Regalado Miró, un hombre de 45 años, delgado y de un envidiable color tostado en la piel, pasó toda su vida enfrentando a la Marina de Estados Unidos en su natal Vieques.

Ni siquiera sabía de su poder cuando -con apenas siete años- fue uno de los que se plantó en una grúa para tratar de evitar que a  Carmelo Félix Matta,  su esposa María Velázquez y sus hijos los sacaran a la fuerza del área que tanto ellos como la Armada reclamaban como suyos.

Por eso, cuando en el 1999 inició una campaña masiva de desobediencia civil para detener los bombardeos y las prácticas militares, ya Miró era un experto junto a otros viequenses como los hermanos Cacimar, Pedro y Yabureibo Zenón, en técnicas de “escapismo” y ayudó a que cientos de personas  entraran sin ser detectadas en algunas de las 22,000 cuerdas ocupadas por la Marina desde el 1941.

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Durante el arrecio de la campaña por sacar al cuerpo castrense, Miró entró a los terrenos del denominado Campamento García -siempre de madrugada- a pie, a caballo o en lancha,  para abrir veredas entre la vegetación espinosa. Esos caminos improvisados tenían que ser lo suficientemente angostos para que los marinos no los detectaran.   

Otra de sus misiones consistió en llevar comida y agua, y dejarla enterrada en lugares estratégicos para los desobedientes que pasaban más de dos días, a razón de una lata de atún por cada día que permanecerían adentro del polígono de tiro.

El hombre contó que, en al menos dos ocasiones, fueron sorprendidos navegando en aguas vedadas, pero indujeron a los militares hasta lugares de poca profundidad haciéndolos encallar.

El sacrificio tuvo efectos en su salud. Se le llegó a “cerrar el estómago” de lo mal que se alimentaba en esas misiones, sufrió los estragos de varias deshidrataciones  y pasó seis meses en prisión. “Nos pasaban los jets de propulsión a chorro tan cerca que sangrábamos por la nariz y las orejas”, contó.

Pero se le hincha el pecho de orgullo al recordar el día que dirigió a varios ex presidentes del Colegio de Abogados al Campamento García por el hoy abandonado Polideportivo y caminaron directamente hasta el portón principal donde se concentraban guardias de seguridad de un lado y manifestantes del otro.

“Ese día había mucha gente frente al portón y los militares formaban una línea mirando hacia ellos. Los ex presidentes entonces caminaron hasta allí y se pararon a espaldas de ellos. La gente empezó a aplaudir, a celebrar, a reírse y los militares no entendían... hasta que uno de ellos se dio cuenta y los arrestaron. Fue espectacular”, dijo riéndose.

Para Alberto de Jesús, mejor conocido como “Tito Kayak”, quien estableció junto a otras personas el primer campamento de desobediencia civil en terrenos restringidos y  luego -en su acto más desafiante- colocó una bandera de Puerto Rico en la corona de la Estatua de la Libertad en Nueva York, se trató de una “lucha dolorosa”. Porque además de lograr atención internacional sobre la lucha, ese desafío le costó un año en prisión en momentos en que sus dos hijos estaban pequeños. “Aún hoy me acuerdo y me duele... Me afectó mucho”,  expresó sin poder contener las lágrimas.

Juan Camacho, quien coordinaba desde la isla grande la llegada de grupos de desobedientes y los ayudaba a pasar por la verja doble con alambres de púas, contó que una de las experiencias más significativas fue la llegada de la líder nacionalista, Lolita Lebrón.

“Ese día hacía una temperatura bien alta. Tuvimos que pararnos varias veces, en una ocasión pasaron los militares y Lolita estaba mayor, no se podía bajar y los muchachos que estaban camuflajeados se pararon todos alrededor de ella en lo que pasaba la guagua de los militares y nunca se dieron cuenta”, manifestó.

Sobre el Campamento Luisa Capetillo, hoy un esqueleto lleno de vegetación, Camacho dijo que “hay algunos lugares que se deben reconstruir porque son símbolo de la lucha y de la victoria. Eso es importante para los pueblos, que pase de generación a generación... (para que) tengan conocimiento de todo lo que pasó aquí”.

A una década de la salida de la Marina de Guerra de los Estados Unidos del territorio de la Isla Nena, te presentamos una serie de fotos históricas, hasta llegar al hoy.