Eran las 7:05 de la noche del pasado viernes cuando el teniente Gabriel Medal Díaz recibió una llamada, en el cuartel de Río Piedras, indicando que se necesitaban refuerzos en una escena de accidente de tránsito cerca del residencial El Prado. Alcanzó a escuchar que en lugar habían varios heridos y personas muertas. El ambiente era un caos, a juzgar por el sonido de sirenas que se escuchaban a través de la radio control.

“Dios mío, que no sean niños los que están muertos”, le comentó a los tres policías que, de inmediato, se movilizaron con él hacia el lugar de la desgracia familiar en la que una joven madre y sus dos niñas pequeñas, su abuela y sus dos sobrinos fallecieron a causa de un conductor negligente que los atropelló y luego se fue a la huida. En total, fueron seis las víctimas de la tragedia de El Prado.

“Nos pusimos a orar en el camino mientras íbamos en la patrulla hacia la escena... y al llegar, otro compañero me alerta: ‘Teniente, hay niños entre las víctimas’”, recuerda sobre aquel momento en el que se sintió flaquear.

Y es que en un segundo las circunstancias cambiaron y afloraron los sentimientos. “Sentimientos bien profundos”, dice.

“Detrás del uniforme azul, hay un ser humano. La gente cree que tenemos un robot detrás, pero son momentos difíciles porque nosotros también somos padres”, comentó el progenitor de dos adolescentes, de 16 y 17 años, al describir la imagen que vio ante sí.

“Había una señora mayor muerta en el pavimento, un niño muerto y otra niña en la yerba. Familiares llegaban a la escena gritando sin consuelo porque querían entrar... querían ver a los niños. Pero no podíamos dejarlos porque, sinceramente, los niños estaban muy destrozados y esa imagen se les iba a quedar en la mente a esas familias, como se nos quedó a nosotros”, relató.

Medal Díaz contó que hubo sentimientos encontrados entre policías y parientes.

“Al ver que estaban muy agitadas las masas del residencial, y que los familiares estaban desesperados, comencé a llamar a unos pastores amigos míos. Tiempo después llegó al lugar una pastora de la Policía municipal de San Juan y le pedí que hiciéramos una oración por todas esas personas”, explicó.

Fue entonces que se suscitó una escena conmovedora en el lugar de los hechos. La misma fue captada por el lente de Las Noticias (Univisión) y descrita con congoja por el reportero Felipe Gómez.

“Vamos a orar muchachos, quédense acá, vamos a orar. Vamos a cogernos de las manos y vamos a orar”, se escuchó decir al teniente a algunas de las personas que estaban en la escena. Allí, comenzó a rezar un Padre Nuestro a pocos metros de donde yacían los cuerpos de doña Laura Vivas, de 73 años, y dos de sus bisnietos: Anthony y Génesis Saldaña García, de nueve y siete años, respectivamente.

“A partir de ahí las cosas fueron bajando de proporción. Fuimos entendiéndonos y pudimos dialogar con ellos y aceptar la realidad que estábamos viviendo”, asegura el policía con 31 años de servicio en la Uniformada.

Aunque pudiera sorprenderles a muchos, el teniente Medal Díaz no es miembro activo de ninguna iglesia.

“No voy a ninguna, pero tengo fe. No hay que ir a la iglesia para pensar en cosas buenas, tener conciencia clara y ayudar a otros cuando nos necesitan”, dijo el hombre.

Pero hubo otro momento dramático en la vida del teniente, justo en la misma noche del infortunio.

Una vez culminadas las labores de investigación en la escena, Medal Díaz se trasladó al Centro Médico, en Río Piedras. Allí, estuvo al lado de la única sobreviviente de esta tragedia familiar: la pequeña Yaisa Montalvo, de cinco años.

“Le sobaba la cabecita a la niña y ella se sonrío. En su inocencia la nena no sabía lo que pasaba con su querida madre, que estaba al lado muriendo. Se lo cuento y se me salen las lágrimas porque esto me ha tocado en lo más profundo”, dijo el policía, quien asegura que no ha dormido desde el viernes pasado.

El agente contó que su deseo de ser policía surgió desde bien jovencito. De hecho, fue a los 19 años que ingresó al cuerpo policiaco como agente encubierto. Tras comprobar que el servicio público a través de la agencia era su vocación, decidió estudiar justicia criminal.

“Llegué solito a San Juan, pesando solo 90 libras... recuerdo que para poder pagar mi bachillerato en la Universidad Interamericana tuve que dedicarme a vender mangó en una luz de Vega Baja. Así, poquito a poco, lo logré”, rememoró el hombre oriundo del barrio Barrero, en Rincón.

Medal Díaz acepta que han sido más de tres décadas de servicio en el que sí han habido situaciones “lamentables”.

Por ejemplo, en 1991 fue herido, junto a otro compañero, cuando tres sujetos balearon con ametralladoras y pistolas el auto en el que viajaban por una zona de Hato Rey.

“Estuve a punto de morir... y la ametralladora que usaron fue una que habían robado de la Policía”, dijo el oficial.

Entre sus recuerdos en el cumplimiento del deber, se destaca también el caso de una mujer indocumentada, víctima de violencia de género, en Santurce.

“Esa noche llegamos a casa de la mujer, que era dominicana, como a eso de las 12:00 de la medianoche... ella nos dijo que no pasaba nada, que nos fuéramos. A la 1:00 de la mañana ya era cadáver. Son cosas que se me quedan en la mente. Uno piensa, ‘por qué no insistí’. Muchas veces los inmigrantes no hablan o hacen denuncias por miedo a ser deportados, y desconocen que tienen derechos y que lo más importante es su seguridad”, expresó quien el año pasado fue galardonado por la comunidad dominicana en la Isla como una de las 10 personas que abogan por los derechos de los residentes del país hermano en Puerto Rico. También ha recibido cartas de felicitación por parte del superintendente Héctor Pesquera.

¿Ha pensado en el retiro?

Sí... ese momento se acerca. Pero cuando lo haga, quiero dedicarme a defender y velar por los derechos de los 13,000 policías que hay en el país. Porque en ese grupo, somos más los buenos.