A primera vista parece un recorrido del Tren Urbano como cualquier otro en un día cualquiera. Unos jóvenes tienen su vista atrapada por las pantallas de sus celulares. Otra joven, vestida con un traje tradicional, se maquilla. Más allá una persona de mediana edad lee el periódico. En otro asiento, un hombre mayor parece dormitar.

Entonces la rutina se interrumpe por la voz del operador del tren. Primero habla en inglés. Algunas cejas se levantan momentáneamente en señal de asombro. Luego habla portugués, y entonces ya la atención de los pasajeros se despierta por completo. Algunos suben la vista como si buscaran la voz que habla. Finalmente habla en español, agradece a todos por tomar el tren, anuncia la hora y la temperatura –según el reloj del edificio de Banco Popular- y acaba diciendo que, “aplaudir al llegar a la estación es opcional, pero sonreír, mi gente, es obliga’o”. Con eso todos los rostros en el tren se ponen sonrientes.

“Diantre, él sí que tiene ganas de trabajar hoy”, suelta un joven.

“Viste, te lo dije que iba a decir algo así”, le dice riendo una muchacha a otra dama que está sentada a su lado.

Ya en la plataforma, una señora reconoce a Jonathan Pabón Rosado como el operador y le pide: “vente conmigo a casa”.

Otra mujer llega desde uno de los vagones más distantes para aplaudirle y darle “gracias. Cuando la gente hace su trabajo así, nos anima”.

La dama, que prefirió no identificarse, alabó a Pabón Rosado por sus palabras de ánimo.

“Está fuera de liga, habla en otros idiomas. Yo estaba en el último vagón y todo el mundo salió sonriendo. Yo vine a aplaudirle, para que supiera que sí agradecemos lo que hace”, aseguró.

Para Pabón Rosado, quien a pesar de nuestra insistencia declina que le retratemos y prefiere mantener su rostro en el anonimato, esas palabras que dice por el sistema de altavoces del tren buscan alegrar a la gente y darles un mensaje positivo.

“Este es un trabajo que puede tornarse monótono. Son 10 años yendo a Bayamón y de vuelta. Y ves a la gente bajarse en las estaciones ansiosos, corriendo, a veces disgustados, aborrecidos. Pero yo no llevo papas, yo llevo personas. Y les dices algo positivo, con una simple frase y todo cambia”, afirma Pabón Rosado. “Les digo, ‘que este sea el mejor lunes de su vida’, o si es viernes ‘no hay excusa para estar triste’, o si es una actividad de niños en el Choliseo les digo, ‘recuerde llevar consigo sus pertenencias y por favor, no me dejen niños que ya tengo en casa’. Con eso la gente sale sonriendo”.

Pabón Rosado añade que con esos mensajes, además de transmitir los mensajes de seguridad le añade ese elemento positivo para que la gente se sienta mejor. “Ayer (miércoles) por ejemplo, que estaba cayendo tremendo aguacero, les decía, ‘por favor, atención al bajar, que por alguna razón desconocida la plataforma está mojada’, y la gente miraba como diciendo, ‘pero ¿cómo qué razón desconocida? Si mira el aguacero’, y se echaban a reír. Así les doy el mensaje de prevención y algo gracioso”.

En cuanto a decir las advertencias en otros idiomas, asegura que es para hacer sentir mejor a los visitantes foráneos. Así que Pabón Rosado hace anuncios en inglés, portugués, alemán, holandés, danés y mandarín. Sus colegas de trabajo, quienes le apodan “Joe Joe”, aseguran que gracias a eso han llegado cartas de agradecimiento desde otras naciones.

Y no se queda ahí. Pabón Rosado también logra que la gente salga de su ensimismamiento y se fije cosas como los colores del cielo en una puesta de sol, o el amanecer, o una luna llena.

“Uno ve la reacción de la gente y se da cuenta que les gusta. Les haces el día”, asegura este operador del Tren Urbano que, con sus mensajes, hace día a día la diferencia.