La nostalgia que enfrentan los puertorriqueños activos en las Fuerzas Armadas cuando están lejos de sus familias se intensifica cuando se acercan los días festivos de Acción de Gracias y Navidad.

En el caso de la Reserva del Ejército en Puerto Rico, para sobrellevar la situación, los boricuas se valen de varios programas de apoyo que les permite sentir el calor hogareño, así sea a larga distancia.

"No es fácil, pero sí se puede, porque el canal de comunicación siempre lo tenemos abierto", expresó el sargento retirado de la Reserva del Ejército, Edwin Conde, quien participó en misiones en Latinoamérica y fue movilizado dos veces a Iraq.

Actualmente, cerca de 300 puertorriqueños de la Reserva se encuentran movilizados en Afganistán, Kuwait y en la base en Guantánamo, en Cuba. Las movilizaciones suelen tener una duración promedio de nueve meses.

La sargento de primera clase Lymaris Sánchez Maldonado está en Puerto Rico actualmente, pero conoce bien el sacrificio, pues tuvo que separarse de su bebé cuando tenía tan solo 7 meses de nacido.

"Fue bien fuerte. Durante cinco años, me perdí prácticamente el periodo de crecimiento de mi niño", manifestó Sánchez Maldonado.

Por su parte, Conde señaló que los programas de apoyo a las familias y de contacto con los soldados activos se originan desde la década de 1950. Recordó que para él y los soldados que tuvo a su cargo estas gestiones eran importantes para desempeñar mejor sus labores.

Relató que el apoyo va desde la comunicación directa con familiares, hasta el envío de ingredientes para comidas tradicionales puertorriqueñas y la realización de actividades culturales y reuniones sociales para mantener una relación de comunidad. Además, organizaciones externas a la milicia y empresas privadas les envían diferentes paquetes con artículos criollos. Incluso, recordó con una sonrisa que en una ocasión les enviaron un lechón para asar.

"Pero, para todos, lo más importante es saber que las familias estén bien y que ellos lo sepan. Mientras ellos estén bien, allá estamos bien", comentó.

Para Sánchez Maldonado, ha sido clave que la tecnología ha evolucionado para permitir un mayor acercamiento cuando se está lejos de su hijo, a quien veía pocas semanas al año. Esto le facilitó el desarrollo de su relación maternal con su hijo, que hoy tiene 8 años, una vez regresó definitivamente a la Isla.

"Nos podíamos ver a través de computadora y mantener ese tipo de comunicación hasta que tuviera un grado mayor de conciencia y explicarle cuál es el trabajo de mamá", indicó la sargento. "Ahora es más fácil estar en comunicación", agregó.

"Es difícil. No es lo mismo que estar en la casa y probar esos alimentos o tener ese calor de la familia", agregó la oficial, natural de Aibonito, "Pero hay que estar enfocados en la misión que tengamos y eso no nos va a sacar de la línea. Pero, mientras se mantenga esa comunicación con la familia, no es imposible sobrepasar esos días festivos", dijo.

Desde el 2001, más de 5,000 reservistas de Puerto Rico han sido movilizados a escenarios de guerra. Los puertorriqueños han participado de la Reserva del Ejército de Estados Unidos desde 1917.

Con el pasar del tiempo, especialmente en las últimas dos décadas, Conde señaló que ha visto una transformación en los conflictos bélicos, pasando de un escenario rural, como Vietnam y Corea, a uno urbano como en Irak.

En ese tiempo, asimismo, se ha observado una transformación más significativa en el perfil de los nuevos soldados que, especialmente con preparación académica. Un 45% de los reservistas boricuas tienen estudios universitarios.

De cara a la celebración del Día del Veterano, Conde manifestó que este cambio en el perfil es parte de las razones por las cuales los veteranos reservistas de la actualidad son diferentes a la percepción generalizada de que son personas con problemas emocionales o sicológicos que no pueden continuar con sus vidas.

"Es una percepción equivocada", sostuvo Conde. "Casi todos somos profesionales. Vas a encontrar muchachos empezando con grados universitarios, abogados, maestros y policías. 

"No somos como esa percepción los que estamos por ahí con el pelo largo, sin bañar y empujando un carrito debajo de un puente", afirmó. "Somos gente que estamos integrados a la fuerza laboral de Puerto Rico".