Peñuelas. Olga Echevarría no se iba a arriesgar esta vez.

Aunque el ojo del huracán Irma no impactará a Puerto Rico, la cercanía del fenómeno atmosférico despertó el recuerdo en la técnica de uñas de la agonía vivida hace 19 años con el huracán Georges, memoria que la obligó a buscar refugio el miércoles en la escuela elemental Adolfo Grana Rivera.

“Mi casa está en la calle Gran Sam en el pueblo y atrás hay una quebrada. Para el 1998, pensábamos que la casa era segura y cuando vino la calma nos dio por mirar por la ventana y ya teníamos el agua casi adentro”, contó Echevarría mientras un aguacero caía afuera sin cesar.

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“En el medio, tuvimos que salir con los niños alombro y tuvimos que aguantarnos de la verja para cruzar y salir hacia uno de los refugios, solos, sin ayuda. Por poco nos mata, por poco nos lleva”, agregó.

Echevarría, de 42 años, era uno de los más de 50 refugiados en uno de los planteles en Peñuelas ante el paso de Irma para no tener que vivir otro mal rato que por poco le cuesta la vida a ella y a sus seres queridos.

La mujer se encontraba en uno de los cinco salones disponibles junto a sus hijos Miguel (15 años), Armando (13 años) y Normando (5 años).

En uno de los catres verdes, Armando cargaba con dos perras chihuahuas llamadas Perla y Princess. En otra esquina, estaba enjaulado un conejo blanco y negro, otra de las mascotas de los menores. 

“Estoy aquí por mis hijos. Yo espero que no suceda nada. Uno es tan terco que no quiere salir de la casa, pero con lo que pasó en George, lo pasamos bien feo”, comentó.

En el mismo salón también estaba Carmen Batista, ama de casa de 62 años, que abandonó su hogar en el barrio Tallaboa Alta, en la montaña.

El vaivén de un árbol de quenepa al lado de su residencia debido a una ráfaga fue el aviso para llegar hasta el refugio.

“Yo soy cardiaca. También, está el árbol. Yo llamé al municipio para cortarlo, pero el brazo del camión no llega. Como está cerca de mi cuarto escuché que se meneaba con un viento bobo, como uno dice, y me da miedo a pesar que mi casa es de cemento”, indicó Bastista, quien recibió llamadas telefónicas de su hijo en Carolina del Sur para verificar su estatus.

A Batista también se le inundó su aposento durante Georges, y sacar agua debido a Irma no es, en estos momentos, una opción.

“Yo dejé hasta mi carro en casa, pero si pasa algo, pues, mejor estar vivía”, agregó.

Hasta el momento, Peñuelas cuenta con dos refugios activos de los cincos certificados.