Juan Meléndez y Ray Krone sobrellevaron en total 28 años y dos meses de prisión condenados a muerte por asesinatos que no cometieron.

Estos dos inocentes representan una ínfima fracción de los 1,485 años que han pasado indebidamente encarcelados 144 candidatos a ejecución en Estados Unidos desde 1973, según datos de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte, reunida en San Juan para su asamblea anual.

A la vez son muestras vivas de un sistema judicial tan imperfecto que tanto Meléndez -un obrero boricua, de tez oscura y con récord criminal- como Krone -un militar retirado, blanco y sin antecedentes penales- fueron condenados sin suficiente evidencia para ubicarlos en la escena de los crímenes imputados.

“La gente tiene que entender que la pena de muerte es racista, es costosa, es cruel e innecesaria. La gente tiene que aprender y entender que la pena de muerte no evita crímenes”, expuso Meléndez, cuyo juicio en un tribunal de Florida fue despachado en cinco días, sin que él comprendiera del todo lo que ocurría, porque entonces no entendía bien el inglés.

En contraste, recuperar su libertad tomó 17 años, 8 meses y un día de oraciones de su madre en Maunabo y labor incansable de abogados dedicados a demostrar la inocencia de reos que, como él, habían sido convictos por error.

En enero de 2002, fue librado de toda culpa por el asesinato de un estilista que Meléndez afirma que nunca conoció. Para entonces, el idioma ya no era una barrera y luego ha dedicado su vida a educar sobre la pena capital.

“Esos que algunos llaman monstruos me enseñaron a leer, a hablar y a escribir inglés”, contó.

Meléndez relató que durante esos años lo más difícil, además del sufrimiento de su madre y de saber que él era inocente, era el ruido cuando cargaban la silla eléctrica antes de ejecutar a uno de los que con el tiempo se habían hecho sus amigos, sus confidentes.

“Yo oigo el ruido que sigue todavía en mi mente y no puedo pararlo. Y sé el momento preciso cuando le queman el alma, porque las luces prenden y apagan”, contó sobre el método de ejecución que todavía es una opción en Florida, el estado que encabeza la cantidad de exoneraciones en casos capitales, con 24.

Pero lo peor era saber que, como él, “algunos de ellos son inocentes”.

“Lo más importante que la gente tiene que entender es que mientras una nación la tenga, siempre va a haber un riesgo de ejecutar a una persona inocente. Podemos dar la libertad a una persona inocente sentenciada a cadena perpetua, pero nunca, nunca, se le puede dar la libertad a una persona inocente de la tumba”, manifestó el activista, invitado por la Comisión de Derechos Civiles de Puerto Rico.

Condenado dos veces

En el juicio contra Krone por el asesinato y violación de una cantinera de 36 años en 1991, un elocuente perito dental testificó que, fuera de toda duda, una mordida en el cadáver de la presunta víctima era compatible con su dentadura. Sólo que eso era imposible.

“Me sentenciaron a muerte por algo que no hice”, expresó Krone.

Aun así, el militar retirado, con una hoja de vida impecable, fue condenado en dos juicios distintos por el asesinato de la mujer.

 En la segunda ocasión, el juez decidió no condenarlo a muerte de nuevo, sino a cadena perpetua, porque tenía dudas de su culpabilidad. Después de todo, el asesino dejó pisadas bastante más pequeñas que el pie de Krone, además de que la incompatibilidad en huellas dactilares y material genético, gritaban que tenían esposado al hombre equivocado.

De hecho, el verdadero asesino, Kenneth Phillips, atacó sexualmente a una niña de siete años mientras Krone estaba confinado.

Finalmente, en abril de 2002, 10 años y medio después de comenzada su pesadilla, Krone se convirtió en el exonerado número 100.

Y al salir de prisión, rodeado de medios ávidos de obtener sus declaraciones, lo asaltó un pensamiento perturbador: “Si me pueden poner a mí en el corredor de la muerte, pueden poner a cualquiera en este país”.

Krone había servido en la Fuerza Aérea, trabajado en el Servicio Postal, ni siquiera había sido detenido alguna vez en su vida. Contó con una familia que no se rindió, que le creyó, que hipotecó su hogar para pagar gastos legales. Sin eso, “me habrían ejecutado”, recordó.

Así que el pabellón de la muerte “no es sólo para lo peor de lo peor”, afirmó. Por eso se dedica a contar su historia.

“La mayoría de la gente no quiere ejecutar a personas inocentes”, sostuvo la abogada activista Elizabeth Zitrin, vicepresidenta de la Coalición. “Los testimonios de los exonerados son críticos para nuestro éxito”.

"Cuenten la historia mía y la de Ray Krone, y las de familias de las víctimas de homicidios que no creen en la pena de muerte”, exhortó Meléndez al público con representantes de 22 países.

 “Como pudimos abolir la esclavitud y la segregación, podemos abolir la pena de muerte”, concluyó.

Datos

Un estudio publicado en abril pasado por la Universidad de Stanford estima que 4.1% de los sentenciados a pena de muerte son inocentes.

 Desde 1973, 144 condenados han sido exonerados, repartidos por 26 estados.

En total, los exonerados pasaron 1,485 años presos por crímenes que no cometieron.

El promedio de años desde ser sentenciados a ser exonerados es de 10 años

Al menos 10 reos fueron ejecutados aún con evidencia que planteaba duda razonable.