El Castillo San Felipe del Morro y el Castillo San Cristóbal, históricos fuertes de defensa de la zona antigua de San Juan, permanecen cerrados de forma indefinida tras la devastación que dejó en la Isla el huracán María.

En un recorrido realizado en la mañana de este martes por el exterior de las fortificaciones, no se observaron daños mayores, más allá de la caída de árboles o rótulos, sin embargo, no hubo una voz oficial del Servicio de Parques Nacionales que lo certificara. 

Un empleado que prefirió no identificarse confirmó, sin embargo, que las instalaciones de gran atractivo turístico permanecerán cerradas y que no había daños mayores en el Castillo San Cristóbal.

Ambos fuertes se observaron vigorosos, fortalecidos, dando la ilusión de estar de pie en medio del ambiente desolador que se experimenta en gran parte de la Isla.

El acceso al Morro estaba cerrado con una cadena que no permitía allegar a la entrada en un vehículo. Dos niños, vistos a la distancia, corrían por el emblemático terreno, juguetones, quizás escapando a la nueva realidad que se impone.

La Catedral de San Juan Bautista tenía todas sus puertas abiertas, contrario a la mayoría de los comercios de las adoquinadas calles. El vicario Ernesto González informó que la sede de la Arquidiócesis de San Juan apenas se inundó y perdió uno de los vitrales.

“Esto es un edificio de más de 500 años que ha visto más de un huracán”, comentó González, quien permaneció en la Catedral al igual que las Siervas de María durante el paso del huracán.

El religioso informó que se están ofreciendo misas en los siguientes horarios: lunes a viernes, a las 12:15 p.m.; los sábados, a las 5:00 p.m., y los domingos, a las 9:00 y 11:00 a.m.

Sobre la iglesia Santa Ana, en la calle Tetuán, González dijo que tampoco tuvo daños.

Empleados del Municipio de San Juan, en tanto, se encontraban trabajando en el recogido de escombros y basura.

El movimiento peatonal era mínimo, muy ajeno a lo que comúnmente se observa en la zona antigua.

Frente a la Capilla del Cristo, decenas de palomas picoteaban la calle buscando el alimento que en usualmente les llueve de manos de los visitantes. Hoy la calle era solo para ellas.