En el Aeropuerto internacional Luis Muñoz Marín, en Isla Verde, los terminales lucían repletos durante la mañana de hoy, martes, pero se sentían frescos gracias a que la instalación ya contaba con servicio de energía eléctrica y los acondicionadores de aire funcionaban. 

El aeropuerto cuenta con servicio de electricidad desde el domingo, confirmó Damarisse Martínez, relacionista público de Aerostar, empresa que opera la instalación.

Durante un recorrido realizado por este diario, se pudo observar que algunos concesionarios que operan en el aeropuerto, como El Mesón Sandwiches, Domino’s Pizza, David’s Cookies y Black Coffee, así como las tiendas de conveniencia y las “duty free”, estaban abiertas y atendiendo mucho público.  

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“Todo se ha ido estabilizando, sobre todo en cuanto a la condición en que se encuentran los pasajeros, las filas y el aire acondicionado”, sostuvo la portavoz.

En los terminales, aunque las pantallas con el listado de vuelos ya funcionaban, la lista de salidas de American Airlines estaba en un rótulo escrito a mano con cartulina y marcadores. Allí, un empleado con un megáfono avisaba a los pasajeros de tal o cual vuelo cuándo debían hacer fila para pasar los controles de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, por sus siglas en inglés).

Por esa área esperaba Carolyn Rivera, de 29 años y residente en Luquillo. “Vine temprano porque me enteré de que cerrarán las calles cuando llegue (el presidente estadounidense Donald) Trump. Estamos aquí desde las 8:00 a.m. y el vuelo sale a las 4:00 p.m. rumbo a Orlando”, contó la joven.

Tanto ella como su esposa Sheila Rivera, de 28 años, son dueñas de un restaurante en Luquillo, a orillas de la carretera PR-3, que tuvo serias pérdidas debido al paso del huracán María por Puerto Rico. “Perdimos toda la comida, parte del techo de cemento y de madera... los letreros”, enumeró Carolyn.

“Tendríamos que invertir demasiado dinero para reabrirlo, eso sin contar con que el turismo, en lo que vuelve a lo que era, tomará mucho tiempo”.

Por eso, ambas decidieron mudarse al estado de Florida y buscar trabajo. Hasta la mascota se llevaron. “Teníamos tres perros, así que dejamos dos con personas que conocemos y sabemos que los cuidarán bien, y nos llevamos solo a la más chiquita porque a donde vamos, no permiten tener tantos animales”, explicó Carolyn.

En una fila, Gabriel Solivan, de 27 años y vecino de Cupey, usaba una maleta como mesa para jugar cartas con su madre y su abuelo en lo que empleados de la aerolínea abrían el mostrador. Llegaron a las 8:00 a.m. para evadir la congestión vehicular que provocaría a media mañana la llegada de Trump. El mostrador no abriría sin hasta las 11:00 a.m. 

“Yo no regreso; me quedaré con mi hermana en Wisconsin”, dijo el joven, quien renunció a su trabajo como maletero en el aeropuerto después del azote del huracán María. “Me voy con mi resumé y mi maestría en Justicia Criminal. Aquí ya no hay ‘break’ de conseguir trabajo”.

Sus padres y sus abuelos también saldrían de la isla, pero con miras a regresar cuando se restablecieran en sus hogares los servicios de agua y luz. “Mi esposo y yo vamos a casa de una hija mía que vive en Fort Lauderdale (Florida)”, contó Milly Trigo. Los abuelos del joven partirían rumbo a Atlanta, Georgia, para quedarse en la vivienda de unos parientes, agregó.

Por su parte, Johanetsie Jiménez, de 36 años y residente en Vega Alta, fue al aeropuerto para llevar a su hija de 15 años, quien esperaba encontrarse con su padre en Massachusetts. “En casa no hay luz ni agua y no estoy trabajando. ¿Qué va a pasar cuando se me acabe el dinero que tengo en la cartera?”, preguntó la mujer, quien trabaja como secretaria en la oficina de una dentista que no ha vuelto a abrir desde que pasó el temporal.

Ante la incertidumbre de no saber cuándo volverá a generar ingresos, decidió enviar a la menor con su padre. Jiménez también partirá de la isla. Se irá la semana que viene rumbo a Florida, a quedarse con familiares en lo que la situación se normaliza.  

Yesenia Villanueva, de 45 años y residente de Aguadilla, observó la gran cantidad de perros que estaban junto a sus dueños en las filas del aeropuerto. “Esas personas posiblemente no regresarán en buen tiempo y por eso se llevan hasta a sus mascotas”.

Ese no era su caso. Villanueva optó por mantener en pie las vacaciones en Europa que había planificado hace meses. “Me da sentimiento de culpa”, admitió. “Pero vuelvo a reconstruir el país. Solo espero que al volver al menos haya llegado el agua”.