Llegó puntual a la cita para la entrevista, listo para las fotos con su oufit de tenista. Saluda con su peculiar voz ronca saluda, dice que está listo para comenzar y que no tiene prisa.

En persona es tan natural como su proyección en los medios. Habla sin tapujos, muy respetuoso, pero sin protocolo y sin intentar aparentar grandeza.

El secretario del Departamento de Asuntos del Consumidor (DACO), Luis Gerardo Rivera Marín, es un apasionado del tenis, tiene una perrita chihuahua llamada Chilindrina, la que no quería antes de conocerla porque pensaba que “para qué sirve un chihuahua. Yo quiero un perro de verdad”. Ahora la adora.

El tenis lo practica porque lo ayuda a relajarse.

Gusta de la cocina y, aunque su menú no es muy amplio, asegura que lo que hace le queda bien.

Según él, la mejor prueba es que “el que prueba, repite”.

Sus especialidades son un guiso de garbanzos con chorizo y filetes a la BBQ. También fríe a la perfección los tostones y las morcillas en Navidad.

Su esposa Margarita confirma sus dotes de chef, pero no puede evitar compararlo con un cirujano.

“Ella dice eso porque cuando cocino estoy : 'Dame esto y dame aquello'”, confiesa entre risas Rivera Marín.

Inmediatamente, su esposa comenzó a imitar una escena de una cirugía.

“Es como bisturí, gasas. Pues (en su caso ) es arroz, cebollas y deja el reguero. Es como un cirujano que hace la operación y luego alguien cierra la herida”, dijo Margarita.

Según el Secretario, su esposa, una arquitecta de profesión, es, a diferencia suya, muy organizada. Y es precisamente esa diferencia a la que le adjudica el balance que los ha mantenido juntos los 23 años de matrimonio.

“En ese sentido nos complementamos muy bien. Ella es bien organizada, si hay algo tirao, ella viene y pam, pam, lo recoge. Te confieso ella es la que manda aquí. Y lo hace tan bien con las nenas y todo que yo siempre le agradezco”.

Las nenas que menciona Rivera Marín son sus hijas Carmen Margarita y Ana, de 19 y 17 años de edad, respectivamente.

Su incursión en la vida pública

Hasta hace tres años, la vida de Rivera Marín transcurría con la normalidad cotidiana de un abogado con su bufete y su familia.

Esa tranquilidad y anonimato quedaron en el olvido con la llamada de su amigo de la infancia y compañero de clases en el Colegio Marista, Luis Fortuño, quien le pidió que se uniera a su equipo de trabajo como recién electo gobernador de Puerto Rico.

“Me tomó por sorpresa desde el punto de vista que yo nunca había hecho una gestión (pública). Soy una persona muy privada, de mi casa, con mis ideales, pero no soy un activista político. El Gobernador sí conocía mi trasfondo, educación, mis logros”, recordó Rivera Marín sentado en la terraza de su casa, diseñada por su esposa Margarita.

El trasfondo y experiencia a los que se refiere Rivera Marín son su bachillerato en economía cursado en Cambridge, Massachusetts, su maestría en comercio internacional de la Universidad de Nueva York y su posterior juris doctor de la Universidad de Puerto Rico. Además, a su experiencia como dueño de negocios, empleado de una compañía multinacional como Procter and Gamble y posteriormente como dueño de su propio bufete de abogado.

A veces extraña la vida privada y lamenta no poderse librar del ojo público ni en El Yunque.

“Me fui con la nena a pasar un rato, pensando que me iba a desconectar un rato y de momento vinieron unas personas nadando y me dijeron: 'Secretario, es que tengo un problema con el carro...”, narró entre risas.

A pesar de la falta de privacidad, disfruta mucho su gestión. Y es que, según él, es fiel creyente de ayudar a los demás y devolver a la comunidad parte de las cosas buenas que la vida le ha regalado. DACO le da la oportunidad de servir al pueblo.

Esa vena filántropa la tiene desde hace tiempo. Como licenciado dedicaba unas horas al mes a hacer trabajo pro bono con la comunidad dominicana de la Isla. Los ayudaba sobre todo con temas de inmigración.

A sus hijas les recalca sobre la importancia de ser útiles a la sociedad y el mensaje aparentemente ha llegado. Carmen, estudiante de arquitectura, se inclina a trabajar con proyectos de vivienda sustentable y Ana participó con Unicef en un programa con niños en el Amazonas y este verano va a Perú, también a hacer trabajo voluntario.

A pesar de la satisfacción que le provoca su ejecución en DACO, está convencido de que regresará a la vida privada cuando termine el cuatrienio.

“Me ha traído muchas satisfacciones. Es un privilegio la oportunidad de servirle al pueblo”, establece con firmeza Rivera Marín, quien aseguró que no toma alcohol, excepto una que otra copita de vino socialmente, y que dejó de fumar hace muchos años.

“Lo veo bien difícil. El poder de persuasión de mi jefe me sorprende. Yo, donde él me necesite voy a estar, pero el compromiso que hice con mi jefe, fue de: 'Te voy a dar cuatro años intensos'. Ése es mi compromiso y no espero extenderlo mucho más”, agregó con algo de ambigüedad.

El Secretario del Daco

El solo mencionar el nombre del comediante Raymond Arrieta hace que el Secretario explote en risa. Él ya sabe hacia dónde va la entrevista y es que el tema es obligatorio.

Claro que sabe quién es “Paco”. Seguro que lo ha visto. De hecho, no sólo lo ha visto, sino que se ha visto en el personaje.

Y para nada le molesta la interpretación. Por el contrario, se siente honrado.

“Raymond es mi pana. Me crié con Don Cholito, a quien admiré, y Raymond es el Don Cholito de esta generación. Es un cómico que no recurre a la chabacanería”, dijo el Secretario, quien acepta que tiene unos rasgos muy distintivos.

“Uno se entrega al pueblo y la verdad es que yo tengo unos rasgos, como la manera en la que hablo, que a él le estuvieron aparentemente curiosos o graciosos”, añadió Rivera Marín mientras aseguraba que él mismo se ha pegado vellones.

“‘Paco’ es una caricatura mía. Yo mismo me he hecho una caricatura, que si soy narizón y tengo el pelito así, uso espejuelitos. Qué cará... yo me río también”, dice sin reparos Rivera Marín, al tiempo que relataba que pensaba que “Paco” pasaría de moda pronto pero “ ya lleva un año... estoy chavao (se ríe)”.