Con palpable indignación, familiares y compañeros de trabajo compartían hoy en Trujillo Alto el dolor de perder a Luis “Junior” Rivera Rivera, la segunda víctima fatal de la explosión del 13 de julio en la Central San Juan de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE).

A pesar de tratarse de un trágico suceso para la Autoridad, que desde la década del 1980 no perdía a más de un obrero a la vez en un accidente laboral, la gerencia de la corporación pública no había enviado emisario ni pésame al funeral de su veterano ayudante de mecánico, informó el presidente de la Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego (Utier), Ángel Figueroa Jaramillo, después de hacer guardia de honor en la capilla de la Funeraria La Gloria, en las montañas de este municipio.

“Ni una llamada, ni una llamada de la gerencia de la Autoridad. Ni el director ejecutivo ni de ningún funcionario”, sostuvo el líder sindical al tiempo que aclaró que el día del accidente sí lo llamó el gobernador interino y secretario de Estado, David Bernier, para dar sus condolencias.

“Son golpes que por más que uno se ponga una coraza, por uno corre sangre”, expresó lloroso Figueroa Jaramillo, en un aparte discreto con la prensa, a fin de respetar el pedido de la familia para procesar en privado su pérdida.

“Esta desgracia es la más grande que ha ocurrido en la AEE, porque uno no va al trabajo a morir, uno va a trabajar”, manifestó -por su parte- el expresidente de la Utier, Ricardo Santos.

“Si se quiere honrar a esta familia que ha perdido a su ser querido, lo menos que el gobierno debe hacer es ordenar una investigación de verdad”, pidió con voz quebrada, al tiempo que exigió justicia para los obreros que mueren trabajando.

“Lo digo porque si no aprendemos de las desgracias, seguimos cometiendo los mismos errores”, advirtió Santos.

“La familia queda desamparada, contrario a lo que la gente se cree. No pueden demandar a los responsables. Ahora con la maldita Ley 66 (de Sostenibilidad Fiscal y Operacional del Gobierno), los derechos que habíamos alcanzado para las familias (de obreros muertos) están en veremos”, lamentó.

Dentro de la capilla, los tres hijos, la viuda y la hermana de Junior acogían casi en silencio los abrazos y condolencias de compañeros y jubilados de la AEE. También se observó la presencia solidaria de delegados de otras organizaciones como la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes (Heend) de la Universidad de Puerto Rico y de uniones del Centro Médico.

Ausentes estaban las anécdotas graciosas que se observan en muchos velorios dentro de la cultura puertorriqueña. Sólo había dolor y lágrimas de impotencia.

“La familia quiere agradecer todas las muestras de solidaridad en todo el proceso, desde el accidente, y las que han recibido tras la pérdida del compañero Luis Rivera Rivera”, expresó Figueroa Jaramillo. “No hay duda alguna de que la familia está bien dolida”, agregó.

 “Me comentaba la hija ahora dentro (de la capilla) que hace tres semanas el compañero Rivera Rivera decía ‘todo los derechos que hemos tenido han costado hasta vidas, y si tenemos que dar vidas nuevas para defenderlos, las vamos a dar’. Y miren qué cosa”, comentó el líder sindical.

La explosión el 13 de julio cobró al instante la vida del mecánico de turbinas, Sergio Hernández Muñiz, con quien Junior compartió labores por más de 15 años. También resultaron con quemaduras sus compañeros de brigada Juan Rodríguez Tirado y Luis Sánchez Domínguez, quienes continúan recluidos en el Hospital Industrial de Centro Médico.

“Tenemos que señalar y adjudicar responsabilidades a quien sea. Si hay un unionado o un gerencial que incumplió con el proceso, no lo vamos a tapar”, aseguró Figueroa Jaramillo. “No hemos hecho lo suficiente para defender la vida de los trabajadores”, reflexionó entre lágrimas.