Adjuntas. Eran las 7:30 de la mañana cuando llegamos a la escuela Domingo Massol, del sector Vaca Saltillo. Muchos padres llevaban a sus niños a tomar sus clases.

Los primeros rayos del sol comenzaban a acariciar las verdes montañas, sin embargo, era imposible esquivar la baja temperatura que de pronto nos hacía temblar. Era un intenso frío, de ese que se siente hasta en los huesos.

Pero, para los residentes del Pueblo del Gigante Dormido, es muy normal salir a la calle con abrigos, gorros y bufandas cuando llega el mes de diciembre. Para algunos, el frío invernal es similar al que experimentan los neoyorquinos la mayor parte del año, pero sin la nieve.

Primera Hora visitó la escuela a donde sus estudiantes llegaron preparaditos con su indumentaria invernal y donde la facultad y empleados también visten sus abrigos para protegerse del crudo frío.

“Ahora se siente frío, pero los meses más fuertes son enero y febrero”, dijo el maestro de educación física, Hugo Maldonado.

Este expresó que su pequeña escuela, de apenas 140 estudiantes de nivel elemental, es privilegiada por su localización. Sostuvo que, además de la vista de las montañas que los rodean y la tranquilidad de la comunidad, tienen el mejor de los climas.

“Aquí no necesitamos acondicionadores de aire”, indicó el educador.

Mencionó que en los meses más fríos todo el plantel se cubre de una densa neblina y que los abrigos los usan prácticamente todo el día. Además, expresó que los conductores prenden el heater de los autos para calentarse y en muchas casas también los utilizan.

“Defenderse del frío es económico y defenderse del calor es costoso, preferimos el frío”, aseguró sin titubear.

La maestra de primer grado, Carmen Feliciano, manifestó que tiene calentador en su hogar y que lo usa durante los meses de invierno.

“Nunca he tenido abanico, no cambio por nada este paraíso”, dijo la mujer, quien añadió que de vez en cuando baja a Ponce a “coger un poquito de sol”.

Otro que dijo vivir placenteramente en el friíto de Adjuntas fue el comerciante Irving Irizarry, quien expresó estar acostumbrado a la época.

“Este año esperamos que baje la temperatura a 40 (grados) porque empezó mucho más temprano”, destacó el hombre, quien dijo tener una frisa bien gordita para abrigarse en las noches. Argumentó que es una bendición tener esa temperatura natural, que muchos otros pueblos, en especial los costeros, desearían tener.

Fue para el 31 de diciembre de 2010 cuando más recientemente la temperatura en el pueblo de Adjuntas alcanzó los 40 grados. También estuvo igual de friito en marzo de 1993, según datos recopilados por las estaciones meteorológicas subalternas, ubicadas en dicha municipalidad.

Pero otros pueblos de la montaña, como Barranquitas, han experimentado temperaturas similares. Por ejemplo, el 31 de enero de 1975 la temperatura bajó a los 50 grados.

Carmen Medina, una comerciante del barrio Lago Garzas, también elogió el privilegio que tienen de vivir en un ambiente tan agradable.

“Es tan rico que hasta en la naturaleza podemos notarlo”, comentó la mujer.

Esta señaló que en ocasiones el sol brilla esplendorosamente, pero apenas sienten su calor y, después de las 6:00 de la tarde, la mayoría de los vecinos ya tienen sus abrigos puestos.

“Aquí se siente la Navidad al sentir este clima”, dijo riendo.

Sin embargo, personas como don Claudio Torres, un envejeciente que ha vivido toda la vida entre esas montañas, manifestó que el frío no era mucho.

A pesar de que estaba completamente abrigado, este aseguró que la brisa fría “es solo fresco” y que “en Nueva York sí que se están congelando”.

“En Estados Unidos, la gente se muere de frío, aquí no es para tanto”, sostuvo el hombre.