Aguas Buenas. El llanto y los gritos de dolor de los familiares de Elizabeth Marín y su hija Griseida de Jesús, víctimas de la masacre de Aguas Buenas, llenaron todo el espacio de la capilla ardiente donde se velaban sus restos, al igual que en el cementerio municipal, donde se les dio cristiana sepultura ayer.

Ante la proximidad de la partida, los hijos e hijas, hermanos y hermanas de una numerosa familia solicitaron a los presentes que se les permitiera estar a solas para la despedida.

De inmediato, se escuchó un coro de lamentos, gemidos y llantos que fueron subiendo de intensidad mientras se unían y se apretaban en un solo abrazo alrededor de ambos féretros. Era un llanto profundo que salía del alma.

Un globo blanco con el nombre de Griseida flotaba en la capilla. Alguien tomó en sus brazos el peluche de un león que acompañaba a la jovencita.

“¡Mamita de mi alma!”, se escuchó a una de las hijas lamentar entre sollozos.

Varios dolientes cargaron ambos ataúdes hasta el coche fúnebre. Bethzaida y Esteeliz Ayala Marín precedían el cortejo hacia el cementerio, cercano a la funeraria, en medio de una lluvia torrencial.

Ya bajo una carpa, el alcalde de Aguas Buenas, Luis Arroyo, dio un una fogosa despedida de duelo, asegurando que Aguas Buenas no dejará las calles y las aceras a los maleantes.

“Hay momentos en que la indignación de un pueblo se tiene que levantar, y hoy es uno de esos días en que se tiene que levantar y sentirse la indignación de un pueblo, porque no podemos permitir que los que no quieren el bien se apoderen de las calles de nuestro pueblo”, dijo.

“Es momento de ponernos de pie y exigir que las calles sean de la gente buena, de la gente clara de nuestro pueblo, de las familias, como es el caso de esta familia que hoy sufre la pérdida de una hermana, de una madre, de una amiga, de una sobrina; y no hay ninguna necesidad de derramar lágrimas en un momento como este, pero sirvan esas lágrimas, ese sentimiento, para decirle al mundo que hay aquí un pueblo con conciencia, con principios, con valores, que rechaza la maldad y el odio”, dramatizó Arroyo.

El pastor David Torres, de la iglesia de Dios Santuario Santa Clara, tuvo a su cargo la ceremonia religiosa.

“Es una situación muy triste para la congregación y la comunidad y para Puerto Rico. Estas muchachas no estaban haciendo nada malo y viene esta persona y arremete contra todos allí”, comentó a Primera Hora.

Luego llegó el momento temido por los familiares. La lluvia no daba tregua, pero aun así procedieron a colocar los ataúdes en unos nichos, sobre los que la familia, ahogada en llanto, ponía sus manos.

A Bethzaida y Esteeliz tuvieron que cargarlas en brazos y sacarlas del lugar. Bethzaida se recuperó tras breves minutos, pero su hermana sufrió un desmayo y no volvió en sí por largo rato.

Su padre, aún al lado de los nichos, decía a la prensa que no habría perdón para el asesino.

“Gracias por su apoyo. Y toda esa gente que manda a matar, que cojan a los de ellos y que se olviden de los inocentes, de los ancianos, de los niños”, acotó.

¿En su corazón no hay perdón?”, preguntó un telerreportero.

No. Es mi hija. Van a seguir haciéndolo mañana. Eso no va a parar.

Alta tensión

En la funeraria y sus inmediaciones continuaba la vigilancia policiaca por temor a que se suscitara un enfrentamiento entre las dos familias.Y es que, mientras una velaba a sus víctimas inocentes, otra se despedía de Luis D. González Torres, de 32 años, alias “Danny Cabeza” y presunto objetivo de los gatilleros. De acuerdo con la pesquisa policial, González Torres era un vendedor de sustancias controladas cerca del lugar de los hechos y sospechoso de al menos cuatro asesinatos.