Una cosa es el nombre del objeto y otra es ponerle nombre propio, como si se tratara de un hijo o una hija. Eso es lo que pasa con esa pieza de metal sobre ruedas que nos traslada de un lugar a otro. Hay gente que le pone nombre al carro.

Como si se tratara de Kid, el de la serie de televisión Knight Rider, se refieren a sus vehículos como si hablaran de un primo o una prima. Y, a veces no es solamente un nombre, sino el apodo cariñoso con el que llamamos a personas que apreciamos.

Según el modelo, los vehículos pueden tener nombres propios de hombre o de mujer, aunque la mayoría de las veces no serían apropiados para una persona. Lightning McQueen, por ejemplo, es pertinente para un auto de carrera en la película Cars, pero no para el hijo de alguna persona.

Lo de usar un nombre para los carros es tan frecuente, que ayer era el día oficial de ponerle nombre. Entre las justificaciones para hacerlo están que se pasa mucho tiempo en él, que resuelve múltiples gestiones diarias y que total, a los botes también les ponen nombres.

Para escoger el nombre se recomienda tomar en consideración el carácter del vehículo. “Bruno” a lo mejor no sería adecuado para una minivan, pero sí para un modelito Smart.

Si es un carro  de lujo, no se aconseja un nombre común o en diminutivo. “Pito” o “Papo” no parecen los nombres de un vehículo lujoso con detalles de “special edition”.

Cuidado también con ponerse con demasiada creatividad y dramatismo. Es un carro, no una “drag queen”.

Por más tentación que tenga, resista también el deseo de copiarse. Ya existe el Batimóvil, el Papamóvil y Herbie (de Love Bug).

A menos que se lo gane, no le ponga Limón.