Hace unos 5 meses la dejaron como nueva. Entre los vecinos la pintaron, la remozaron y la dejaron “bien bonita”, como dijeron en ese entonces con orgullo. Pero ahora, a la comunidad de La Perla, que se hizo famosa en el mundo entero con el éxito de la canción Despacito, le toca empezar de nuevo. El paso del huracán María por Puerto Rico golpeó a sus residentes y provocó importantes destrozos.

Decenas de casas perdieron sus techos y ventanas, se cayeron postes y se arruinaron autos, ante la mirada impotente de los vecinos que no pudieron hacer nada más que ayudarse entre ellos en el medio de la noche, cuando faltaban dos horas y 35 minutos para que María tocara tierra en Puerto Rico como huracán categoría 4 y vientos de 155 mph.

Fue el caso de Gabriel Lamastus quien, a las 4:00 a.m., y preocupado por la fortaleza del ciclón, pensó en uno de sus vecinos. No lo dudó y salió cuando el huracán María ya hacía rugir sus vientos sobre la isla para rescatarlo de una de las casas que terminaría perdiendo el techo. Otros, directamente perdieron todo.

Así le ocurrió a Luis Santiago, uno de los residentes de la base de la comunidad, enclavada al borde de las murallas del Viejo San Juan, con el mar a sus pies.

“Perdí mi casa (en las fotos de más arriba). Ahora vamos a ver si el gobierno nos ayuda en algo. Ya que en otras ocasiones hemos tenido pérdidas iguales o similares y no nos han querido ayudar porque nos aducen que, si no tenemos los títulos de propiedad de las casas, FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) no nos puede ayudar. A ver si esta vez echamos eso al lado y nos preocupamos un poquito más de la necesidad de las personas”, se quejó Luis que vive con sus cinco perros. “El paso fue demasiado devastador. La casita se fue. Ya no sirve de nada”, agregó.

Luis dijo que espera que esta vez tanto el gobierno federal como el estatal “ayude a la comunidad entera ya que somos una comunidad marginada”, a pesar de la fama de los últimos meses. 

La emblemática zona en el Viejo San Juan también sufrió los estragos del huracán María.

En tanto, Gabriel, que tiene un gimnasio en La Perla, trató de llevar tranquilidad a quienes no tienen noticias de sus familiares en la barriada por las fallas en las comunicaciones. “No se preocupen por la salud, todo el mundo está bien de salud. Pero si traten de darle la mano (a sus familiares) en lo referente al daño de las propiedades porque el que no tenga casa de cemento sufrió daños”, aseguró.

Un día después del paso de María, los vecinos de La Perla dejaron el encierro obligado de sus casas y se volcaron a las calles como de costumbre para conversar entre ellos. Solo que esta vez, compartían historias sobre cómo vivieron el azote del huracán categoría 4.

Algunos daban gracias a Dios porque las estructuras de sus viviendas apenas se habían visto afectadas, mientras que otros, resignados, decían que no les quedaba más remedio que empezar de nuevo.

Un grupo de policías habían llegado hasta uno de los descansos que tiene la comunidad, donde hay un estacionamiento reservado para las ambulancias, para conversar con los vecinos. Todos expresaban la misma preocupación: siguen sin poder comunicarse con sus seres queridos en el resto de la isla.

Mientras algunos niños merodeaban La Perla con curiosidad, entre vehículos aplastados y astillas de vidrio por doquier, los perros observaban el cielo espeso y oscuro subidos a los techos.

De fondo, el ruido del mar estrellándose contra La Perla se mezclaba con el golpeteo de los martillos sobre los techos, marcando el camino que han elegido muchos vecinos a pesar de la adversidad: renacer como el ave fénix, tras el azote del huracán María.