Cabo Rojo. Su vida está llena de contrastes, que van desde el campo hasta el mar. Amante de la naturaleza, la música típica y el trabajo artesanal, las aventuras en la vida del general Juan José Medina Lamela comenzaron a temprana edad, hasta que llegó a enlistarse en la Guardia Nacional de Puerto Rico.

Criado en el seno de una familia agrícola en los campos de Quebradillas, desde los ocho años Juan José solía acompañar a su padre Gerardo Medina a la finca, donde trabajaba ordeñando vacas. Su pasión por los montes y la aventura creció durante el tiempo en que fue Niño Escucha de la tropa 92 de Quebradillas. A sus 57 años, se convirtió en el Ayudante General del cuerpo castrense, desde donde comparte una misión comprometido con el país.

¿Siempre fue así? ¿A qué jugaba cuando era niño?

“ Siempre fui cazador. También me pasaba en Isla de Mona y Desecheo, pescando”, relata sin poder esconder en sus ojos las travesuras que guarda en la memoria sobre sus grados primarios en el Colegio San Rafael.

¿Tiene algún súper héroe favorito?

Mi viejo. Yo soy de la época de Astro Boy, pero mi viejo es mi súper héroe. Quizás no tenía la educación completada, porque en esos tiempos no tenía los beneficios. Solo llegó a octavo grado, pero sus principios fueron lo más importante para mí.

¿Cuál es la mayor pasión del general?

“La naturaleza. Amo la naturaleza. Siempre he buscado mi lado del Amazonas. Mi esposa Rita dice que yo siempre era voluntario de las misiones para estar en la jungla”, comenta con tono jocoso. Agrega que ahora siguen haciendo camping, pero en la casa que mantienen en el Poblado de Boquerón, “donde ella pueda estar más cómoda”.

En ese espacio que les alberga durante el tiempo libre, por los últimos nueve años, se pueden ver la diversidad de hamacas que colecciona de distintos países. Tiene hamacas de Paraguay, Colombia, Argentina, Corea, “de cuanto boquete hay en el mundo, tengo una hamaca”. Sentados en el balcón, Rita y él celebran sus 33 años de casados.

Les rodean los mangles que ocultan a la casona verde que han bautizado como “Villa Polilla”. Bajo su amplia terraza se ven pasear los sábalos y otros peces, que llegan al plato de vez en vez.

Así, la naturaleza que aprendió a amar desde niño con su padre, continua siendo su escenario favorito y, por ello, asegura que nunca dejará de apoyar a las tropas de los niños escuchas. “Quizás lo que soy se lo debo a los ellos. La base y el principio de lo que soy viene de allí”, afirma, reiterando que eso es lo que mueve su corazón.

Otro de los pasatiempos del general le resultaba dulce al paladar de su esposa Rita, pues Medina Lamela llegó a criar abejas en su finca en el barrio Los Cocos en Quebradillas, donde tenía siete colmenas. “Con eso nos emborrachábamos de miel”, dijo mirando a su querida a los ojos.

El lado artístico

“Fui maestro de teatro entre el 1978 al 1982”, revela Medina Lamela, quien recuerda que luego pasó a trabajar en luces y sonido con Productora Nacional, como un trabajo a medio tiempo. Mientras, “tenía un taller de soldadura y ebanistería. Yo era contratista y hacía trabajos de mantenimiento con agencias de Puerto Rico y el gobierno federal. A la misma vez, tenía el part-time en la Guardia Nacional, donde comencé para los años 80”.

De otra parte, relata que en su juventud trabajó en un taller que tenía en la casa, haciendo piezas en fiber glass. “Yo siempre estaba construyendo algo, siempre estaba inventando”. Asegura que de allí salieron varios diseños de boggies (vehículo arenero), que luego corrió por ahí con sus amigos.

En sus años de escuela pública, en la superior Juan Alejo Arizmendi, conoció la pasión por la fotografía y la astronomía, de donde salió la idea de crear un cuarto oscuro en su casa para revelar imágenes capturadas de todas partes. “Yo retrataba hasta en el fondo del mar, porque también me gustaba bucear”.

Retirado, pero siempre servicial

La carrera militar está basada en tiempo y rango. Una vez se alcanza el máximo, llega el tiempo de retirarse y, con 32 años de experiencia en la milicia, Medina Lamela se acogió al retiro, pero continuó en el servicio público. “Me retiré el 9 de diciembre de 2012 y, tres semanas después, el gobernador me ofreció esta posición. Yo lo dije, que si es para servir a Puerto Rico, estaría dispuesto siempre”.

El pasado 6 de junio recibió su promoción de rango a General en una ceremonia que tuvo lugar en el Centro de Convenciones en San Juan.

¿Cuál ha sido su misión más importante?

“ El narcotráfico. Ha sido bien importante, porque siempre hemos ido a esas misiones junto con misiones humanitarias”, destacó. Por más de 20 años, Medina Lamela trabajó contra el narcotráfico en diferentes partes del mundo, desde el interior del Amazonas, San Domingo, Guam, Venezuela, España, entre otros lugares. “Quizás esto viene de mi niñez”, dice rebuscando en su cabeza imágenes de su padre cuando lo llevaba al barrio San José, donde fundó el primero de los Hogares Crea en su pueblo.

“El viejo mío era bien estricto en eso. Decía que un hijo suyo nunca podía estar en drogas porque si no, dejaba de ser hijo de él. Me llevaba todas las mañanas a llevarles pan y otras ayudas”.

Entre sus prioridades como Ayudante General de la Guardia Nacional de Puerto Rico, Medina Lamela se propone “dejar el país a nuestros hijos mejor de lo que nuestros padres nos lo entregaron. Hay que devolver la tranquilidad al pueblo”, reitera.

¿Cuál ha sido su batalla más grande?

Tuve la suerte de tener un hijo que nació enfermo. Eso te cambia la forma de ver la vida completamente. Eso nos enseñó a que uno pierde el apego a muchas cosas materiales, y conoce gente extraordinaria. Conoces quienes son los amigos.

A los seis años de casados, el matrimonio enfrentó la difícil situación de tener que luchar por la vida de su pequeño Samuel, a quien aseguran deberle la fortaleza ganada, la unidad familiar y una perspectiva diferente de las luchas diarias. Para entonces tuvieron que costear tratamientos que dejaron en rojo los libros de finanzas en el hogar. El niño enfrentó sobre 30 cirugías.

“¿Qué hacemos con casas y propiedades si no me sirven de nada?”, se preguntó. “Ahora no me apego a nada. Todo lo que tengo es ganancia. Esas cosas te enseñan a luchar, a crecer y a conocer. Si ellos (los hijos) están bien, yo estoy bien”.

Samuel vivió por diez años con un riñón de su papá y hoy día carga el de Rita, su mamá. La fe que depositaron en los amigos y familiares les ayudó a salir adelante en momentos que pensaron que no había salida. Hoy Samuel tiene 27 años y su madre asegura que es un vivo retrato de las fortalezas de su padre. Igual opina de sus otros dos hijos, el mayor, Juan Enrique, de 30 años, e Iria Mariel, de 26.

¿En que sostiene su fe?

“Creo en las capacidades del ser humano. Fui monaguillo y hasta sacristán, pero hoy pienso que Dios es lo que yo sé que está correcto y lo que no” afirma. “Sí, creo en la comunidad cristiana, porque se reúne para cosas positivas. Hay quienes necesitan creer”.

Sobre sus pasiones, la cocina ocupa un lugar especial.

¿Cocina también?

Cualquier cosa que se mueva, se come. Me encanta la cocina. Soy experto en ceviche.

Nos cuenta que de los platos más exóticos que ha probado. “He comido perro en Corea, he comido serpiente, lo único que no me gustó fue una cucaracha que me comí. Son unas cucarachas pequeñas que ellos asan y los nenes se las comen como si fuera popcorn. Me dieron un conito de esos, pues había que probarla… me la trague porque ya la tenía en la boca”, dijo entre risa y asco.

Lleva la bandera hasta en las cuestas

Medina Lamela asegura que siempre carga con la bandera de Puerto Rico a todas partes que va. En el balcón de su “Villa Polilla” cuelga solita la bandera puertorriqueña, como le enseñó su padre.

En cada misión, donde fuera, se levantaba la monoestrellada frente al batallón, según asegura. “Pero una vez se la robaron”, recordó, lamentando que esa llevaba ya cumplidos como catorce años viajando con él a todas sus misiones.

“Me llamaron y me dijeron, ‘Jefe, se robaron la bandera’. Hubo un silencio, como si estuvieran asustados por cómo iba a ser mi reacción. Pero yo les dije, ‘Mira, eso fue un puertorriqueño que quizás la necesitaba más que nosotros’. Les dije: ‘no se preocupen, que buscamos otra’. Todavía piensa que alguien más la estará usando...”

Sí ríe pero no llora

“Desde niño he tenido buen sentido del humor, pero muchas veces nadie me entiende. Creo que lo saqué de mi madre, a quien siempre conocí como Nelly Lamela. Cuando se retiró, que fue a pedir el seguro social, descubrimos que ella no se llamaba Nelly sino Ana Elisa. ¡Entonces nada cuadraba, toda su vida fue una persona y de repente otra!”, exclamó chistando.

Cuando su mamá murió, Medina Lamela estaba en una misión. “Me llamaron para tomar una decisión importante. La noche se su muerte me quedé con ella”. El general asegura que no lloró ese día, aunque sintió mucho su pérdida. Rita, su esposa, asegura que nunca le ha visto llorar.

El drama se lo deja a Sabina y sus canciones, de las que disfruta escuchar de cuando en vez, entre otras canciones de la música típica que goza del programa El Mañanero. Mientras, descansa en su hamaca cuando puede, arrullado por el agua del litoral caborrojeño.