CULEBRA. Hace apenas unos días Fortunato Vizcarrondo arregló el techo sobre la cocina de su casa gracias a una ayuda que le dieron tras el paso del huracán Irma. Pero en la noche del martes a miércoles los vientos del huracán María no tuvieron piedad: le destrozaron todo el trabajo nuevo, y además le volaron los gabinetes de su cocina y lo poco que había en su interior.

Pero mientras observaba platos rotos y algunos víveres en el piso de la cocina, lo que más parecía dolerle a Vizcarrondo era una serigrafía enmarcada del maestro Antonio Martorell sobre la lucha por la salida de la Marina estadounidense de suelo culebrense realizada a principios de la década de los ’70 y dedicada a puño y letra por el artista.

La pieza, en que predomina una mujer con sus crías, estaba resguardada entre la nevera y un mueble pero cuando Vizcarrondo la levantó tenía el cristal roto y mostraba la ondulación característica del papel mojado. Vizcarrondo la mostró con orgullo y pena a la vez.

Ahora no sabe si la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) puede volver a otorgarle alguna asistencia para reconstruir su casa o si tendrá que hacerlo por su cuenta. En todo caso, existe el agravante de que los materiales de construcción en esta isla municipio son mucho más caros que en la Isla grande por el costo de acarreo.

“Con Irma se me había ido este mismo pedazo de techo y como se mojaron las losetas, se levantaron. Yo saqué los que pude y ahora con María esto quedó peor… este (huracán) sí me hizo daño, mucho más que Irma”, afirmó desde su residencia en la extensión de la Barriada Clark.

Como Vizcarrondo son muchos los culebrenses que pensaron que lo peor de este año sería el paso de Irma, pero tras pasar una madrugada en vela sin poder dormir por el rugido del viento, se levantaron el jueves ante la realidad de que esta experiencia fue peor.

Una mujer que solo se identificó como Valentina llegó cerca de las 8:00 de la mañana desde el refugio a su casa en el sector La Romana para ver las paredes y lo que había en su interior como si se hubiese  derramado toda loma abajo. Algunas de esas cosas las acababa de estrenar tras el paso de Irma.

“La nevera nueva se fue”, dijo tan pronto vio todo reducido a escombros. Su esposo levantó una maleta que estaba varios pies más debajo de los cimientos de la casa y al comprobar que estaba todo mojado, la dejó allí mismo.

En el barrio Las delicias doña Elba Iris Feliciano de 66 años pasó el susto más grande de su vida cuando las ventanas de su cuarto explotaron en la madrugada en el momento en que los vientos de María no daban tregua.

Hacía unos cuantos minutos antes, su hija le dijo que se saliera del cuarto porque las ventanas ya daban indicio de que podían ceder. Fue cuando Feliciano se acomodó con su nieta en una esquinita de la sala, en el lado contrario de la casa. Y de pronto “aquello hizo como una olla presión”, cuenta la mujer.

Dijo además que en ese momento su nieta no pudo evitar echarse a llorar mientras la ropa volaba sin control al antojo del viento.

Feliciano asegura que ahora pondrá paneles de madera en lo que culmina la época de huracanes y puede después -con calma- buscar un sustituto para los dos enormes huecos que quedaron en su cuarto.

“Lo único malo fue que perdí unos retratos, de mis papás, de mi hermano que ya no están con nosotros…son cosas que duelen”, aseguró.

Sus familiares trabajaban para tratar de sacar las ventanas del cuarto y se mostraban agradecidos porque a Feliciano o le pasó nada.

La escena de trabajo se repetía en las calles. No bien habían amainado los vientos, muchos salieron a sacar escombros o planchas de zinc, cortar ramas de árboles que interrumpían en paso en las vías y preguntar a sus vecinos si estaban bien o necesitaban algo.

En la Playa Flamenco un grupo de jovencitos daba la vuelta por los kioskos que en su mayoría resistieron el embate del viento y la lluvia aunque muchos árboles y pinos en la zona parecían pelados por un fuego. La caseta del salvavidas se cayó y mucha de la vegetación característica estaba cubierta de arena.

En Villa Muñecos II Gary Villanueva perdió su casa de madera a pesar de que tenía su sistema de anclaje. Hoy cuando todavía se sentían algunas ráfagas se podían ver los juguetes de color rosa de su hija de cuatro años aplastados entre la madera y algunos muebles.

“Yo sabía que iba a soplar. Todo el mundo lo sabía, pero después de Hugo yo pensé que eso jamás nos iba a volver a tocar. Para mí, después de Hugo era lo máximo y pues no pensaba que la casita (no iba a resistir) porque la amarramos, hicimos todo lo humanamente posible para poderla asegurar, pero así son las cosas”, relató.

Con la voz quebrada dijo que ver todo de lado fue un impacto fuerte y que se quedó en blanco observando los destrozos.

“Tú construyes tu casita con la esperanza de que realmente esté y aguante... ahora tienes que volver a empezar, volver a trabajar de nuevo”, expresó al tiempo en que dijo que así mismo se lo explicó con su esposa a su niña: que así es la vida que le espera en la isla municipio con cada temporada de huracán, prepararse y resistir sabiendo que es posible que un buen día ell viento sea más fuerte y arrase con todo.