Sin celulares ni computadoras ni televisor, así vivieron unos 26 estudiantes del Colegio San José (CSJ) de Río Piedras por dos semanas. No se trató de un experimento, es que estos jóvenes participaron del proyecto Misión de Verano del CSJ y estar desconectados de todo aparato electrónico era parte de los requisitos. 

Durante 16 días, del 26 de mayo al 10 de junio, estos estudiantes de décimo grado estuvieron colaborando en la comunidad de la parroquia Nuestra Señora de la Divina Providencia, que cubre zonas de Orocovis, Villalba y Ciales. Esos días se quedaron a dormir en la Casa Marianista de Retiro Padre Vicente, en Villalba, que pertenece al CSJ.

José Balseiro, profesor y coordinador del proyecto Misión de Verano junto a los profesores Antonio Marí y Ricardo Ocasio, explicó que por 19 años consecutivos, el CSJ, un colegio católico marianista, ha realizado este proyecto.

“Se realiza con jóvenes de los grados 10 y 11. Este es un proyecto de trabajo social, de servicio y de carácter religioso. Se coordina con el padre Gerardo Ramírez de la parroquia Nuestra Señora de la Divina Providencia, en Villalba”, señaló Balseiro. 

Para los jóvenes participantes, esta fue una experiencia de mucho aprendizaje. 

“Aunque estuvimos dos semanas sin celular ni nada electrónico, en realidad se me hizo fácil; las cosas pasaban tan rápido que no sentí la necesidad de estar con el teléfono”, aseguró Diego Ortiz, uno de los estudiantes. 

 “A mí se me hizo difícil, estaban las finales de la NBA y no las pude ver. Pero me tuve que acostumbrar y sobreviví”, añadió Joaquín Mendoza.

Roberto Matos, otro de los participantes, contó que por las mañanas iban a una de las ocho capillas de la parroquia y se dividían en grupos de cinco para ir a visitar hogares. 

“Una parte importante de la misión es la visita a las familias de la comunidad. Este año visitamos 157 hogares. En las visitas oramos y compartimos con los enfermos. También, en algunas casas ayudamos con la limpieza”, indicó. 

A Sebastián Serrano lo más que le impactó de esas visitas fue ver el contraste que hay entre la gente de la ciudad y la del campo. 

“En el campo, al verte, te abrían la puerta de su casa enseguida y si estaban cocinando te daban de su comida. Mi abuelo siempre me decía que el rico te da de lo que le sobra y el pobre de lo que tiene. Y es verdad. Era una humildad grandísima. Sin conocerte te trataban como de la familia”, subrayó. 

El joven Marcos Padrón Curet dijo que visitaron el asilo San Andrés, en Ortiga, entre otros centros, donde compartieron con los residentes y se realizó trabajo de pintura y limpieza en algunas áreas. 

“Les cantábamos, bailábamos, jugamos dominó; compartimos con ellos. Cada uno tenía algo que contar. Nos dejaron sentirnos felices. Esa visita me cambió la vida. Yo creía que las familias siempre los visitaban al asilo y no era así. Aprendí que tenemos que tenerle más amor y más respeto a los mayores, y visitarlos siempre que podamos”, manifestó Marcos.

Igualmente, para Carlos Garrigas y Javier Romanelli fue significativo visitar los asilos. 

“Estuvimos con una señora encamada que nos decía algo y rezaba. Me impresionó esa fe tan grande que tenía”, argumentó Carlos. 

Además de las vistas a los hogares y asilos, los jóvenes pintaron la capilla de Alturita en Cacao y se ayudó en la limpieza de la capilla de Ortiga. También se integraron a las misas dominicales e hicieron actividades para los niños. 

“Por las noches, en el centro de retiro, rezábamos el rosario y pedíamos por las peticiones de las familias que visitábamos. Era algo muy bonito”, comentó Javier Romanelli.

Otras actividades que realizaron fue la visita a la Bananera Reyes en Cacao y al Centro de Servicios Múltiples en La Francia, a trabajar en el taller de ebanistería. 

“Durante esos días aprendí mucho. Nosotros salimos de nuestras vidas cotidianas, en donde nuestros padres nos hacen todo en nuestras casas. Allá teníamos que hacerlo en comunidad. Cada uno tenía una labor asignada y eso facilitaba la convivencia. Llegamos como compañeros de clase y terminamos como hermanos”, expresó Jean Santos. 

Por otro lado, Marí explicó que los jóvenes comenzaron la experiencia misionera con un curso de formación. 

“Desde febrero nos reuníamos todos los martes de 8:00 a 9:30 p.m. en el colegio. A través de este curso se desarrollaron temas relacionados a la misión, la espiritualidad misionera, destinos de la misión, corresponsabilidad misionera y asertividad, entre otros. Con esto se buscaba despertar y cultivar el espíritu misionero entre los estudiantes del Colegio San José y sus familias”, abundó Marí. 

En mayo se celebró la misa de envío. 

“Ahí, la comunidad de la escuela envió a estos 26 jóvenes, en su nombre, a la misión y se les entregó un rosario a cada uno”, agregó Marí.

Hasta el momento, unos 325 estudiantes del CSJ, y sus familias, se han impactado con esta experiencia de la Misión de Verano. En 19 años, han realizado más de 3,000 visitas de contacto a hogares. 

“Estas experiencias vividas, todas dentro de un marco de fe, acentúan el sentido misionero en la vida de cada joven, desarrollando amor por lo que hace y solidaridad por quienes le rodean. Queremos agradecer a la comunidad parroquial y al colegio por esta nueva oportunidad que tuvimos este verano”, puntualizó Balseiro.