Cataño.- Para la mayoría de la población, la explosión de la refinería Caribbean Petroleum Corporation (Capeco) ocupa un minúsculo lugar en la memoria. Es un evento de ésos que no se ven todos los días, que cuando ocurren son el centro de la conversación pero, una vez apagadas las llamas, dormita en el cerebro como algo que ocurrió en un tiempo bien lejano.

Sin embargo, para las familias residentes de la comunidad Puente Blanco, en Cataño, el suceso permanece presente como si hubiera ocurrido hace sólo unas horas.

“Estamos marcados de por vida”, asegura la líder comunitaria Bernice Sánchez sobre el evento que los sacudió en la madruga del 23 de octubre de 2009.

“Esto nos cogió de sorpresa. Cuando explotó, muchos ya estaban dormidos”, recordó Wanda Figueroa.

En efecto, muchos recuerdan la tragedia como la noche en que se levantaron sobresaltados por el estruendo y pensaron por algunos instantes que el “mundo se acababa”.

A un año de la tragedia, Primera Hora visitó la comunidad para ver cómo se encuentran y conocer las secuelas de la explosión.

Daño emocional es fuerte

A pesar de la gran cantidad de  daño físico que recibieron las  estructuras de la comunidad Puente Blanco, las heridas emocionales de los vecinos superan por mucho la destrucción material.

“Ahora, siempre tenemos pesadillas; todo lo que uno sueña es en tsunamis, en callejones con fuego. Ya no tenemos sueños placenteros”, aseguró Bernice Sánchez, quien vive en la comunidad hace 26 años.

“Para poder dormir bien una noche hay que empeparse y yo mejor no me tomo nada”, agregó la líder comunitaria.
 Sánchez entiende que como ella hay muchos más en su comunidad, desde niños hasta ancianos, que se afectaron emocionalmente por la explosión y que, sobre todo, continúan arrastrando sus temores y penas porque no recibieron la ayuda necesaria.

“La ayuda vino en el momento porque nosotros lo exigimos, pero, ¿y después qué? Assmca trajo a los coordinadores de crisis varios días pero después se retiraron. Muchos no pudieron visitar a un psiquiatra o un psicólogo porque en la Reforma no les dieron referidos para esos especialistas”, relató la mujer, que se pregunta cuándo su comunidad tendrá un respiro. “Ninguna agencia, nadie,  nos brinda una esperanza”, se lamentó.

Queda mucho por hacer

A un año de la explosión de la refinería Caribbean Petroleum Corporation (Capeco), los vecinos de la comunidad Puente Blanco se quejan de que todavía hay residencias a las que no les han arreglado los daños y,  peor aún, a las que   si quiera han visitado para hacer una evaluación de la destrucción.

Como si  no fuera suficiente con la poca diligencia que ha presentado el Departamento de la Vivienda para arreglarles sus casitas, los trabajos que se realizaron han sido una “chapucería”, aseguran líderes de la comunidad. Cuentan que los trabajadores, inclusive han utilizado sus propias correas como cinta métrica. 

“A mi casa fueron como quince veces para medir unas ventanas y todavía no me las han arreglado”, comentó Olga Figueroa, mientras recordaba que “a una de las casas le pusieron el cinc completo al revés. Cuando vinieron los ingenieros, los mandaron a quitarlos y ponerlos de nuevo”.

Según Figueroa, los obreros no parecían  diestros.

 “Esa gente parece que nunca había trabajado en construcción. No sabían ni coger un martillo”, relató Figueroa.
Entre tanto, el Departamento de la Vivienda se retiró de la comunidad y los vecinos no saben cuándo terminarán los trabajos.

Les llueve sobre mojado

La pesadilla no acaba. Todavía con la angustia que provocó la explosión de Capeco a flor de piel, ahora los vecinos de Puente Blanco tienen que emprender una batalla para evitar que les expropien  sus viviendas a raíz de la implantación de Vía Verde, gasoducto que tampoco quieren cerca de sus residencias. 

 “Vivimos con el miedo de que vuelva a suceder lo mismo con Capeco o algo peor. Tampoco sabemos si el dique se vio afectado y no hemos logrado que el Cuerpo de Ingenieros venga y verifique”, asegura Wanda Figueroa,  líder comunitaria.

“Y ahora, encima nos dicen que el gasoducto pasa por donde mismo pasan los tubos de Capeco”, continuó Figueroa.

En cuanto al gasoducto, Figueroa enfatizó que no importa cuán seguro el Gobierno diga que  es el proyecto,  no lo quieren en su comunidad, simple y sencillamente porque no confían en que esa información sea cierta.

De hecho, aseguran que tras haberles dicho que la comunidad no se vería afectada en cuanto a desalojos, ahora les indican que es posible que haya expropiaciones.

“Nos dijeron que no iban a expropiar y ahora una asambleísta municipal nos llamó y nos dijo que sí van a expropiar y, que se va la mitad de Puente Blanco”, denunció.