Orocovis.- La espesura de las lindas montañas de este pueblo de la cordillera central ya no es la misma. Ahora, miles de planchas de zinc que volaron con los sueños de sus moradores, son las que cubren sus veredas y colinas.

El huracán María azotó con toda su furia a Orocovis y las fuertes lluvias dejaron sus carreteras sepultadas por lodo, piedras, arboles, bambúas y postes del tendido eléctrico. El pueblo quedó totalmente incomunicado, mientras brigadas municipales, de la Guardia Nacional y de voluntarios, abren paso entre los deslizamientos.

Poco se sabía de los orocoveños tras el paso del temporal. Esta mañana poco después de las 8:00 de la mañana, emprendimos viaje con la encomienda de obtener noticias del denominado “Corazón de Puerto Rico”.

En la carretera 155, que conduce de Morovis a Orocovis encontramos que no había paso y desde temprano en la mañana, una brigada de Unidad de Ingeniería 1010 de la Guardia Nacional, de Vega Baja despejaba un fuerte derrumbe en el sector “Palopan”, que también tenía incomunicadas a varias familias moroveñas.

Allí los militares y una compañía privada trabajaban con una excavadora hidráulica y otras máquinas de equipo pesado para disipar el enorme deslizamiento de “barro” rojo húmedo, tierra típica de la altura.

El sargento Edwin Soto, a cargo de la brigada, explicó que desde el jueves están trabajando en la limpieza de caminos en el sector. “El mayor esfuerzo que estamos haciendo es habilitando las vías públicas para mejorar la comunicación de los residentes y que el personal de apoyo pueda llegar a estos lugares”, sostuvo.

Más abajo, las brigadas habían despejado otro deslizamiento que no permitía que unas 180 familias de la Urbanización Palmas del Sur, en el barrio Morovis Sur, pudieran salir de sus viviendas. Pero, desde el el jueves, un grupo de cincuenta vecinos se armaron con machetes, palas y una sierra y abrieron un “caminito” porque muchos residentes estaban desesperados por tener noticias de sus familiares.

“El viernes mi hermano Luis bajó de Orocovis a pie con su suegro para tener noticias de la familia”, expresó Josué Rivera, uno de los integrantes de la brigada comunitaria de Palmas del Sur.

En nuestra ruta hacia Orocovis, otros militares y policías nos desviaron por la Cuesta Las 40 hasta llegar al sector Cuatro Calles y volver a tomar la carretera 155. En el trayecto, tuvimos que pasar debajo de cables del tendido eléctrico y postes que los vientos dejaron guindando en la vía de rodaje. 

Pasamos por el puente del Río Grande de Morovis, que dejó una ancha huella del nivel que alcanzaron las aguas. Monte arriba eran evidentes los derrumbes que habían sido despejados, pues las estibas de tierra mojada llenaban las zanjas de la carretera.

Lloviznaba y de las montañas bajaban correntones de agua. En la conocida cascada del barrio Perchas, una madre se refrescaba del calor en una poza con sus pequeños hijos.

Continuamos nuestro viaje y mientras nos adentrábamos monte adentro, era impresionante ver la cantidad de planchas de zinc y pedazos de tablas regados en las montañas.

Ya pasaba de mediodía cuando nos acercábamos al barrio Gato de Orocovis y nos encontramos con una enorme fila de personas que salieron de sus casas porque por primera vez había llegado la gasolina. En la larga cola de carros tuvimos que conducir un tramo en contra del tránsito.

En el trayecto a la gasolinera, dos jóvenes empujaban un Suzuki “Tres potes”, pues en la larga espera el carro se quedó “empty”.

En El Gato, unos llegaban en carro a buscar gasolina y otros caminaban porque en el kilómetro 35.5 colapsó la carretera 155. Una barricada casera con gomas de carro y policías, desviaban el tráfico por un camino vecinal.

 “Ahí estaba el negocito de flores de Los Martínez y desapareció. El derrumbe lo sepultó”, narró compungida Mariely Martínez, cuya residencia es la más próxima al desprendimiento de la carretera.

La mujer había pasado el huracán en la casa de sus padres, en otro sector del barrio Gato y el jueves al amanecer se fue caminando con su hijo Abdiel de 16 años, para ver si su casa había sufrido daños.

“Mami, mami, la carretera no está”, dijo Martínez que gritó su hijo cuando vio el gran hueco en la carretera. “Ahí rompimos a llorar. Cuando no vi el negocio de flores, pensé que nuestra casa se había ido también en el derrumbe. Fue horrible”, sostuvo para agregar que afortunadamente, sólo perdieron el garaje.

“La casa estaba inundada, pero por lo menos tenemos techo”, expresó la joven de 37 años, que labora en el Registro Demográfico de Barranquitas. 

“En el barrio Cacao eso fue un desastre. Aquí todos los barrios quedaron incomunicados”, sostuvo el policía José Pagán, quien dirigía el tránsito en el desvío.

“Si mi casa hubiera sido de madera se la hubiera llevado completita. Se llevó el techo de la marquesina, un garaje, el rancho de las gallinas y la cortina no se sabe para dónde cogió. El transformador se cayó con todo y poste. Quedó la casa solita y eso es una desolación horrible”, relató Doña Nitza Villareal del barrio Botijas I.

Otra orocoveña, Brenda Ríos del barrio Barros dijo que en el barrio Damián “un señor que estaba solo murió de un infarto y lo encontraron dos días después por el mal olor”.

“Cerca de la entrada de Toro Verde el ciclón viró una casa de concreto, que no estaba completada y no siguió rodando porque se espetó en el terreno”, relató Rivas, quien dijo que las pérdidas para los agricultores son cuantiosas.

“Mi padre es agricultor de plátanos y lo perdió todo”, aseguró la mujer, quien también dijo que los chinchorros, que atraen el turismo en Orocovis, también sufrieron daños. “Ahora mismo el problema mayor aquí es el agua y la gasolina”, añadió Rivas.

Eran casi las 3:00 de la tarde cuando emprendimos nuestro viaje de regreso. “No espere a que le coja noche porque esto se pone muy oscuro, es peligroso”, nos aconsejó la mujer.