Imagine que su hija estudia en una escuela y de repente llaman a su casa porque una bala dio encima del pupitre de la estudiante. Suponga, también, que su esposa labora en el plantel y, cuando iba de salida con una compañera, un plomo choca con el asta de las banderas y el proyectil les pasa a un pelo a ambas mujeres.

Estas y otras historias de terror son testimonios reales en la escuela superior Lila Mayoral Wirshing, en el barrio El Tuque de Ponce, donde la comunidad escolar ha librado por años una intensa batalla contra dos polígonos de tiro que prácticamente convergen con las aulas: el Ponce Experts Shooting Corp. –un negocio privado– y el área de tiro de la Policía de Puerto Rico.

Agobiados por el peligro y los constantes incidentes, el año pasado la directora de la escuela, Cristina Torres Velázquez, y el Consejo Escolar tuvieron que acceder a que el plantel cierre sus portones a las 4:00 de la tarde. A esa hora empiezan las prácticas en el club privado. La Policía empieza sus clases de tiro a las 3:30 de la tarde.

“Tuvimos que hacer un cambio de horario para salir a las 4:00 p.m. y, cuando salimos al estacionamiento, ya oímos los disparos”, dijo Torres Velázquez, quien tiene sobre su escritorio un frasco de cristal repleto de las balas y fragmentos de proyectiles que a diario recogen en el plantel.

“Aquí donde yo estoy sentada, por esa ventana, entró una bala. No le hizo daño al anterior director porque, cuando la bala entró ya estaba sin fuerza, pero cayó en el piso”, relató la directora.

Como ya son tantos los plomos que recogen a diario en la escuela, el Comité de Padres los coloca en sobres separados con la fecha de la muestra.

De hecho, durante nuestra visita ayer al plantel, yo misma pude recoger cuatro balas de distintos calibres en el área del merendero de los estudiantes. Luego, accedí al techo de la estructura acompañada por uno de los padres, Julio Rivera, y para mi sorpresa, allí recogí otra docena de plomos, algunos completos y otros en fragmentos. Pudimos ver huecos en el concreto, donde han quedado incrustados algunas de las municiones.

Héctor González Vega, un estudiante de 15 años, narró la dramática experiencia que vivió el año pasado . “La maestra estaba dando la clase y se sentó para corregirnos las libretas. De momento una bala chocó en la pizarra. La maestra se quedó como en shock. Todos nos quedamos paralizados. Yo me quedé asustado sin moverme. Ese día dormí poco. Estaba nervioso”, contó el jovencito.

Dijo que llegó a la escuela con la ilusión de entrar al programa de atletismo, pero nada más lejos de la verdad. Ni él ni ninguno de los alumnos pueden practicar deportes. El horario que se les impuso por las prácticas de tiro no da tregua. No hay tiempo para prácticas de baloncesto ni voleibol. En fin, no hay actividades extracurriculares después de las 4:00 p.m. y mucho menos los fines de semana, cuando hay disparos en el club privado.

Para la directora, el nuevo horario escolar es inaceptable, pues han perdido el uso de la cancha, la participación en torneos y tampoco pueden dar tutorías.

Torres Velázquez reconoció que, cuando la escuela se construyó en 2006, ya los polígonos existían, pero dijo que mudar la escuela no debe ser alternativa porque es muy caro. Además, el Municipio de Ponce ofreció unos terrenos para reubicar los polígonos en un predio cercano, pero indicó que la propuesta ha quedado en nada.

Ernie Rivera, maestro de historia, narró que han tenido que proveer ayuda psicológica a estudiantes que han perdido familiares de forma violenta y se afectan con el sonido de los disparos en los predios de la escuela. Rivera mostró un sonido con los estruendos de los tiros que grabó desde la ventana del salón.

José Ernesto Torres, otro educador, dijo que el derecho a la educación va por encima de “unas prácticas” de tiro. “Y el derecho a la vida va por encima de todos”, sostuvo.

La presidenta del Consejo de Padres, Daisy Vega Ramos, dijo que en septiembre de 2012 el Municipio de Ponce les impuso una orden de cese y desista a los polígonos y ambos cerraron, pero solo por una semana. A raíz de la acción, el polígono privado demandó al Municipio de Ponce y el caso está en litigio.

“Yo estoy abogando no solo por mi hijo, que es estudiante, sino por todos los demás. Aquí esto era un campo de batalla. No ha habido una desgracia porque Papá Dios es grande. Ellos (los polígonos) alegan que las balas no llegan aquí, que es imposible”, dijo.

Y mientras padres, maestros y estudiantes recogen los proyectiles, los polígonos se pasan la papa caliente.

El propietario del Ponce Experts Shooting Corp, William Rodil, alegó que una montaña de 136 pies impide que las balas viajen de sus canchas.

“A usted le están mintiendo. Esas balas las desentierran y las tiran al parking para dar la impresión de que son promovidas por el aire”, dijo. “Son embustes y si hubiera alguno (proyectil) aéreo es de la Policía, que son los que colindan con la escuela. Además ellos (la Policía) no tienen la seguridad que yo tengo. Yo no tengo nada que ver con ese revolú. Hasta hay historias fantasmagóricas de las balas”, alegó.

Primera Hora recorrió el área de tiro del polígono de la Policía, cuya área de impacto también tiene un alto mogote. “El Instituto de Ciencias Forenses hizo un estudio y demostró que las municiones nuestras no son capaces de llegar allá (la escuela). La distancia es considerable”, dijo el sargento Osvaldo Matos Valentín, encargado del lugar.

Indicó que los practicantes están acompañados por instructores y que solo tiran a tarjetas en el área de impacto. “Aquí no se tira al plato”, dijo.

Entremedio de ambos polígonos, está la Estación de Bomberos de El Tuque, que tampoco se escapa de las balas. Alrededor de la estructura se pueden recoger del piso miles de perdigones de escopeta. Uno de los bomberos dijo que los disparos provienen del polígono privado y que en ocasiones se tienen que guarecer de las municiones.

El director de la Oficina de Permisos del Municipio de Ponce, Félix Camacho Nogués, dijo que el Municipio escuchará las quejas de los residentes del sector en una vista administrativa que se realizará en el mes de marzo.