Ciales.  Manos de esposa, de madre, de hija, de luchadora, de sanadora... de santiguadora.

Estas son las  manos de María Vega González, conocida como doña Mary, quien recibió “de lo Alto el don de santiguar”.

Por sus manos han pasado miles de personas de toda la Isla,  sin importar su  profesión, y asegura que todas han recibido alivio a sus dolores, tanto físicos como emocionales. 

Y es que además del sobito  y la santiguada, y del té para entonar el cuerpo, también escuchan palabras sabias de la mujer de 90 años que sólo estudió un cuarto grado.

“Eso es un don que el Señor le da a uno para uno averiguar las enfermedades”, dijo doña Mary sobre la vocación de  santiguar.

“Yo te digo que he sanado gente desahuciada de los médicos; con mis remedios se han curado”, aseguró.

La nonagenaria explica que “santiguar es sobar cualquier parte del cuerpo que esté afectada;  si es un empacho es en el estómago; si es un dolor en un brazo le sobo el brazo o  la mano, el cuello, la espalda, los tobillos, las rodillas. Ahora, cuando hay fractura, ahí sí yo mando para el médico”.

Doña Mary, ¿qué es  un empacho?

Eso es cuando tú comes algo y se te queda ahí, sin digerir. Yo estuve dos meses grave, cuando tenía como diez años. Me iba morir por ese empacho, los médicos no descubrían la enfermedad y una señora la encontró.

¿Y con qué se empachó?

Con el gazpacho de china, se me pegó del estómago, me puse sequecita (flaquita).

¿Cuándo usted supo que tenía el don de santiguar?

Un don es como una experiencia, como que uno atrae esa experiencia, como que algo le domina a uno la mente... Yo lo descubrí  (tenía como 38 años) porque dije: ‘Caramba (tuve 13 hijos), yo  nunca he ido a ningún médico para el estómago’. Yo siempre los sobaba y usaba  los remedios caseros como la tua tua, el poleo, la yerbabuena, la hedionda.

Dijo que hay empachos  fuertes y menos fuertes.  ¿Cuál es la diferencia?

El fuerte es cuando hay algo pega’o que no se despega con nada, tomas medicina, teses, y sigue ahí, la persona no come, se siente débil, y es dolor, dolor. Entonces, vengo y sobo para sacar eso de ahí.

Luego la persona se limpia a través de la diarrea.

Doña Mary sigue usando remedios caseros una vez termina de santiguar, y luego  regala plantas medicinales para que la persona siga con el remedio en su hogar.

Cuándo usted supo que podía  “sanar”, ¿qué hizo?

Cuando supe que era santiguadora, que tenía un don, fue un experiencia bien grande, yo lo seguí repartiendo, no me quedé con el, lo puse para curar a todo el mundo;  con ese don que tenía, mi casa no se vaciaba, la gente hacia filas, descubrí hasta apendicitis  y les decía ‘llévatelo rápido al hospital’, y, en efecto, era apendicitis.

¿Recuerda algún caso complicado de empacho?

Sí. El caso de un señor que llevaba tiempo visitando especialistas, un hombre de dinero, y ese hombre fue un día a casa porque sentía mucho dolor en el estómago, no podía comer, se sentía bien mal, no dormía. Entonces, un amigo de nosotros le dijo:  ‘Vaya donde Mary’. Llegó y me dijo: ‘Estoy cansa’o de los médicos, a mí me han hecho de todo’, y vine y lo sobé y le dije: ‘Mire, ¿sabe  lo que usted tiene ahí? Un canto de bistec pega’o’. Él me dijo: ‘Yo  recuerdo cuando me comí ese bistec y me cayó mal’.

¿Y cuánto llevaba el bistec ahí pega’o?

Hacía más de dos meses... pues le di el primer sobo, le busqué las plantas.

Y le recomendó los teses y a los dos días volvió curado y con las manos llenas de productos del campo.

¿Cuánto usted cobraba?

Yo nunca le cobré ni le cobro a nadie nada. Si me daban una gratificación, pues yo la cogía, yo lo estoy haciendo por amor a Dios.

¿Descubrió alguna enfermedad grave? 

Descubrí un cáncer, y  el hijo de ella era doctor. Cuando pongo las manos sentí: ‘Ella tiene un cáncer’. Duró tres días y se murió. Encontré algo que no era natural. A mí hasta los doctores me enviaban pacientes y ellos también venían.

¿Qué usted hace cuando empieza el proceso? 

Siempre, cuando sobo a una persona, oro. Esa oración yo creo que es la que te da el conocimiento...  tengo siempre a Santa Marta. A ella le ofrezco todas las personas enfermas. Yo hago el trabajo y ella, entre las dos. 

“Morí y volví a vivir”

Doña Mary también ha pasado momentos difíciles. Conoció de cerca la pobreza y el no poder culminar sus estudios.

Cuando estaba embarazada del primer hijo sufrió de  preeclampsia, y tras parirlo le dio fiebre.

“Yo hasta me morí y volví a vivir. Yo caí allá arriba (al cielo), a mí me llevaba un ángel... los ángeles me dicen: ‘Ahora vamos a pasar por un sitio que ni siquiera se puede poner el pie’, el caminito blanco como lo llaman… ya estábamos en la Gloria. 

¿Que vio en la Gloria? 

Eran tantas cosas, eso era blanco como la nieve, precioso, habían muchos ángeles y caminé por todo aquello... me quería quedar.

Pero no  pudo ser. Su tía “mandó una promesa, que si yo volvía, íbamos a ir desde Jayuya a Hormigueros a pie a pagar una misa”. 

“Y entonces bajé ahí, sin ángeles, y veo mi cuerpo muerto y entonces entré al cuerpo y alzo una mano y todo el mundo  gritó: ‘Ay, volvió, volvió, está viva’” , recordó.

Al año pudo cumplir la promesa y caminó durante seis días hasta  Hormigueros,  donde escuchó la misa y dejó otra ofrecida.

“Cuando estaba bajando una escalerita (en Hormigueros), iba por el  último escalón,  ahí tenía la mente como envuelta, pero cuando puse el pie, como que me desperté y quedé sana…”, dijo  emocionada.

Otra promesa que recuerda es una a los Tres Reyes Magos. Era una época difícil y  su madre  “se hincó de rodillas y dijo: ‘Oh Santos Reyes, con tal de que ustedes me amparen algo para  enviar a la tienda yo les encargo un velorio’. Entonces una voz le dice:  ‘Pero si usted no ha mandado porque no quiere, usted tiene chavos’. ‘¿Dónde?’. ‘Mire abajo de la cama’, y vio  cinco latas con café seco”.

Ya nunca más pasaron hambre y hasta el sol de hoy,  cada 6 de enero, doña Mary y sus hijos cumplen la promesa a los Tres Reyes Magos.