó a la furia del huracán María, terminará por desprenderse.

La directora de la Oficina Municipal para el Manejo de Emergencias (OMME) en Corozal, Nery Luz Rivera Rivera, afirmó que muy pocas estructuras construidas con madera y zinc aguantaron la fuerza de María. 

“Aquí casi ninguna casita de madera aguantó. No existen. Aquí las casitas de madera no están. Aquí hay familias que están con la ropa que salieron. Hay varias áreas con deslizamientos de terreno donde hay estructuras que están en riesgo, que se mandaron a desalojar familias”, subrayó.