“¡Wao!”. “¿Viste eso?”. “¡Qué brutal!”. “¿Mami, cómo hizo eso?”. 

El asombro, la sorpresa, la emoción, las risas, la camaradería, la solidaridad... fueron muchas las reacciones que despertaron los más de 50 grupos locales e internacionales que el fin de semana hicieron las delicias de grandes y chicos en la tercera edición del Circo Fest en el Viejo San Juan.

La oferta variada incluyó baile, malabarismo, improvisación, magia, acrobacia, humor, juegos y comedia, entre otros. En la mayoría de los actos todas estas disciplinas se juntaban, dejando a muchos con la boca abierta.

Para Jorge Iván La Torre, un joven boricua de 26 años con una rara condición en la piel en la que su cuerpo no produce colágeno, trabajar como payaso es lo mejor que pudo hacer en su vida. 

Incluso dejó a un lado su bachillerato en biología para dedicarse a explotar sus talentos, que le permiten estirar su piel y torcer a niveles inimaginables sus brazos y piernas. Gracias a ese cambio ha viajado a múltiples países, incluyendo la lejana Rusia. También ha trabajado con el doctor y payaso Patch Adams visitando hospitales, hogares y orfanatos.

“Yo amo mi trabajo y si además puedo llevar alegría y felicidad a otros, no hay nada mejor que eso”, expresó tras terminar su acto, que incluyó malabares con huevos, llenar de aire un globo a través  de su nariz y meterse dentro de un globo inflado.

Manolo es una mujer francesa de 35 años, que habla muy buen español, es la única integrante de la compañía Escalofriky y que juega a balancearse sobre un trapecio pequeñito con la ayuda de personas del público. Además, se pinta los labios y sus axilas velludas, lo que mata de risa a la gente. 

“Yo paso todo el año ensayando... y peinándome los sobacos”, dijo al concluir su espectáculo que definió como “circo-cómico-burlesco-femenino”. 

Ya un poco más en serio, señaló que a pesar del intenso calor y la falta de sueño por el viaje, la energía del público puertorriqueño la inyectó de mucha vitalidad para hacer su rutina.

“Esta es mi pasión... lo interesante es que cualquier cosa puede ocurrir y hay que estar preparada. Me encanta la gente acá, son superamables... es un regalo de público”, indicó Manolo, al tiempo en que recogía sus accesorios e instrumentos que precisamente es lo más duro de su trabajo: montar y desmontar el equipaje que lleva en un maleta antigua forrada por dentro con cómics de mujeres.

Otro de los espectáculos fue el de los brasileños Marina y Ronald, de Cia Delá Praká, que inspirados en el arte marcial de capoeira hicieron acrobacias, rutinas de gimnasia y malabares pasando de cosas graciosas a pasos intensos. Ambos se levantaban en peso, bailaban y con sus cuerpos coordinados hicieron un acto fenomenal al ritmo de la música.

Alexander Guzmán Rivera, de 11 años, dijo que le había gustado mucho ese y los otros cinco shows que había visto luego de él mismo participar de una rutina de malabares junto a la Escuela de Circo Educar, de Dorado.

“Las acrobacias fue lo que más me gustó”, admitió de manera tímida.

Yainaliz Ramos, de 7 años, indicó que todo era impresionante y que había disfrutado más con los trucos de magia.