"El mundo es un rompecabezas y cada uno de nosotros es una pieza clave dentro del mismo".

Con esa afirmación, Alexandra Febres Díaz resume la mayor enseñanza que obtuvo en su paso por el Centro Académico Psicosocial Alternativo (CAPA) del Centro Sor Isolina Ferré de Caimito, en San Juan: que es un ser humano valioso y, con esfuerzo, es capaz de conseguir todo a cuanto aspire en la vida.

La adolescente de 17 años expresó que encontró allí lo que el sistema público de enseñanza no le ofrecía, y hoy, viernes, junto a otros 99 jóvenes recibió el grado de escuela superior durante una ceremonia efectuada en el salón de actividades Yolanda Guerrero de Guaynabo.

"En la escuela pública tú eres una silla más. No te preguntan cómo estás, si tienes problemas. Yo aprendí a descubrirme en el Centro", compartió Alexandra, que abandonó la escuela Rafael María de Labra en mayo de 2011 porque sentía que no encajaba.

En ese momento, dijo, trataba de manejar su baja autoestima por estar sobrepeso, por dificultades familiares y problemas de socialización. En CAPA encontró un modelo educativo constructivista que la ayudó a reenfocarse.

"Ahora yo soy bien sociable. Hice muchos amigos, aprendí a aceptarme como soy y a entender que tengo mucho que aportar a la sociedad. En el Centro todos somos líderes", expresó la joven que el próximo febrero empezará a estudiar terapia física en EDP College en Hato Rey. Posteriormente, quiere aprender mecánica y entrar a la Academia de la Policía.

El modelo utilizado en CAPA forma parte del sistema de educación alternativa que atiende de forma integrada las necesidades cognoscitivas, académicas, biopsicosociales, vocacionales y empresariales de los ninos y jóvenes que están fuera de la escuela o tienen potencial riesgo de abandonarla.

Los hermanos Daniel y Obniel Betancourt Villegas, de 19 y 17 años, respectivamente, también desertaron de la escuela pública por lo que dijeron era "falta de motivación".

 "El modelo educativo no me parecía atractivo y algunos maestros me decían que yo no iba a ser nadie en la vida. También, como yo había fracasado varias veces, ya me daban por perdido", señaló Daniel, quien estudiaba en la escuela Inés María Mendoza de Caimito.

Entonces, como conocía de CAPA y tras enterarse de que se convertiría en padre, decidió hacer algo para progresar.

 Dos años después, ve su meta realizada y la próxima en proceso, pues pronto iniciará clases de piano, mientras busca una institución donde pueda formarse musicalmente. Quiere convertirse en productor musical y darle a su hija Daneliz Lian, de un año, una vida digna.

"Esto es lo mejor que me ha pasado. Nos han ayudado a estudiar, buscar trabajo y aprender a tomar nuestras propias decisiones", destacó.

Obniel, en tanto, abandonó la escuela Trina Padilla de Sanz, entre otras cosas, porque quitaron el curso de mecánica que a él le interesaba tomar. Se mudó al Centro con su hermano y terminó la escuela superior en menos de un año. En agosto pasado empezó a estudiar artes culinarias en el Instituto de Banca.

"Esto me ha ayudado un montón. Estoy bien contento. Aspiro a convertirme en un chef reconocido y dar lo mejor de mí", manifestó Obniel.

La madre de ambos, Aixa Villegas, se veía emocionada por el logro de los muchachos y comentó que seguiría respaldándolos en metas futuras.

En su mensaje a los graduandos, Lourdes Ortiz, directora de CSIF de Caimito, los felicitó por derrumbar barreras.

"Ustedes son 100 jóvenes que le han dicho sí a la vida. Son 100 razones para creer que otro Puerto Rico es posible. Cada uno de ustedes es un guerrero y una guerrera de la vida", afirmó Ortiz.

El principal oficial ejecutivo de los CSIF, José Luis Díaz Cotto, los instó a usar el conocimiento obtenido para construir y mejorar el país.

"Los felicito por el tesón, la dedicación y la valentía que les permitió llegar a la meta", pronunció Díaz Cotto, mientras los familiares de los graduandos, sonrientes, asentían con ligeros movimientos de cabeza