Las largas filas de clientes y la preocupación de no poderse comunicar con los suplidores eran la orden del día en los pocos comercios que abrieron hoy, viernes, dos días después del azote del huracán María.

A eso de las 2:00 p.m., la panadería La Ceiba, en la avenida Roosevelt, en San Juan, estaba abarrotada. Un rótulo en la entrada advertía que el negocio no contaba con sistema para aceptar tarjetas de débito y crédito y que tenía un menú limitado para el almuerzo. Una decena de empleados se esforzaban en atender rápidamente para que la fila no se saliera por la puerta.

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El propietario, Manuel Ceide, informó que abrió desde temprano en la mañana para servir desayunos, a pesar de que la panadería sufrió daños en las rejas y el techo como consecuencia del temporal. “Pero todo eso se arregla. Lo que me interesa es el servicio de agua y diésel para la planta (eléctrica). Solo nos queda una hora de diésel”, manifestó.

“No hay manera de comunicarse con los suplidores. Mandé al gerente a que fuera personalmente a comprar diésel y vio que los camiones estaban allí, parecían estar llenos, pero no podían salir porque está inundado por allá por Cataño y Levittown, donde ellos están”, relató Ceide. Ante esto, tenía pensado operar hasta donde rindieran el generador y el pan horneado.

Preguntado acerca del aumento en los costos operacionales que representa operar con un generador de electricidad, respondió: “Los gastos como consecuencia del desastre no me preocupan. Es triste que venga una familia con niños y no haya ni pan para darles”.

En una de las mesas, José Benítez, de 37 años y residente de San Juan, esperaba a que un colega hiciera la fila para ordenar sándwiches. Ambos trabajan en una compañía que opera varios centros comerciales alrededor de la isla. Había visitado seis malls desde ayer, jueves. En su mayoría, sufrieron daños en los techos, los compresores de los acondicionadores de aire, los letreros y las vitrinas de las tiendas. “Lo más difícil es conseguir contratistas (que realicen las reparaciones) porque no hay comunicación”, contó.

“Un compañero de trabajo vio que La Ceiba estaba abierta y vinimos a almorzar”, dijo Benítez, quien no tiene agua ni de luz en su casa y entiende que ambos servicios tardarán meses en restablecerse. 

En el Borinquen Towers Shopping Center, también en la avenida Roosevelt, empleados de la cafetería El Antiguo Malecón servían, sin descanso, comida cubana y criolla, a pesar de los daños sufridos debido al ciclón María. “Se explotó una ventana y entró agua por ahí”, apuntó Carlos Alfonso, dueño del negocio que ya llevaba más de diez días sin energía eléctrica tras el paso del huracán Irma.

Operaban con planta eléctrica y cisterna, pues tampoco tenían servicio de agua potable, desde las 7:00 a.m. de hoy jueves, “hasta que nos dure la comida”. 

“Nadie nos suple. No hay entrega de mercancía ni a donde ir a comprar. No hay agua, hielo, leche ni comunicación con ningún suplidor”, relató con preocupación.

Indicó que operar con generador de electricidad aumenta sus costos operacionales. “Es doble la carga porque la factura de la Autoridad de Energía Eléctrica no deja de venir aunque no haya luz”, resaltó. “Si nos gastamos $600 en gas (para la planta) en los tres días que duró el apagón del año pasado, el costo debe ser de $1,000 o $1,500 semanales”.

Aunque aseguró que el flujo de clientes no compensa el alza en los costos de operar el negocio, dijo: “No me quejo porque es un servicio. Monté una cafetería para sobrevivir y porque me gusta bregar con la gente, no para hacerme millonario”.

Resaltó que ha recibido muchos clientes nuevos, personas que van a comprarle comida a residentes –muchos de ellos adultos mayores- que viven en los condominios aledaños al centro comercial.  

Entre los comensales estaba Bernardo Ortiz, de 64 años y residente en Bayamón, quien acudió a los condominios Borinquen Towers a ayudar a una cuñada que reside allí y de paso fue a almorzar a la cafetería. “En casa estamos cocinando con estufa de gas, pero ya casi no tenemos alimentos suficientes”, contó.

En ese centro comercial estaba abierta la Farmacia Borinquen Towers. Sin agua, luz ni planta, los empleados colocaron una mesa en la puerta y ahí recibían y despachaban las recetas. Para aceptar otros métodos de pago además del dinero en efectivo, conectaron la máquina de punto de venta (POS) a una batería de carro para procesar tarjetas de crédito y débito. Conectaron un abanico de pedestal a otra batería para lidiar con el intenso calor del pequeño local sin ventanas.

“Antes de que se fuera la luz procesamos todas las repeticiones que aparecían en el sistema y aquí las tenemos”, informó Luis Ortiz, dueño de la farmacia, a la que constantemente llegaban clientes a solicitar medicamentos con o sin receta, así como papel de baño, padrinos de refresco y otros artículos.

A pesar de que describió las ventas como “un desastre” y de que no había recibido más medicamentos de la droguería, sostuvo que “la ventaja de las farmacias de la comunidad es que aun en la crisis estamos de pie, ayudando a los pacientes”.

En el Burger King de la avenida 165, al lado de Metro Office Park en Guaynabo, la fila de servicarro sobrepasaba los 15 vehículos y dentro del local, la cola llegaba hasta la puerta. Al enterarse de que el establecimiento de comida rápida estaba operando con generador de electricidad, Mey-Ling Ruiz, de 45 años y residente de Caguas, decidió pasar para comprar alimentos para sus padres, su hermana y su sobrina, quienes residen en el sector Guavate de Cayey. 

Luego de pasar el huracán en su casa en Caguas, fue a ver a su familia. Tuvo que realizar buena parte del recorrido a pie, pues las vías rurales estaban intransitables debido a la cantidad de árboles y postes caídos. 

Una vez que verificó que sus padres de 66 y 67 años estaban bien, fue a su trabajo en Metro Office Park. “Al ver la fila, decidimos comprar comida y llevarla a Guavate porque ellos no pueden salir de allí”, contó. También fue a casas de otros parientes. “Como no hay comunicación, fuimos a ver si estaban bien. A los que no estaban en sus casa, les dejamos unas notitas para decirles que estamos bien”, relató.