Las Piedras. Siete funcionarios de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) llegaron hoy a este municipio en el que más de 300 personas los esperaban en búsqueda de ayuda tras perder sus cosas por el paso del Huracán María.

Al mismo tiempo, los funcionarios municipales ahora enfrentan el dilema de cómo llevar agua a los lugares más altos y de difícil acceso donde hay postes del tendido eléctrico, que si bien no están tirados en el piso, están inclinados e interrumpen el paso de camiones.

Pero la situación de mayor peligro es la que viven alrededor de cinco familias en el sector Piedra Azul del Barrio Montones. Esas personas no solo tienen la angustia de haber perdido todo o casi todo tras el paso del huracán, sino que tras sus casas se levanta una enorme piedra de enormes proporciones que podría desprenderse de la montaña y matarlos en cualquier momento porque el terreno donde está apostada comenzó a ceder por primera vez en la historia.

Ese fue el panorama principal en este municipio hoy lunes donde además había cientos de automovilistas en el casco urbano lo que hacía sumamente complicado el tránsito.

Para el alcalde Miguel “Mike” López la prioridad es poder agilizar el repartido de comida y a esos efectos hizo un llamado a las agencias: “exhorto al Departamento de la Familia a que pegue a soltar si es que hay el suministro de estas cajas de alimentos por las que mucha gente pregunta, son cajas preparadas con arroz, habichuelas, vegetales… se necesitan”.

López indicó que además trabaja todos los días contra el reloj para poder llevar agua potable a todas las comunidades.

Una vez pase la emergencia el alcalde pedirá una reunión de urgencia con algún supervisor de la Autoridad de Energía Eléctrica porque entiende que no le han dado la atención que necesita.

“Yo no puedo levantar un pueblo si la Autoridad de Energía Eléctrica está trabajando aquí con dos personas y un camión que a veces hasta se los llevan, cuando ves que en otros pueblos hay 7, 8 camiones trabajando. Pero Las Piedras lo han dejado en el olvido. Y yo no pretendo que tengamos luz la semana que viene, pero tiene que pegar a haber movimiento… Para traer agua a este sector estuvimos cinco días porque los postes no nos permitían pasar camiones”, declaró.

Un asesor del alcalde dijo que fueron empleados de la AEE quienes pidieron que no removieran los postes debido a que no hay materiales suficientes para reemplazarlos y tienen que usar los más que puedan que hayan sufrido menos daño.

Otro problema que enfrentan es la falta de toldos. López aseguró que pudo repartir 200 que consiguió y que no son tan buenos como los de FEMA. De todos modos, tenía que resolver ya que la agencia federal no ha entregado ni uno solo aquí.

“Hacen falta porque… hay muchas casas sin techo, casas perdidas por completo, hasta gente que perdió aun casas de cemento porque perdieron sus ventanas. Se ha afectado alrededor de un 85% a 80% de la población”, indicó.

Uno de los que perdió todo fue José E. Sanabria, un enfermero pensionado de 51 años, quien usó sus ahorros para hacer una casita en madera en un terrenito que era de su abuela ya fallecida. Le metió sudor y esfuerzo por tres años consecutivos en los que salía de trabajar y se iba a levantar la estructura. Más adelante pensaba dársela a su hijo quien podría casarse pronto. Aunque le puso tensores en todas las esquinas, tormentera y un panel de madera a la única ventana de cristal, hoy sólo quedan de pie tres paredes estrechitas donde está el baño. Todo lo demás, excepto el piso, se lo llevó el viento. Ahora cuando habla de la estructura pareciera que se refiere a un primer amor que ha sufrido un aparatoso accidente.

“Cada vez que pienso en ella me da cosa …visualizo lo que era la sala, yo la había pintado en barniz todo bien bonita, tenía unos muebles que habían regalado, yo los pinté los puse al día …Los familiares míos fueron allá. Y yo les pregunté: ‘¿y la casita?’. Yo pensaba (rompe a llorar) que iba a aguantar los vientos. Yo miraba otras casitas y decía: ‘contra, si esa casita está ahí, la mía está ahí’ y estaba reacio a subir… era el sentimiento que yo tenía por ella y cuando la vi, te puedes imaginar no era el dinero, ni nada, sino el sacrificio que uno pasó”, dijo a las afueras de la cancha de la escuela José de Diego donde estaba el persona de FEMA.

También esperaban en la cancha las primas Midielis Jiménez de 6 años y Daniela Cruz de nueve. Ante sus ojos, esto ha sido una experiencia difícil en que el interior de la casa de la abuela se convirtió en un río, al igual que la calle que pasa por al frente.

“Las ventanas, las del cuarto, se explotaron... La puerta se quería romper y nos encerramos en el baño y mi abuela se puso nerviosa y todo el mundo corrimos para el baño…  Se mojó todo y el cuarto parecía un río. Mis perritas casi se mueren, le botamos agua de la boca a una… que es bien nerviosa. Ésa se ahogó pero la salvamos”, dijo Daniela quien también dio cuenta de una yegua preñada que observó “como loca”.

Midielis dijo que también estuvo en peligro la gata de su abuela y que allí hubo muchas pérdidas. “En la casa de mi abuela las cosas se cayeron. Los ángeles de mi abuela, eran de cristal, se cayeron. Y cuando fue a ver el palito, estaba arrancado y los postes caídos para el lado,  para la calle”, contó la niña.

Su tío, papá de Daniela, Carlos Cruz Torres, reconoció que subestimó la fuerza del huracán. Ahora busca ayuda porque los cuartos más afectados fueron precisamente los de todos los niños, cuatro en total que viven en la casa. 

Mientras, Rosa Lozada Acosta, de 62 años, está en vilo y sólo acude a su casa por el día un rato y se va a dormir a la casa de su hijo, ya que el enorme peñón detrás de su casa podría rodar en cualquier momento.

“Eso a nosotros nos tiene atemorizados, en verdad que sí. Eso no estaba así antes de María, entonces la lluvia… le socavó la tierra y siguió bajando y al presente nosotros aquí vivimos atemorizados en cuanto que pensamos que si esas piedras se zafan de ahí, nos pueden causar daños. No nos sentimos bien aquí”, declaró.

Del municipio no le han dicho nada. Solo fueron un día y tomaron unas notas pero no les han dicho cómo los van a ayudar.

En el interior de su casa, la historia tampoco es alentadora: algunas ventanas se rompieron y todos los muebles siguen mojados dos semanas después. A Rosa también le preocupa la falta de acceso a sus terapias para el enfisema pulmonar que la aqueja desde hace unos 16 años.

“No es fácil nada de lo que estamos pasando”, indicó.