Utuado. “El regalo más grande del Señor es que estamos vivas”.

Hoy hace exactamente una semana que Evelyn Camacho y su hija Emilyn González se salvaron milagrosamente, luego que un dormitorio de su casa se desplomó. 

Y lo más grande es que Emilyn estaba en los bajos de la casa, construida cerca de una quebrada que por la intensa lluvia estaba crecida. Debido al terreno saturado, parte de los cimientos de estructura cedieron y el cuarto colapsó. 

Sin embargo, la desgracia sirvió para que la familia supiera cuán querida es en el barrio Caguana. “No pensé que iba a venir tanta gente. Yo pensé que no me querían”, dijo Emilyn, de 36 años.

Mientras, Doña Evelyn confesó que “todo el mundo me abrazaba y me decía: ‘yo te amo, yo te quiero’. Nos ofrecieron hasta cuartos en Arecibo para que nos quedáramos”.

La mujer de 58 años se refiere a que como se quedaron sin casa segura, vecinos las ayudaron y una les prestó una residencia en lo que el gobierno le consigue otra. Allí viven ahora ambas junto a la hija de Emilyn, de 18 años, y un infante de un año y tres meses. O sea, tres generaciones.

Pero, ¿qué pasó exactamente el jueves 17, a las 4:15 p.m.?

“Estaba lloviendo mucho. La creciente era grande, impresionante, nunca la había visto. Así que fui a los bajos (para ver la corriente). Estaba la tierra cayéndose… El zoco (la columna, hizo) plup, plup. De pronto hizo, crash”, narró Emilyn.

Cuando escuchó el fuerte chasquido, se paralizó. “Yo (estaba) tratando de correr y no podía. Entonces gateé. De momento, se me cansaron las piernas. Las estiré cuando veo eso que baja (el techo). Me volteé tan rápido que si hubiese cogido para allá (el lado contrario) no lo hubiese contado”, recordó.

Confesó que sintió el friíto, cuando la estructura pasó a un pelo de su espalda.

A Evelyn, el suceso la ha marcado tanto que, aunque antes no dormía bien, ahora duerme menos.

 “Se me fue el mundo. Empecé a gritar y gritar y gritar. Me volví loca. Yo decía: ‘no puede ser Señor, que mi hija esté bien…’”, sostuvo. “Por poco me da un infarto”, destacó.

La mujer temió lo peor, pero su hija también. Pensó que su madre, que siempre dormía en un sillón en la parte que se derrumbó, pudo caer al vacío. Pero, según fue el sufrimiento, así mismo fue la alegría de verse ambas nuevamente.

“Cuando la vi caminando, eso fue una alegría tan inmensa que no se puede describir. La abracé tan fuerte y tan fuerte”, concluyó entre lágrimas.